Tras nada menos que veinte años de historia en la Vuelta a España, el alto de Aitana se ha convertido en una ascensión clásica en la carrera española. Si bien sus rampas tienen otras características, granjeó su fama en la previa a la edición de 2001, donde fue incluido por primera vez un final de etapa en su cima. En meta venció el danés Möller, perteneciente al conjunto portugués del Maia, aunque los titulares se los llevaron Óscar Sevilla, líder, y Ángel Casero, a la postre vencedor de la carrera.
La batalla que se vivió en la subida final fue decisiva para el resultado final, ya que Casero, contrarrelojista, pudo arañar ventaja sobre el líder, escalador, de cara a la última etapa, que era una dura contrarreloj por las calles de Madrid. Sin embargo, se pudo comprobar que pese a ser una ascensión larga y dura, nada tiene que ver con el monte ventoso mítico en el Tour de Francia.
Tres años más tarde se regresaría al techo de Alicante. Esta vez Leonardo Piepoli impondría su ley. Un gran escalador que se adelantó a Roberto Heras, que a la postre ganaría la Vuelta. Aquel 2004 se afrontó la subida tras realizar el ascenso a Tudons desde el norte y en una etapa durísima que los Kelme dinamitaron desde el principio.
En 2009 el sabor italiano volvió a estar muy presente. Damiano Cunego se llevó la victoria parcial tras colarse en una escapada e imponerse con facilidad. Al celebrarse de nuevo en los compases de Vuelta, apenas se dieron batallas determinantes. En cambio, en 2016, sí que fue esta montaña la elegida para albergar el fin de fiesta ya clásico de la última semana. La etapa previa al paseo final de Madrid donde los ciclistas celebran no sólo el final de la Vuelta, sino de la temporada.
La victoria fue para el galo Latour, de nuevo, en una fuga. Por detrás sí que se verían movimientos decisivos, como los ataques de Esteban Chaves en el puerto anterior, haciendo a Contador trabajar en primera persona muy lejos de meta, o las arrancadas de Froome a un Nairo Quintana que se daría el gustazo de vencer a quien le haría la vida imposible en la carrera por conquistar el Tour.
Desde entonces no se ha vuelto a incluir en el mapa de la Vuelta, aunque, sin embargo, se echa de menos el toque clásico que da. Pese a no ser un gran puerto ni contar con la fama del Angliru o los Lagos de Covadonga, sí que tiene esa etiqueta de ciclismo clásico, de cima en la que las grandes rampas brillan por su ausencia. Una carretera que aún tendrá mucho que decir en la historia del ciclismo. Muchos corredores entrenan en la costa alicantina y no pierden ocasión para disfrutar del sol y de una subida larga y de porcentajes sostenidos para entrenar. Le debe, eso sí, mucha dureza al puerto de Tudons (otro clásico). Su desvío en la cima arranca un tramo vertiginoso donde lo más difícil siempre son los primeros tres mil metros.
Foto: 1001puertos