A pesar de que su historial como ciclista en categorías inferiores no fuese muy extenso, el cántabro Manolo Saiz tuvo la suerte de contactar en una concentración en Vigo con José Luis Algarra. De éste su maestro heredó Manolo su interés por la preparación física de los deportistas: en nuestro caso de los ciclistas. Y a esta parte es a la que dedicaría Saiz gran parte del tiempo de su vida profesional futura. Con estos conocimientos llegó a ostentar algunos cargos técnicos en la Real Federación Española de Ciclismo. Aún muy joven, Saiz ya combinaba labores de preparador de ciclistas profesionales con el cargo de ser el director de la selección nacional española junior y amateur.
De entonces datan ya sus primeras polémicas con la prensa especializada de la época. Saiz ya demostraba ahí sus métodos innovadores, no dejándose arrastrar por el pasado y preparaciones tradicionales. Fue desde un primer momento un innovador y rompió con todo tipo de continuismos. La prensa en general no aceptaba tantos cambios repentinos, y acechaba su oportunidad cuando los resultados de la selección no eran los esperados.
A pesar de esto, a finales de la década de los ochenta del siglo pasado, Manolo Saiz y Miguel Durán, Director General de la ONCE, entraron en contacto. Durán le ofreció dirigir un equipo profesional de ciclismo con ese nombre, en 1989. Partiendo de cero. Junto a Pablo Antón, comenzó a reclutar corredores y auxiliares. El equipo ONCE, vestido con un rápidamente identificable maillot amarillo, se convirtió muy pronto en un referente del ciclismo nacional y tardó muy poco en convertirse también en un referente del internacional.
Sin olvidar los triunfos de Laurent Jalabert en las grandes clásicas, donde Manolo Saiz y su ONCE dieron más que hablar fue en el circuito de grandes rondas y vueltas de una semana.
Saiz llevó y mantuvo el concepto de “el equipo por encima de todo” hasta las últimas consecuencias. Ahí residía su fortaleza. Quizás también fuera por ello, que el fichaje de Miguel Induráin para la temporada 1997 no fuera posible. A pesar de la buena relación que el navarro y Saiz mantenían. Y es que, las pretensiones salariales, absolutamente razonables para un quíntuple vencedor del Tour de Francia, no tuviesen cabida en ese concepto de escuadra, y con un presupuesto limitado.
Quiso la casualidad que los primeros años de vida de la ONCE coincidiesen con el esplendor de la carrera deportiva de Miguel Induráin. Así se creó una extraordinaria rivalidad entre Banesto y la ONCE. Una rivalidad que marcó una época dorada del ciclismo español. Retirado Induráin, tras la transición marcada en el Tour de Francia por Riijs, Ullrich y Pantani, la ONCE debió enfrentarse a otra bestia negra como fue Lance Armstrong. La cuestión es que Manolo Saiz nunca llegó a conquistar su sueño de ganar un Tour de Francia, aunque sí logró varias victorias en La Vuelta.
Contra esos dos extraordinarios ciclistas debió luchar sobre todo Manolo Saiz en la ronda gala. Y aunque nunca logró batirles en el Tour, el mérito del cántabro es cómo luchó contra ellos en la medida de sus posibilidades, los medios que dispuso para cambiar su suerte…
En España, mientras Banesto e Induráin centraban sus objetivos en Giro y sobre todo Tour, el GD. ONCE disputaba a tope todo el calendario de vueltas nacionales de una semana, prestigiando a esas organizaciones y logrando enganchar a los aficionados desde el principio de la campaña. Mérito al que el conjunto del ciclismo español debe estar agradecido.
De sobra es conocido su interés en la mejora de la aerodinámica, con constantes innovaciones respecto a los materiales utilizados. También es conocida la cantidad de tiempo que empleaba en supervisar los entrenamientos, tanto en planificación como en seguimiento diario, de sus ciclistas. La ONCE destacó por sus largas concentraciones de equipo haciendo “piña”. Concentraciones en las que Saiz convencía a sus pupilos de la importancia de una preparación física extrema. Minuciosa.
Una de las facetas más destacadas fue la agresividad táctica con que planteaba muchas carreras. Para el recuerdo por ejemplo la Vuelta de 1995. Casi siempre fue fiel a su idea de que el ciclismo, por lo menos con nueve ciclistas por formación, es un deporte de equipo. Y así pretendió batir a las individualidades: basando su fuerza en su equipo. Saiz recibió fuertes críticas y hasta burlas cuando sus agresivas estrategias no le conducían al triunfo. Pero él entendía que era ésa su forma más adecuada de conseguir las victorias. Y por otra parte, multitud de aficionados se lo agradecíamos, por el espectáculo y la batalla que proporcionaba.
En los años de Induráin, Saiz debió convivir en España con una prensa y una afición un tanto contrarias a él. Al calor de los triunfos estivales de Induráin, al ciclismo se acercaron, por suerte o por desgracia, un montón de “aficionados” que más sabían de hacer patria que de ciclismo. Aficionados que jamás entendieron que Saiz y su ONCE lucharan contra un ciclista español. Particularmente destacada en este aspecto fue la etapa de Mende en el Tour de 1995, en una memorable exhibición de fuerza y de táctica de todo el equipo cántabro.
El prestigio ganado en la carretera por Saiz le llevó a convertirse en un líder del ciclismo internacional. Mientras otros personajes muy influyentes, incluso del propio ciclismo español, prefirieron pasar más desapercibidos. Saiz se atrevió a retar a los poderes establecidos en el ciclismo. Propugnando un reparto de los ingresos, sobre todo los televisivos, donde los patrocinadores de equipos tuviesen más protagonismo. Saiz fue valiente en ese sentido. Esta valentía para discutir el reparto del dinero, y, en suma, de ese poder establecido, le granjeó diversos y fuertes enemigos.
Manolo Saiz ha cometido grandes errores, ya de sobra conocidos. Es consciente de que sus posibilidades de ser contratado como director deportivo son muy escasas. Así que, dirige sus esfuerzos a crear un equipo desde cero, como le ocurrió en la ONCE. Su última tentativa tuvo lugar con la empresa de energía ALDRO, que por ahora no ha podido dar el salto a la categoría continental. Seguramente no sea la causa más importante de ello. Pero su antigua idea de crear el entonces UCI Pro Tour, de crear una élite ciclista, tampoco ayuda a que entidades como ALDRO puedan dar el salto. Aunque también habría que aclarar si el actual World Tour se ha convertido en el reflejo exacto de la idea que guiaba a Saiz.
Hoy es el día en que sus declaraciones todavía no pasan desapercibidas entre la afición y siguen siendo referenciales, explicando a los jóvenes ciclistas que las quieran escuchar, la grandeza de este nuestro deporte. Pero también, la realidad de la dureza, de todo lo que hay que pasar, para ser de verdad alguien en él. Y esas palabras, a ciertos sectores de la juventud, no gustan. Y estas enseñanzas, aprovechando los errores que cometió Saiz en el pasado, son rápidamente defenestradas por sus detractores. Yo, a mi edad, pienso que una cosa no quita la otra, siempre que esas enseñanzas no nos vuelvan a llevar a los errores de antaño por él cometidos. Y vamos. Que quien escribe, jamás tampoco en su vida se ha topado con ninguna persona perfecta.
Manolo Saiz, con sus errores y sus grandes aciertos, cambió el ciclismo y todavía mantiene la valentía que tuvo antaño de ser fiel a sí mismo.
Foto: Europa Press
Raúl Ansó es pamplonés y cumple más de una década en proyectos como Road & Mud, Urtekaria, Desde la Cuneta, Planeta Ciclismo, High-Cycling y ahora Le Puncheur. El espíritu crítico y una visión siempre interesante sobre la actualidad, además de gran historiador del ciclismo.