Si nos desplazamos a presenciar una carrera ciclista en directo, o bien la vemos por televisión, al fijarnos en los aficionados que pueblan la cuneta es raro que falte la bandera amarilla con el león rampante negro en medio. Con permiso de la ikurriña, la bandera de Flandes se ha convertido en símbolo de ciclismo, en un lugar del planeta donde este deporte es prácticamente una religión, en especial cada primer domingo del mes de abril en su cita con la célebre De Ronde.
Además de los símbolos plasmados en una bandera, esta región belga también cuenta con referentes de carne y hueso. Como Achiel Buysse, el primer ciclista en la historia en vencer el Tour de Flandes en tres ocasiones. Otros como Briek Schotte, un característico tipo rudo flamenco que fue tal su relación con el Tour de Flandes que hasta falleció el domingo que se disputaba la carrera en 2004. Eric Leman, Roger de Vlaeminck o Freddy Maertens, simbolizaron como nadie la esencia del arquetipo de ciclista flamenco.
Pero ninguno de ellos fue, a ojos de prensa y afición, merecedor del apodo de “León de Flandes”, como ocurrió con Johan Museeuw, aunque muchos años antes el italiano Fiorenzo Magni si fuera apodado como tal tras ganar tres ediciones consecutivas de la gran clásica flamenca.
Hablar de Johan Museeuw es hacerlo de la historia de las grandes clásicas en la época de los noventa y a principios del siglo XXI. Sus comienzos como ciclista profesional fueron en el modesto conjunto ADR en la temporada de 1988. Un equipo que se hizo famoso por el fichaje de Greg Lemond posterior a su accidente de caza, y llevando este maillot, el americano venció en el inolvidable Tour de Francia de 1989.
De aquella alineación del ADR también formó parte Museeuw, siendo uno de los pocos que acabó la carrera para su equipo. Una escuadra muy peculiar, un extravagante manager, François Lambert, que ni siquiera pagaba a sus corredores a los cual adeudaba varias nóminas. Como no podía ser de otra manera, el belga abandonaba este conjunto a final de temporada rumbo al Lotto, donde comenzó su idilio con las volatas, y es que en sus primeros años era considerado un velocista puro, como muestran las dos victorias que consiguió en el Tour de Francia de 1990. La primera en Mont-Saint Michel y, sobre todo, la segunda, nada menos que en los Campos Elíseos de Paris.
“En la etapa de Mont-Saint Michel me di cuenta de que podía ganar a cualquiera, el año que viene iré a por el maillot verde”. Lo cierto es que esta clasificación nunca la llegó a conseguir. Aunque en esa misma temporada de 1990 iba a conseguir subir al podio en Gante-Wevelgem y en el GP Escalda, su primera gran actuación en un monumento fue en el Tour de Flandes de la siguiente campaña.
Aquel domingo de abril consiguió el primero de sus ocho podios en la carrera flamenca tras quedar en segunda posición por detrás de su compatriota Van Hooydonck. Su primera gran victoria en uno de los denominados monumentos del ciclismo, se iba a producir dos años después en 1993, ya en las filas del GB MG de Giancarlo Ferretti, cuando se impuso en la meta de Meerbeke a Maasen después de una escapada con el maillot de campeón de Bélgica a la espalda.
“Me dije que la mejor solución era atacar de lejos”, consiguiendo así el primero de sus tres triunfos en De Ronde (1993, 1995, 1998). Para un corredor flamenco como Museeuw, se hace realidad el mayor de los sueños, poder brillar en la carrera de casa. Sus duelos con algunos de los grandes clasicomanos de la época son inolvidables, como Andrei Tchmil o Michelle Bartoli. Su última aparición en el podio del Tour de Flandes data de la edición de 2002, en la que quedó segundo detrás del italiano Andrea Tafi.
En 1995 se produjo uno de los momentos clave de su trayectoria profesional, cuando formalizó el fichaje por el conjunto Mapei de Patrick Lefevre, un hombre fundamental en su carrera. Vistiendo los colores de la escuadra italiana iba a comenzar su relación con el otro gran amor de su carrera deportiva, la Paris-Roubaix.
Su primer podio de los seis conseguidos en el Infierno del Norte, tuvo lugar en esa primera campaña con el Mapei siendo la temporada siguiente su primer triunfo en el célebre velódromo, de los tres que iba a conquistar (1996, 2000, 2002). Aquella jornada quedará grabada en el recuerdo por el dominio aplastante del equipo de Patrick Lefevre.
La exhibición se fraguó muchos kilómetros de meta, una demostración de fuerza y estrategia llevada a la perfección que acabó con tres ciclistas del mismo equipo en la pista del velódromo de Roubaix: los italianos Bortolami y Tafi y nuestro protagonista Museeuw. Hubo polémica por quien iba a ser el vencedor, se habló incluso de una llamada del patrón de Mapei desde Milán, Giorgio Squinzi.
La supuesta versión oficial es que Lefevre apostó por Museeuw al ser el líder natural del equipo y el candidato a la Copa del Mundo, mientras que recientemente el propio corredor belga declaraba en una entrevista que la decisión fue totalmente suya. Y que en ninguna caso le podían disputar la victoria, todo aquello contribuyó de forma imparable a una gran polémica en la prensa italiana, que acusaban al sponsor de ir en contra de los propios italianos. De una forma u otra el trofeo con la piedra está en casa del León de Flandes.
El episodio probablemente más dramático de su carrera deportiva también lo experimentó Museeuw en la Paris- Roubaix. En la edición de 1998 tuvo lugar un verdadero domingo en el infierno para el corredor flamenco. El paso por el Bosque de Arenberg, un lugar icónico en la Roubaix y en el ciclismo mundial, se convertía en un auténtico suplicio para el ciclista belga que se rompía la rótula de la rodilla en una caída, además de coger una infección en la misma debido al estiércol que había en ese tramo, y que a punto estuvo de amputar la pierna del corredor de Mapei, algunos ya le dieron por acabado para el ciclismo, en cualquier caso, entre ellos muchos médicos.
Por el contrario, dos años después, se produjo la resurrección cual ave fénix del corredor flamenco. El escenario fue el mismo, la Paris-Roubaix, y el resultado una victoria llegando en solitario a la meta del velódromo en un emotivo final, mostrando su pierna y rodilla en el momento de cruzar la línea de meta. Como homenaje a él mismo y a todos los que confiaron en su recuperación y su vuelta al ciclismo. Emocionado recogía su segundo adoquín, que no sería el último, porque en 2002, con 37 años, con el maillot del Domo, heredero de Mapei, nos dejaba su última exhibición, llegando con más de tres minutos de ventaja sobre el segundo, y eso que una semana antes tras su segundo puesto en Flandes estuvo a punto de poner fin a su carrera.
Además de los tripletes en los grandes monumentos adoquinados, las dos generales de la Copa del Mundo, la infinidad de clásicas, victorias de etapa en otras pruebas. Y sus dos campeonatos nacionales, brilla con luz propia en su palmarés el Campeonato del Mundo conseguido en la ciudad suiza de Lugano en 1996.
En sus propias palabras, es su victoria más especial, la que le permite vestir el preciado arco iris durante un año entero. Cimentó esa victoria sin apenas equipo a pesar de tener a Eddy Merckx a los mandos, aprovechando las disputas internas de los italianos, los suizos o los franceses. Llegó con el suizo Gianetti a la meta y le batió sin muchos problemas precisamente el día que cumplía 31 años. Retirado en la temporada 2004, Johan Museeuw también ha confesado algunos de sus pecados años después, como su controvertida relación con las sustancias dopantes. Y en la actualidad trabaja como acompañante de lujo de ciclistas de todo el mundo para conocer los míticos tramos de pavés que le llevaron a la gloria.
Foto: Offside

Alberto Díaz Caballero es madrileño y uno de los puntales de Le Puncheur. Anteriormente, había participado también en High-Cycling, así como en otros proyectos como Road & Mud y Planeta Ciclismo. Sobre historia, sobre actualidad o sobre cualquier tema. Un todoterreno del ciclismo que transmite conocimiento y pasión en cada texto.