Un ciclista recordado con gran cariño por estar en muchas escapadas y dar presencia al pelotón español en las mejores pruebas del calendario. ‘Chente’ García Acosta es ahora director de Movistar, donde transmite las enseñanzas recibidas durante tantos años a las órdenes de Eusebio Unzué y José Miguel Echávarri en una estructura mítica por donde han pasado figuras del calibre de Indurain, Olano, Zulle, Jiménez, Mancebo, Valverde, Nairo Quintana… De todos ellos ha sido escudero este correoso rodador que aún así ha podido conseguir muy buenas victorias a lo largo de una dilatada trayectoria como ciclista profesional.
Empecemos repasando tu carrera como ciclista. ¿Cuáles fueron tus primeras pedaladas con la bicicleta?
CGA: En Tafalla había mucha afición al ciclismo. Antes no era como ahora que hay mucho más donde elegir. De aquella, en mi pueblo se hacía pelota, fútbol o ciclismo, y en mi barrio éramos más de bicicletas. Además, mi padre era un forofo del ciclismo. Nos juntamos una buena cuadrilla en el Club Ciclista Tafallés y así empezó todo.
¿Quiénes eran tus referentes cuando empezabas en esto del ciclismo?
CGA: Cuando empezamos, era la época de Perico. Pero luego ya llegó Miguel Indurain y se convirtió en ídolo indiscutible para nosotros.
En 1995 pudiste compartir equipo y carreras con Indurain. ¿Cómo es correr con tu ídolo?
CGA: Esa temporada consigo fichar con Banesto para mi primer año profesional. En la primera concentración estaba hasta asustado: ¡iba a correr con Don Miguel Indurain! Poco a poco me fui soltando y cogiendo confianza, y ese año hice muchas carreras con él. Una suerte poder empezar a aprender el oficio con un campeón como Miguel.
Al año siguiente se produce la temporada del pentacampeón del Tour, y Abraham Olano suena como su relevo natural. ¿Cómo se vivió en el equipo el cambio de jefe de filas?
CGA: Recuerdo que estábamos concentrados en el hotel El Toro y nos dijeron que Indurain iba a dar una rueda de prensa. Ya estaba fichado Abraham y se hablaba de que iba a ser el sucesor de Miguel como jefe de filas en el equipo.
Como todos los cambios, requieren un periodo de adaptación, pero nos entendimos bien con Olano. La forma de ser y de correr era muy parecida a la de Miguel, aunque con él ya me tocó correr grandes vueltas y el contacto fue mayor.
Háblanos de tu primera Vuelta a España y aquella victoria en la cima del Naranco en Oviedo.
CGA: Mi primera gran vuelta había sido el Tour de Francia, pero me caí, me rompí la clavícula y me tuve que retirar.
Llegamos a Vuelta España con Abraham de líder, pero se retiró y nos quedamos Chava, Pruden, Marino Alonso, Aitor Osa y yo para buscar etapas.
Ganar en el Naranco para un corredor como yo, grande y de constitución fuerte, fue un antes y un después en mi carrera. Sobre todo, porque vi que me podía defender en fugas de calidad.
Ese guion en el que logras gozar de mayor libertad en carrera se repite en más ocasiones. Sea por retirada de vuestro líder como en el Tour 98 o por otras circunstancias de carrera, y eso te da tus oportunidades para brillar.
CGA: Yo siempre era de los que estaba dispuesto a trabajar para mis líderes, y si me daban rienda suelta para buscar oportunidades, intentaba aprovecharlas. Para uno mismo, es un aliciente para seguir trabajando. En cuanto nos dejaban, nos metíamos en todas las peleas por las escapadas.
Tuve buenas oportunidades de pelearlo, como en el 98 en 2001 y 2002… Nuestros líderes tuvieron mala suerte, pero había que pelear por nuestras opciones.
En 1998 tuviste también una buena actuación en Valkenburg, terminando 13º. ¿Te llegaste a ver con opciones en algún momento?
CGA: Recuerdo que fue un día de mucho frío. Me metí en el grupo después de una escapada, pero con la caída de Markus Zberg no pude engancharme al corte de cabeza que luchó por las medallas. Aunque tampoco llegué a verme con opciones reales.
¿Cómo te sentó cuando te gana Nardello en el Tour del 98 por medio tubular?
CGA: Si te soy sincero, para mí con llegar a meta en fuga ya tenía bastante. Cuando cruzamos la línea de meta yo no me daba tanta cuenta de la repercusión y estaba contento de lograr un segundo puesto en una etapa del Tour y ante gente tan buena. Pero cuando lo ves en perspectiva da algo de lástima, porque creo que era de los más fuertes y tuve opciones de ganar y me quedé a nada.
Aunque recuerdo peor la de 2004 con Mercado. Yo sabía que Juanmi era rapidillo, y como venían por detrás Flecha y alguno más, no podíamos pararnos. Cuando me quise dar cuenta ya me había arrancado y reaccioné tarde y no me dio tiempo a pasarlo. Esa me fastidió mucho más que la de Nardello.
Pero para entonces ya tenías la etapa del año 2000 en Draguignan en el zurrón.
CGA: Llevaba ya dos escapadas que habían llegado a meta en esa edición y tenía la espina clavada. Fue uno de esos días en los que todo te sale bien y se cumple todo como te imaginas. Un día para disfrutar y recordar toda la vida.
En cambio, ese mismo año viviste un episodio mucho más amargo en esa etapa de Ciudad Rodrigo que os levanta Vinokourov a ti y a Laiseka.
CGA: Tengo tantas batallas que al final siempre salen cosas para contar, y no todas buenas.
Esta fue de las más difíciles. Vi que Roberto dejaba de tirar y me cogí un buen cabreo y decidí que, si no quería colaborar, mejor que no ganáramos ninguno y nos la ventilará Vinokourov que venía por detrás. Una mala experiencia de esas que no me gusta nada recordar.
Has sido gregario de muchos grandes corredores. Además de los ya mencionados ¿Qué nos puedes decir de los Zülle, Mancebo o Valverde?
CGA: Mancebo era un sufridor. No era un ganador, pero siempre estaba ahí. Un tipo muy constante, y “cabezón”. La prueba es que ahí sigue andando en bici y haciéndolo muy bien.
Zülle era un motor como he visto pocos. Un corredor muy fuerte en todos los terrenos. Con ambos se trabajaba muy bien.
Con Alejandro es con el que más tiempo he estado, Hemos ganado muchas cosas con él: Ardenas, Vuelta a España… Ha sido con el que más triunfos he logrado y ahora sigo disfrutando de él como director.
Otro compañero de equipo que marcó una época fue el añorado “Chava” Jiménez. ¿Cómo era el día a día con él desde dentro?
CGA: Chava era lo que se veía en su imagen desde fuera. Una persona que vivía rápido, que le gustaba mucho el cachondeo pero que cuando había que ponerse las pilas era el primero. Fueron años muy buenos porque creaba un ambiente fantástico en el equipo y nos reíamos mucho con él.
Era un corredor valiente que sabía meterse al público en el bolsillo. Era la época de las radios, el ciclismo se vivía con mucha pasión y sabía aprovecharlo muy bien.
En aquella época se forjó una rivalidad histórica entre Olano y Chava, al menos desde los medios y la opinión pública. ¿Sentíais lo mismo dentro del equipo?
CGA: Había rivalidad dentro del equipo, pero eso se magnificó en los medios. Yo la verdad que echo de menos aquella época de las radios, los chismes, el ambiente que se creaba alrededor de las grandes vueltas…
Echando la vista atrás a tu carrera como corredor ¿crees que podrías haber tenido más reconocimiento? ¿Hay algo que te hubiera gustado hacer y se te quedó por el camino?
CGA: Yo estoy muy satisfecho con mi carrera, he conseguido buenos triunfos y he trabajado con grandes líderes que nos dieron grandes victorias. Eso a un gregario siempre le hace sentir muy bien, recordar los triunfos del equipo. Aunque no escondo que me hubiera gustado haber corrido algún Giro o haberme dedicado un año al 100% a las clásicas. Pero claro, con un calendario donde haces Tour y Vuelta durante 12 años seguidos, era complicado.
¿Las clásicas te las llegaste a plantear seriamente en algún momento?
CGA: En 2006 sí que fui fuerte a hacer clásicas, pero nos faltó un poco para lograr buenos resultados. En París-Roubaix estaba con Imanol Erviti y se nos fueron 15 en Aremberg y ya perdimos toda opción. Para evitar esos errores necesitas años corriendo ese tipo de pruebas y aprender a cómo evitarlos en base a la experiencia.
Ese 2006 será recordado por el Tour de Pereiro. ¿Qué nos puedes contar de aquella carrera tan extraña y sorprendente?
CGA: Fue un Tour atípico, que salía de Lieja. Valverde tiene que abandonar en la tercera etapa y nos cambia el plan. Llegamos a los Pirineos con Óscar como baza para la general.
Recuerdo la etapa que llegaba a Pla de Beret tras Tourmalet, Aspin, Peyresourde y Portillon. Ahí Pereiro perdió media hora, así que solo teníamos a David Arroyo bien posicionado en la general, aunque estaba ya reventado. La verdad que nos quedamos un poco en cuadro.
Empezamos a luchar por meternos en las fugas, sin mucha suerte, hasta que se metió Óscar en aquella fuga con Voigt, Chavanel y compañía. Veíamos que iba cogiendo tiempo y no nos lo creíamos. Cuando se puso de líder, yo no daba crédito.
Tuvimos que cambiar de rol y empezar la defensa del liderato. Nos encontrábamos bien y con ganas, y aún hoy tengo la imagen grabada de cómo arrancó Landis en Aravis, impresionante. Aguanté como pude en el grupo para ponerme a tirar. Yo veía que la gente en el grupo se iba quedando, pero la diferencia no dejaba de subir y nos metió cuatro minutos de abajo hasta la cima. Una barbaridad.
Conseguimos aguantar el liderato, pero lo perdimos en la crono. De todas formas, en París celebramos el segundo puesto como si hubiéramos ganado.
Fue un Tour surrealista desde el principio hasta más allá del final, cuando nos enteramos del positivo de Landis y de que Óscar era finalmente el vencedor.
¿Cuáles dirías que han sido tu mejor y tu peor día sobre la bicicleta?
CGA: Los mejores, la victoria en el Tour en el 2000 y la de Ávila en la Vuelta de 2002. Esos días que disfrutas encima de la bicicleta.
El peor día, bajando el Galibier en el Tour del 98, que hacía un frío terrible y no teníamos ropa arriba y llegué reventado a meta. Fue la etapa de Deux Alpes que ganó Pantani. Ese día Arrieta se tuvo que retirar con hipotermia.
Como profesional, has sido siempre fiel a la estructura de Eusebio y Echavarri. ¿Te planteaste alguna vez el cambio?
CGA: El año que pasamos de Banesto a Illes Balears sufrimos bastante porque el patrocinio no acababa de llegar. Ahí tuve alguna opción con otros equipos, pero realmente siempre me he sentido muy bien tratado aquí y he estado muy a gusto. Nunca me he planteado claramente el dejar el equipo.
Pasando a tu faceta como director, ¿cómo es la experiencia desde el otro lado?
CGA: Es algo que siempre me llamó la atención, y de hecho siendo corredor en 2003 me saqué ya el título para ser director.
La verdad que es algo que te tiene que gustar, porque no es nada fácil. Eres el responsable de un grupo humano grande entre corredores y auxiliares. Hay que plantear todo bien y estar pendiente de los detalles. A mí me gusta, estoy contento y aquí seguimos, año a año.
En el tiempo que llevas al volante, también has podido dirigir a grande ciclistas. Empecemos por uno del que ya nos has hablado como compañero de pelotón. ¿Qué tal pupilo es Alejandro Valverde?
CGA: Con el Bala todo es más fácil al haber sido compañeros como corredores, igual que con Rojas o Imanol. Siempre te intentan ayudar y hay mucha confianza. Haber sido compañero y director de Alejandro y ganar tantas cosas con él es una gran suerte. Es muy profesional, siempre dispuesto a mejorar y a escuchar lo que lo digas. La muestra es que sigue ahí con 40 años dándolo todo en cada carrera.
Otros dos grandes ciclistas a los que has tenido ocasión de dirigir es a Mikel Landa y Richard Carapaz. ¿Qué nos puedes decir sobre ellos y cómo se vivió el Giro 2019 con los dos jefes de filas?
CGA: En aquel Giro tanto Landa como Carapaz tenían mentalidad de líderes y las ideas muy claras, pero fueron capaces de entender la carrera y trabajar para el compañero, sobre todo Mikel. Con él es muy fácil trabajar, porque ve la carrera como si estuviese en el coche y ayuda mucho al director.
Richard es más imprevisible, más por inspiración, pero también es un corredor con el que se trabaja muy bien.
Viendo el documental de “El día menos pensado” sobre aquella temporada, ¿crees que pudo haber sido un error juntar tantos gallos el mismo año?
CGA: Puede ser, pero cuando tienes tanta gente buena, es muy difícil tomar decisiones de cómo repartir el equipo. Si tienes tantos corredores que pueden ser líderes, no puedes dejar a todos fuera y lo importante es definir bien los roles. En el Tour de Francia nadie quería quedarse sin correr.
Cuando todo va bien es muy fácil, pero cuando falla el plan y los roles que habías definido, toca improvisar y vienen los problemas.
¿Qué le ha faltado a Nairo para asaltar el amarillo del Tour?
CGA: Nairo es un corredorazo, y muy exigente, pero ha tenido la mala suerte de coincidir con los grandes años de Chris Froome. Ha sido tres veces segundo, pero, aunque surgieron oportunidades de desbancar al británico, nunca nos salieron bien.
Quintana tiene un Giro y una Vuelta, así que no hay duda de su nivel. Siempre ha estado muy atento y con ambición, pero al final encontró un rival más fuerte. Como le pasaba a Bugno con Miguel, por ejemplo.
Sobre los líderes actuales y de futuro. ¿Qué esperas de Enric Mas y Marc Soler?
CGA: Con Enric ya se ve con la edad que tiene que es un corredor muy regular. Eso ya lo tiene innato, y tiene que trabajar para mejorar esos aspectos que le lleven a estar un paso más adelante. Creo que va cogiendo experiencia y tiene margen de crecimiento.
En el caso de Marc, queremos darle un rol más de líder, a ver hasta dónde llega. Creo que en el Giro estará delante porque tiene muchísima calidad, y veremos cómo lleva lo de estar todos los días apretando al máximo, que es lo más difícil de ser líder. No te puedes relajar ningún día en una grande. Cualquier despiste te deja fuera de juego.
¿Qué nos puedes decir de la famosa etapa de La Covatilla en la pasada Vuelta a España? ¿Crees que se magnificó un poco lo sucedido con Roglic y Carapaz?
CGA: Desde la televisión es cierto que se vio como algo extraño. Pero si analizas realmente la situación y las diferencias que había en juego, tampoco creo que sea nada para hacer todo el ruido que se ha hecho. Richard no tenía terreno para abrir el hueco que necesitaba, y nosotros estábamos haciendo nuestro juego para distanciar a Dan Martin. Enric se vio con un compañero delante y lo aprovechó. Tanto Enric como Marc querían mejorar su clasificación. Creo que la reacción de los medios fue desproporcionada.
En los 80, el Reynolds de Perico, Ángel Arroyo y compañía, logró relanzar un ciclismo español que estaba en una época complicada. ¿Creéis que después de la generación dorada de los Contador, Purito y Valverde Movistar vuelve a tener esa opción de dar un empuje a nuestro ciclismo generando ilusión y sacando nuevos talentos?
CGA: Estamos trabajando con ese objetivo. Al ser el único equipo español del WorldTour, tenemos esa responsabilidad. Con la salida de Richard, Nairo y Mikel, estamos trabajando con la base para crecer con un equipo nuevo. Seguimos el modelo que marca nuestra historia como escuadra desde aquellos años de Reynolds.
¿Con qué corredor actual te identificas en el sentido de parecerse a ti en las labores del equipo?
CGA: Creo que quien más se parece es Imanol Erviti, que tiene un estilo de corredor de equipo parecido a las funciones que yo tenía. También ahora Albert Torres se está haciendo un gran hueco como gregario en el llano.
Aun así, ahora creo que se corre diferente y es difícil encontrar un corredor de mis características, sobre todo porque ahora las fugas de rodadores en las grandes vueltas tienen mucho más difícil llegar.
¿Qué diferencias ves de cuando tú corrías al ciclismo de hoy?
CGA: Hoy en día en el ciclismo se disputa todo, así que hay muchos más equipos controlando la carrera y hay menos libertad para luchar por victorias.
Antes llegábamos al inicio de temporada con mucho menos entrenamiento. Ahora desde la primera carrera se va a tope y todo es mucho más competitivo.
¿Qué piensas de la actual generación de corredores que llegan tan jóvenes al máximo nivel?
CGA: El ciclismo de ahora es mucho más precoz. Todo va más rápido. Antes no había prisa por pasar a profesionales, pero ahora todo está más preparado y en cuanto despuntas en juveniles ya saltas a la élite.
Para terminar, ¿Cuál es tu sueño como director?
CGA: Ganar Flandes o Roubaix, sin duda. Sería mi máxima ilusión. Más incluso que un Tour de Francia.
Fotos: @ACampoPhoto
Nacido en Madrid el 2 de abril de 1986, Jorge Matesanz ha pasado por ser fundador y director de proyectos como Revista Desde la Cuneta, Tourmalet Magazine o High Cycling, además de colaborar en otros proyectos como Palco Deportivo, Plataforma Recorridos Ciclistas o Con el Plato Pequeño. Tras más de 15 años dentro del mundo del ciclismo, llega el momento de fundar Le Puncheur junto a Sergio Yustos y seguir acercando artículos de opinión, casi siempre sobre ciclismo profesional.