Nos marchamos a Andorra, el país de los Pirineos. Esta vez no visitaremos a nuestro Xavier Palacios, aunque sí mimetizaremos con los valles de montañas interminables que le admiran desde lo alto. Puertos que escalan para alzarse en muchos casos sobre los 2000 metros de altitud, barrera psicológica que hace aún más daño a las piernas que a la cabeza. Uno de los más conocidos, remontando el valle de Ordino, es el Port de Rat. Lo que viene a ser, para que nos entendamos, la prolongación por tierra de la subida a la estación de esquí de Ordino-Arcalís. El asfalto corona a 2.230 metros, pero la pista aún asciende durante un par de kilómetros para llegar a los 2.360 metros. Vista espectacular de la subida desde Street View.
Se tiende a despreciar esta subida por el control de la misma por parte del pelotón profesional. Y no deberíamos, porque hablamos de un puerto con 18 kilómetros de longitud para ascender más de 1.000 metros de desnivel, lo que promedia un 5,6% de pendiente. Los que no somos pros debemos calcular bien los esfuerzos, que superarán la hora con facilidad. Si bajas de este tiempo, plantéate si mereces el apelativo de cicloturista o tengas ahí una profesión frustrada por descubrir. Para la gente a la que nos pesa el culo en las subidas: Arcalís es una subida donde a ritmo se asciende bien, pero que requiere de mucha paciencia, se hace bien larga.
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El puerto
El punto de inicio se puede ubicar en la propia Andorra la Vella, desde donde la carretera va ganando altitud. Eso sí, cuanto más próximos a la capital del Principado, más tráfico y carreteras menos atractivas para la bicicleta. La Massana u Ordino son puntos más adecuados para emprender la marcha si exclusivamente vamos a degustar este plato de un excelso menú gourmet que son los puertos andorranos. Más allá del paisaje, que no deja de ser alta montaña pura y dura, el trazado de la carretera (algo ancha y transitada) es una gozada. La primera parte contiene tramos más rectilíneos, más tarde ganará en belleza y se nos hará más fácil mentalmente.
Pasada la localidad de El Serrat (a unos 16 kilómetros de la cima de Arcalís) la pendiente se revuelve e incrementa su crueldad. Nunca más allá del 12% y siempre sobre un asfalto excelente. Pasamos de falsos llanos y descansos a un puerto que no dará respiro. Encajonados entre montañas que se acercan a los 3.000 metros, el viento puede ser un factor a tener en cuenta, como en cualquier valle por el que dejemos llevar a nuestra bicicleta. Y casi siempre será en contra, aceptémoslo. Regresan las rectas tras esa fase más empinada y muy pronto encontramos novedades. Empezamos a ver al fondo un par de herraduras que se cuelgan de la montaña, rodeadas aún por árboles. Atravesaremos también el único túnel en la ruta. Son apenas doscientos metros donde, si el calor aprieta, sentiremos alivio.
Tenemos una alternativa a este tramo. A mano derecha sale una pista, que corresponde con la carretera vella (vieja). Es perfectamente ciclable y permite el ahorro de esas dos herraduras y el túnel, que tiene es pendiente machacona que a estas alturas hace daño. Por una u otra vía, alcanzamos el primer parking de la estación. Aquí se quedan los vehículos motorizados y sólo podremos proseguir las bicicletas. Se viene el mejor tramo de Arcalís: doce herraduras enlazadas que nos eleva fácilmente. Hay telecabina para superar este tramo, pero merece más la pena en bicicleta. La pendiente, por contra, no es demasiado elevada y siempre girará en torno al 7%. Muy constante, eso sí. Por encima de los 2.000 metros de altitud ya. El puerto se hace interminable como escaseen las fuerzas.
Coronamos y vamos ya rodeando la montaña. Es el empuje final antes de llegar al segundo plateau de la estación de esquí. Pasamos junto al característico aro, obra de Mauro Staccioli, y somos conscientes de que esto se acaba… o no. Cuando llegamos al último parking, que se hace de rogar, continuamos hasta el final del mismo, donde junto a las clásicas edificaciones de la estación parte una pista de tierra blanca perfectamente localizable. Estamos por encima de los 2.200 metros de altitud, el desgaste ha sido importante, sea cual sea el ritmo del ascenso. Pero aún quedan emociones por vivir. Quedan un par de kilómetros con varias lazadas blancas sobre un paisaje de verde predominante. ¡Es precioso!
La pendiente aquí no varía en exceso. Podemos encontrarnos más obstáculos en la carretera, inundada por caballos salvajes que se irán apartando a tu paso. En este tramo final existe alguna piedra, aunque con ruedas finas y precaución se debería poder subir sin mayor problema. Un tramo recto y más fácil nos hace ver el final, que se encuentra junto a un túnel, casi siempre inundado. No es transitable y se cree que fue un antiguo proyecto de conectar Andorra con Francia, pero no se llegó a terminar. Se dice que hay estalactitas en el interior, si bien no se recomienda la entrada bajo ninguna circunstancia.
Aquí, junto a una pequeña explanada, arranca el torrente que recoge agua para el río Tristaina, que nos irá acompañando. Hay opción de llegar más arriba, al verdadero Port de Rat, si bien a partir de aquí es todo terreno para BTT. Las pendientes son bastante más agresivas en esa sección y la altitud final ronda los 2.500 metros. Cuidado con la bajada y con las distracciones del paisaje. Y, sobre todo, disfrutad de la maravilla que acabáis de ascender.
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Las rutas
A todas las combinaciones hay que añadirles en la subida a Ordino-Arcalís la zona de herraduras sobre el primer parking y el apéndice final del Port de Rat. Todo ello añade unos 400 metros más de desnivel. En esta primera opción recorremos las carreteras de acceso a las estaciones de Vallnord, con Arcalís en primer término, y Arinsal y Pal para rematar la ruta. No encontraremos porcentajes excesivos, sí buenas carreteras y potencialmente tráfico en épocas vacacionales. Mucho desnivel y altitud respetable. Como tenemos el principio y el final de la ruta en el mismo punto, si llegado el caso de no contar con fuerzas queremos modificar, siempre tendremos la opción de darnos la vuelta y dejarnos caer con la pendiente.
La segunda de las rutas ya incorpora dos puertos de paso. En la misma distancia sufrimos un desnivel similar, pero esta vez no descendemos por el mismo lugar del ascenso. Al menos cuando no se trata de Arcalís. Las combinaciones son variadas entre estas tres montañas que distan una de otra apenas unos kilómetros. Se debe tener en cuenta que las fuerzas tienen un límite. La opción más lógica si tienes dudas de poder realizar esta ruta es dejar Arcalís para el final. Porque una vez se salte de valle, habrá que ascender sí o sí para acceder al punto de inicio y preparar la vuelta a casa (o al hotel). Eso sí, si Arcalís va al final, gozaremos de más energías en los puertos de paso y en la última, ya más cansados, podremos darnos la vuelta y disfrutar de un placentero descenso.
Nivel experto. Cinco montañas en lo que sería etapa reina de muchas vueltas profesionales. Desde Sant Juliá de Lòria hasta Arcalís, más de 4000 metros de desnivel. Y eso que apenas recorremos 100 kilómetros. La Rabassa, La Gallina, La Comella, Beixalís y Arcalís son cinco montañas que por sí solas nos crearían dificultades. Si las encadenamos, la dificultad aumenta. Lo positivo de esta ruta es que es indiferente el lugar en el que encontremos el límite. Desde cualquier punto hay opción de que sea todo bajada hasta el lugar de partida.
Fotos: Jorge Matesanz y 1001puertos.com
Manuel es un amante del ciclismo nacido en Cuenca y residente en los alrededores de Madrid. A su ritmo, sus rutas le han llevado a recorrer medio mundo a lomos de su bicicleta. Comparte desde aquí sus experiencias y recomendaciones para cicloturistas.