El error lleva caminos opuestos al tipo de éxito que se puede cuantificar. En cambio, cuando el error proviene del intento de una gran hazaña, de una bocanada de aire fresco dentro de un ciclismo de ventanas cerradas y cada vez más cálculo y miradas al retrovisor, suele conducir a la gloria, al aplauso no cuantificable, pero sí explicable. Error puede ser buscar los objetivos equivocados. Más allá de ubicar las picas en el mapa que no corresponde, que puede ser tarea de otros ciclistas, quedar en el recuerdo es un hecho que proviene de sensaciones que van más allá de los números. De una mera posición.
Las posiciones son estáticas. Y al mundo le gusta más el movimiento. Más aún en la sociedad de Tik Tok y You Tube. Levantar a los aficionados de la silla puede ser un buen objetivo. Esos momentos que nos hacen recordar con quién y dónde estábamos el día que ese ciclista decidió hacerse inmortal. Un motivo para recorrerse la geografía enarbolando un maillot en apoyo de tu ídolo.
Enric debe saber que no ha cometido ningún error en esta Vuelta y que este hecho le ha llevado a un muy meritorio segundo segundo puesto tras el de 2018. Tampoco debe pasarse por alto que difícilmente se recordará su buen hacer más allá de unos libros de historia que tendrán en portada las exhibiciones de Roglic, el pundonor de Bernal o el inédito e indescifrable abandono de Supermán López a las puertas de la última etapa. Lo estático no despierta tanto como el movimiento. Heráclito en su mejor versión.
Otro error, en este caso de lectura, llevó a la confusión de las palabras ‘heredero’ y ‘heladero’, siendo la última de ellas el apodo asignado al ciclista balear. Sucedió en uno de los foros más populares de ciclismo en España, donde lo caduco se hace perenne. Apropiado para un héroe que más allá de innegable mérito de repetir la hazaña ya lograda. Ser segundo y con todas las connotaciones que ello soporta, deja a los aficionados bastante fríos. Es la forma de correr, la que ampara medidas de ahorro de energía por doquier, el alarmante anhelo de ataques y riesgos por conseguir o, al menos, intentar hacer cima en la clasificación. Seguramente el lugar fuese a ser el mismo al fin y al cabo. El sabor, helados mediante, bien diferente.
Si atendemos a una perspectiva positiva, no hay nada que reprochar a Mas. De hecho, desde ninguna se puede. Los ciclistas profesionales intentan llegar lo más lejos posible por todos sus medios. Algunos sustituyen fuerza con valentía y arrojo. Otros valentía y arrojo con fuerza. Nadie está libre de enfrentarse a alguien netamente superior como fue el caso de Primoz, aunque para vencer a gigantes hay que recurrir a las guerras de guerrillas, esquivar el cuerpo a cuerpo para favorecer el ingenio, el fortunio y hasta el infortunio. Goliath puede dar algunas conferencias sobre ello. Contador, el resto.
Precisamente del pinteño se desprendió el apellido que a veces se hace losa: el heredero. Cuando Enric ha estado suelto de responsabilidades, se ha visto a ese ciclista que sí prometía tomar el relevo, un nuevo generador de ilusiones, como lo fue Alberto. Ni siquiera victorias. Esa sensación de que todo podía saltar por los aires en cualquier instante tiene mucho más poder que cualquier número que se pueda aportar. Lo cualitativo sobre lo cuantitativo. Esa previsibilidad de su ciclismo, mezclada con alguna que otra intrigante declaración aleja a Mas del aficionado especializado. Al más ocasional, ante ausencia de oposición nacional, le parecerá absolutamente plausible su forma de enfocar las carreras. Sus motivos tienen para pensarlo.
Esa forma sombría, de resistencia, de búsqueda sin riesgo o con riesgo cuando no queda más remedio, no hace justicia a un corredor con un potencial extraordinario. Con esa pizca de osadía, la receta sería bien distinta, mucho más ilusionante. Pero cada persona y ciclista es como es. Y todos tenemos derecho a una evolución. Quién nos diría en sus comienzos que Escartín, con quien Enric Mas empata en la consecución de podios finales en la Vuelta, por ponerlo en perspectiva, iba a ser una de las referencias ofensivas del ciclismo español y mundial.
A sus 26 años tiene muchas historias aún por ser contadas sobre sus ataques o no ataques. Ya tiene mucho mérito e indica mucho motor el hecho de que doblando Tour y Vuelta dos temporadas seguidas haya obtenido sendos quintos puestos en 2020 y 6º y 2º en 2021. Lo que da idea de regularidad y solidez. Al césar lo que es del césar, en ensalada o en helado.
Foto: Movistar
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Nacido en Madrid el 2 de abril de 1986, Jorge Matesanz ha pasado por ser fundador y director de proyectos como Revista Desde la Cuneta, Tourmalet Magazine o High Cycling, además de colaborar en otros proyectos como Palco Deportivo, Plataforma Recorridos Ciclistas o Con el Plato Pequeño. Tras más de 15 años dentro del mundo del ciclismo, llega el momento de fundar Le Puncheur junto a Sergio Yustos y seguir acercando artículos de opinión, casi siempre sobre ciclismo profesional.