En un mes de julio de hace 30 años, para ser exactos el 18 de julio de 1995, se disputaba la etapa reina de aquella edición del Tour de Francia. El sofocante calor se hacía con el protagonismo en la salida de Saint-Girons. Por delante, un terrible menú de puertos pirenaicos con final en la estación invernal de Cauterets, donde Miguel Induráin había brillado años antes.
El primer escollo de la jornada era la ascensión al Portet-d’Aspet, probablemente el más sencillo de la etapa, teniendo en cuenta que posteriormente vendrían Menté, Peyresourde o Tourmalet. La carrera había salido lanzada, y los aventureros del día buscaban esa escapada que pudiera catapultarlos a la gloria de vencer una etapa en el Tour de Francia, algo que vale por toda una carrera deportiva.
Fabio Casartelli era un joven corredor italiano del conjunto estadounidense Motorola. Aquella escuadra, dirigida por Jim Ochowicz, no luchaba por la victoria en la general del Tour, pero sí tenía a buenos corredores, como el colombiano Álvaro Mejía o un joven Lance Armstrong, que ya había sido campeón del mundo con anterioridad. Casartelli había sido campeón olímpico en Barcelona 92 y, aunque todavía no había logrado victorias de cierto nivel, se le presagiaba un buen futuro como ciclista profesional.
Coronado el Portet-d’Aspet, los corredores se lanzan a toda velocidad por las curvas de la bajada. En el kilómetro 34 de aquella etapa se produce una terrorífica caída. El corredor francés Dante Rezze sale volando en una de esas curvas, y tras él, Fabio Casartelli, que golpea su cuerpo contra el asfalto del puerto pirenaico. Otros corredores, como Baldinger o Perini, también son protagonistas de la fatídica caída, pero el peor parado es, sin duda, Fabio.
La asistencia médica de la carrera llega lo más pronto posible al lugar del accidente y, después de examinar la situación, el corredor italiano es evacuado en helicóptero al cercano hospital de Tarbes. En el trayecto sufre tres paradas cardíacas consecutivas y la parte izquierda de su cabeza está totalmente destrozada. En el hospital apenas pueden hacer nada por su vida, y Fabio Casartelli fallece, dejando esposa y un niño de apenas dos meses.
Los ciclistas que continuaban en carrera fueron enterándose de la noticia progresivamente. Jean-Marie Leblanc lo anunciaba por Radio Tour cuando la carrera estaba a la altura del Col d’Aspin, pero muchos directores no quisieron comunicárselo a sus corredores. La victoria aquel día, que lógicamente pasó a segundo plano, fue para Richard Virenque, quien hasta después de bajar del podio no tuvo información de la noticia, al igual que Miguel Induráin.
Aquellos días posteriores a la muerte de Casartelli, entró en juego el debate sobre el uso del casco en el ciclismo profesional, algo que hoy resulta obvio, pero que por aquel entonces fue motivo de bastante polémica en el mundo del ciclismo. Al día siguiente, la etapa con llegada a Pau fue neutralizada y todos los premios fueron donados a la familia del malogrado corredor transalpino, dejando al conjunto Motorola atravesar con todos sus ciclistas la línea de meta.
Días después, en Limoges, el propio Lance Armstrong vencía de forma magistral la antepenúltima etapa de ese Tour y le dedicaba, emocionado, el triunfo al que fuera su compañero. Actualmente, en la cima del Portet-d’Aspet se encuentra el monumento en memoria de Casartelli, donde se guarda un minuto de silencio en su honor cada vez que la Grande Boucle transita por el puerto pirenaico.
Fabio Casartelli es, hasta el día de hoy, el último ciclista que ha perdido la vida en carrera durante el Tour de Francia. Antes lo hicieron el español Francisco Cepeda en 1935 y el británico Tom Simpson en 1967.

Alberto Díaz Caballero es madrileño y uno de los puntales de Le Puncheur. Anteriormente, había participado también en High-Cycling, así como en otros proyectos como Road & Mud y Planeta Ciclismo. Sobre historia, sobre actualidad o sobre cualquier tema. Un todoterreno del ciclismo que transmite conocimiento y pasión en cada texto.