Si uno piensa en lo más atractivo del Giro de Italia, no es la maglia rosa, ni las maravillosas ciudades que dan salida y meta a cada una de las etapas. Lo es la imagen de los grandes puertos repletos de aficionados y carreteras que se retuercen entre neveros y giros imposibles para escalar por paredes que son pura pasión. El problema es que hay que escarbar mucho y muy lejos en la memoria para encontrar las últimas imágenes, porque, cuando las hemos tenido, el resultado no ha sido satisfactorio. Véase, sin ir más lejos, la etapa que alcanzaba las Tres Cimas de Lavaredo en la edición 2023 del Giro de Italia. Una montaña tras otra para acabar viendo duelo por la maglia rosa reducido a los 500 metros finales.
Puede suceder y no es responsabilidad de la organización. Sí lo es la elección de las etapas y la gestión de los protocolos, indefensos como están ante la voluntad de los ciclistas, encabezados por la representación de Adam Hansen, quien curiosamente siempre descarga la responsabilidad en sus representados a poco que se le apriete dialécticamente. Un nuevo escándalo: ¿se sale o no se sale? La nieve hace acto de presencia y, pasadas las 11 de la mañana, RCS comunica a la prensa que se establece una nueva salida, esquivando las montañas a través del túnel que comunica Livigno con Suiza, frontera mediante. El país helvético no pertenece al espacio Schengen, no lo olvidemos. El coste del paso de la caravana puede ser cuantioso. Pero era la única forma de encontrar una solución.
Salida desde Prato, pero en el camino un recorrido en autobús que no ofrece garantías de que se empezase la etapa a las 14:00 como se había pronosticado. Mientras tanto, rumores de cancelación de la etapa por plante de los ciclistas. Incertidumbre, incertidumbre y más incertidumbre. Y entre todo este jaleo de mañana, todos nos preguntamos: ¿es este escenario el que más conviene al ciclismo en estos momentos? No es la primera ni será la última vez que esto suceda. Por suerte, la que venía no era una etapa reina, si bien sí se trataba de una jornada de montaña con el Stelvio (posteriormente el Umbrail Pass, bautizado con el nombre del pueblo helvético al pie para darle cierto bombo al paso por Suiza).
El Umbrail fue el puerto donde Tom Dumoulin paró a hacer sus necesidades. Puerto alrededor del cual se produce una nueva ‘cagada’ (si se me permite) del pelotón en su conjunto. Si en tenis está claro el protocolo y se acepta que ante circunstancias de lluvia se suspenda, ¿por qué no en ciclismo? Hay que aceptar que imágenes como las del Gavia en 1988 deberían ser evitadas, eso está clarinete. Pero también las del Gran San Bernardo en perfectas condiciones en 2023 y esquivado por una mafia que está pudriendo la conexión del ciclista con el aficionado y a su vez con el organizador. Lo aventuré en 2023 con aquella carta dirigida a Adam Hansen. Lo pronostico desde ya: si no se sientan todas las partes a encontrarle soluciones a este conflicto, año tras año nos encontraremos con plantes y situaciones tan desagradables como la producida en esta mañana de mayo de 2024.
Sólo habrá una diferencia, y es que por el camino muchos aficionados se habrán bajado del tren. ¿Cómo desplazarte a Italia para ver in situ el paso por uno de estos colosos a sabiendas de que existe un alto porcentaje de posibilidades de que lo suspendan casi en la víspera (o la misma mañana)? ¿Cómo ilusionarse con ver una gran etapa de montaña si está rodeada de incertidumbre por todos los costados? Que nadie se olvide que al ciclismo se ha subido mucha gente que admira a los ciclistas por pelear contra gigantes como el Stelvio o el Gavia. Y que la suspensión reiterada de estas montañas sólo empuja en la dirección contraria a hacer del ciclismo un deporte más seguido.
El Giro no tiene culpa en lo sucedido en Livigno. O sí. Por haber dado pie a que el gremio ciclista se le haya subido a las barbas. Ser una carrera competitiva en lo económico no implica tener que deshacerse de tus raíces. Y el Giro es otra cosa, no una mera marioneta en manos de unos ciclistas que deberían hacer autocrítica y, de nuevo, pensar en quién y qué los mantiene en el profesionalismo. Sin público, no hay sponsors. Sin sponsors no hay sueldos que cobrar. Sin organizadores no hay tapete sobre el que jugar. Por tanto, todos están (estamos) en un mismo barco que sigue a la deriva. Guiado por capitanes que no deberían serlo y que están conduciendo (y confundiendo) al ciclista al desastre. Cuando más desapego exista entre el ciclista y sus aficionados, peor para el deportista. Al final, el aficionado se enganchará a otro deporte, que no hay precisamente pocas alternativas.
También tiene parte de culpa en el diseño de tres días en la llegada y salida con día intermedio de descanso en una estación de esquí encajonada y con muy malas comunicaciones para contingencias como la que ha sucedido. No es el primer año que sucede ni será el último. Pero, imagino, la situación financiera no está como para rechazar o poner peros a según qué oportunidades. Que hubiese nieve era fácil pensarlo. Y que hubiese plantes y necesidad de soluciones, también, visto lo visto en los últimos tiempos con el actual patito feo de las Grandes Vueltas como es el Giro. En muchos casos, los ciclistas participan casi por obligación en ella. El mal tiempo no gusta al pelotón, que prefiere el sol y el calor para sus cuerpos escuálidos y escasos en grasa corporal. La desaparición de las mayorías italianas, más implicadas en el Giro a todos los niveles, produce de forma colateral estas situaciones donde la voz cantante la va a llevar un ciclista o grupo de ciclistas o representantes que tienen más interés en la queja, en poner palos en la rueda o en justificar su sueldo.
Todo por no establecer un protocolo de actuación. Todo por ir construyendo sobre la marcha sobre cimientos de arcilla y poca consistencia. Los problemas se amontonan y sólo se aplican miradas hacia otro lado. El ciclismo encadena etapas entre la vergüenza y la nada absoluta. Deberían darse cuenta todos los estamentos implicados que su propio circo está en peligro y que la evolución del mismo está girando en direcciones muy opuestas a los caminos que nos han traído a muchos hasta aquí. Es decir, que un deporte que vive en gran medida de su historia y de tradiciones acabe por ser un cruce desdibujado entre la magnífica prestación de una generación inigualable de ciclistas y el desdén y falta de notoriedad del resto, que se dedica a contemporizar esfuerzos día tras día de forma anónima. Gente que pagaría por estar dando pedales, fuera del ciclismo. Gente que no valora la suerte y fortuna de hacerlo, dentro. Algo falla. La UCI, a lo Laudrup, mirando al tendido. Hansen y acólitos, tirando piedras y escondiendo la mano.
Mientras tanto, la mayor víctima, el Giro de Italia, que vuelve a verse envuelto en una situación triste y que no anima precisamente a dedicarle horas al ciclismo. Entre la falta de combatividad de los últimos tiempos y la presencia por fin del corredor más adorado del momento, Tadej Pogacar, la imagen de la carrera va cayendo en picado. Incentivada por las vergonzosas modificaciones del recorrido que año tras año van siendo noticia en las semanas previas al comienzo de la corsa rosa, delatando improvisación y falta de los apoyos necesarios, quizás, en las instituciones. Preocupante, en todo caso. El protagonista absoluto de estas tres semanas, donde la competición por la primera plaza no ha existido ni desde antes de la carrera, debería haber sido Tadej Pogacar y no ningún aspecto extradeportivo. Las polémicas han comido terreno al deporte y siguen caminando en su trayectoria de destrucción y desilusión. No hay que olvidarse del contexto del que venimos, que es de una Vuelta a España (anterior grande) donde también se suspendieron partes decisivas de etapas en primera semana y posteriormente vimos cero batalla por el podio, copado por el dominio absoluto del entonces Jumbo-Visma.
A ver si la última semana vuelve a girar el foco hacia las epopeyas deportivas y nos hace olvidar que en cuanto azuza un poco el viento se observan todas las carencias organizativas del ciclismo. Y que cada estamento tira de la goma en una dirección. El resultado es bien conocido, por lo que deberíamos todos pedir que de una vez por todas este mal día para el ciclismo y para el Giro de Italia, sostén histórico de este deporte, al menos sirva para marcar un punto de inflexión que derive en mejores días para el mundo del ciclismo. Pero todos sabemos que esto no sucederá, y que el interés particular de cada uno a corto plazo, que son los dos términos fundamentales que prevalecen sobre todos los demás, acabará por imponerse una vez más.
Nacido en Madrid el 2 de abril de 1986, Jorge Matesanz ha pasado por ser fundador y director de proyectos como Revista Desde la Cuneta, Tourmalet Magazine o High Cycling, además de colaborar en otros proyectos como Palco Deportivo, Plataforma Recorridos Ciclistas o Con el Plato Pequeño. Tras más de 15 años dentro del mundo del ciclismo, llega el momento de fundar Le Puncheur junto a Sergio Yustos y seguir acercando artículos de opinión, casi siempre sobre ciclismo profesional.
Hola Jorge:
Tú en esta discusión con quien vas ?
Vas con RCS/ la organización o vas con los ciclistas y sus representantes ó…..? Creo que vas con los ciclo-amantes / los espectadores…pero no estoy completamente seguro.
No quiero politizar la discusión pero hay que tener en cuenta que el mundo del ciclismo se ha profesionalizado y con ello también los aspectos y normativas sociales que rodean al ciclista, nos guste o no ! Y al conjunto de ciclistas no se les puede tratar como ovejas mansas que cambian la dirección según quien les guie. Vivimos en el 2024…
Dicho esto…..el Giro tiene que aprender a comunicar mejor. Se podría haber comunicado como mínimo el día antes en vez de la misma mañana. Lo que pasa es que hay muchos intereses (comerciales) y RCS quiere tener siempre la sartén por el mango. La ciudad de Livigno paga mucho dinero por la salida y una vez se anula la salida la regla es que el año que viene tiene derecho a una salida de etapa sin tener que pagar nada….Por ahí van los toros…..por eso hubo “la doble salida…”.
Parece ser que la etapa del sábado (doble subida al Monte Grappa) está en serio riesgo (no la etapa pero sí la doble subida) por la enorme cantidad de agua que ha caído en la región. Sería una enorme devaluación del Giro 2024….
Por qué razón el Giro, a sabiendas de los riesgos que hay con el tiempo en el norte de Italia en el mes de Mayo, no tiene de antemano un plan B para cada etapa y lo comunica todo de antemano? En mi mundo profesional eso se llama la mitigación del riesgo…no lo entiendo. Es muy feo que año tras año haya cambios a última hora..
Ah…otra cosa…..hay mucha gente que ahora quiere cambiar las fechas de Giro y Vuelta…..ojo con esto! Vivo en Holanda y escucho “otros intereses y otro ciclismo”. No estoy de acuerdo. Hubo un tiempo cuando la Vuelta se corría en primavera y se cambió todo a las fechas actuales. Ojalá no ceda la Vuelta/ ASO.
Un saludo,
Paco Avila
Buenos días, Paco.
Yo no voy con nadie. Suelo defender a las partes débiles o combatir las injusticias, y estos sucesos me parecen una absoluta injusticia para el ciclismo. Este deporte se va a ir al garete en la parte pro si los propios pros no abren los ojos de una vez y le ponen nombre a los problemas y la vista al medio y al largo plazo.
Sobre tratar a los ciclistas como ganado, es exactamente así como se comporta. Siguen los dictados de la mayoría, o de las voces que creen dominantes por evitar conflictos. Están muy mal asesorados y dirigidos. Las voces que les representan les dejan en muy mal lugar cada vez que pasa una cosa de estas porque la sensación que queda es que el ciclista sólo puede competir si es bajo las condiciones que ellos decidan esa mañana, a capricho. Y aquí hay muchas partes implicadas en esto, no es todo dar pedales, llegar a un hotel de cinco estrellas y a la cama. Por detrás de ellos hay mucha gente que día tras día brega para que ellos sólo tengan que dar pedales. Y encima son los que ponen problemas.
El organizador tiene su parte de responsabilidad y culpa, cómo no. Pero sobre todo la UCI, que presta más atención a los colores del maillot o del culotte de Pogacar que a cosas realmente relevantes como es esta disputa. Lo he comentado en otros foros, que conozco al menos a dos grupos de amigos que iban a acudir a ver el Stelvio en carrera. Ante los rumores de cancelación, fuera viaje. Y esto es lo que se está extendiendo, la incertidumbre, el no saber hasta la misma mañana si va a haber carrera. Así es muy difícil seguir un deporte.
Pero si los ciclistas y todos los palmeros prefieren un deporte sin público, adelante, que sigan esta cruzada contra el sentido común. No hablo de suspender con condiciones como las de ayer, que tenía bastante sentido. Pero la incertidumbre de si van a salir, si desde dónde, es totalmente innecesaria. Un protocolo bien hecho, acordado por todas las partes y que se sepa a qué atenerse. Ésa es la clave, como sucede en otros deportes. Si lo dejamos a capricho de los ciclistas, como la mayoría del pelotón corre el Giro por obligación y la mayoría de los corredores completan etapas con la corona más grande posible a horas del líder, no querrán enfrentarse al mal tiempo, como es lógico.
Nadie quiere que nadie lo pase mal. Yo en ese sentido lanzo dos reflexiones: una/ ser ciclista no debería estar al alcance de cualquiera; dos/ el seguimiento del ciclismo se basa en la admiración por unos deportistas de élite que resisten kilómetros, dureza y el tiempo que les toque. Sin extremos, que nadie pide el Gavia’88.
Pero a ver si cicloturistas que pagan una inscripción son capaces de soportar lo que les echen teniendo que trabajar al día siguiente y con todas las molestias logísticas y demás, y un ciclista pro con todas las comodidades al alcance se va a rajar de dar la cara porque hace frío o llueve. Las excusas de las bajadas no sirve porque se baja más despacio. Y si es por cuestión de frenadas y congelación, hay millones de productos hoy día que ellos mismos anuncian en muchos casos para prever según qué situaciones.
Es más, en algunos casos es gracioso escuchar a gente quejarse de todo esto y después subir la foto a Instagram entrenando bajo una nevada copiosa. Ah, es que para Instagram hacerse la foto mola. Pero esa mañana no nos apetece sufrir ni pasar frío y hay que buscar la forma. En 2023 las excusas eran el estado de las carreteras, el frío, la nieve, las bajadas, que medio pelotón estaba enfermo… Como anticipé en su día, en 2024, bastante más justificado, ha pasado lo mismo y la imagen del ciclista ha seguido perdiendo credibilidad.
¿No se dan cuenta? No, porque viven en su burbuja y no miran más allá del ombligo. Y deberían. Porque en ello va su trabajo y el de las generaciones posteriores. Y lo peor es que conozco a varios ciclistas del World Tour que están totalmente de acuerdo con todo esto que digo, pero no dan el paso o prefieren no meterse en líos. Pues lo siento, pero el espacio que no ocupa uno, lo ocupa otro, en este caso gente que se asigna la representación de sus voces y que lo único que defienden es su nicho en el ciclismo. No se puede hacer una tortilla sin romper los huevos. Y como sigamos así no va a haber huevos que romper.
Allá cada uno…
PD: Gracias por comentar, como siempre.
Totalmente de acuerdo Jorge !
El problema es que RCS / el organizador del Giro no quiere las cosas bien hechas, no quiere un plan B que esté listo de antemano, no quiere formar parte de un sistema de gobernanza donde se deciden las medidas y acciones ante los riesgos.
RCS siempre quiere tener la sartén por el mango y que nunca se pueda tomar una medida por mayoría que ellos no defienden.
Dicho de otra manera: prefieren problemas y mala comunicación antes que una decisión que les cueste dinero.
Un saludo Jorge,
Paco Avila