Tras la polémica desatada en la etapa del Giro de Italia de ayer, en lo relativo al recorte de su recorrido debido a las condiciones meteorológicas, me ha parecido oportuno reflejar por escrito una serie de consideraciones. Ninguna persona que se considere aficionada al ciclismo y esté en su sano juicio desea que le suceda nada malo a los ciclistas. Esto, que pudiera parecer algo innecesario de ser escrito, es conveniente aclararlo cuando se leen y escuchan determinados comentarios.
Conviene diferenciar dos conceptos cuando llegan estos días cargados de polémica. Por un lado, la seguridad de los ciclistas, y por otro, la dureza de un recorrido. Sobre la seguridad de los ciclistas, a estas alturas del siglo XXI, la mayoría de la afición estaremos de acuerdo en que hay que protegerla por encima de todo. Es algo absolutamente innegociable… partiendo de la base de que, si algo caracteriza al ciclismo, es precisamente su inseguridad. Pero debe quedar claro que no debe agravarse esa inseguridad hasta términos del todo inasumibles. Como, por ejemplo, descender un puerto con hielo o con unas manos tan ateridas que impidan el manejo de unos frenos… En fin, todos aquellos condicionantes que no permitan el manejo de una bicicleta.
Pero me temo que, ya a estas alturas, el origen de la polémica no es la seguridad de los ciclistas. El origen de las polémicas se debe, en mi opinión, a que, cuando llegan estas situaciones, hay poderes dentro del ciclismo que las aprovechan para, escudándose en la seguridad de los ciclistas, conseguir como objetivo restar dureza a las etapas. Eso es lo que genera estos conflictos. Y esto lo escribimos teniendo en cuenta que lo sucedido ayer no sea el ejemplo más paradigmático para escribir lo que estamos escribiendo. Porque ayer, seguramente el descenso del primer puerto, el Umbrailpass, reunía los requisitos necesarios para que la etapa se neutralizase. Al menos por las imágenes que llegamos a ver.
Pero es que existen unos antecedentes que son los que cargan las tintas para que lleguemos a situaciones como las de ayer. Un resfriado adquirido durante la disputa de una etapa con lluvia no es un tema de seguridad; es un tema de dureza. Ayer pudimos escuchar a un ciclista, por lo menos, decir que correr con las condiciones meteorológicas adversas de ayer puede implicar que algunos ciclistas no lleguen a acabar el Giro. ¿¿¿Y???
Se trata de que quien acabe una vuelta de tres semanas lo haga por haber hecho unos méritos extraordinarios. Los que nos aficionaron a este deporte. Es que, si vamos primando el hecho de que acaben una ronda de tres semanas todos los ciclistas que parten de la línea de salida, estaremos incurriendo en un error de concepto acerca de qué es el deporte de alta competición.
Viernes, 21 de octubre de 2020. El Giro de la pandemia. Tras haberse ascendido el Stelvio el día anterior, los ciclistas deben afrontar una jornada de 251 kilómetros entre Morbegno y Asti, casi tan plana como la palma de la mano. Una jornada que amaneció lluviosa, y en la que algunos de los ciclistas solicitaron que se redujese el kilometraje. Cosa que finalmente consiguieron. ¿Con qué razón? ¿La lluvia? ¿Los posibles resfriados? Era una jornada sin absolutamente ninguna dificultad técnica de seguridad. Sí, por supuesto, de dureza.
¿Quién se encarga de restar credibilidad a las reivindicaciones de los ciclistas? De aquellos polvos, estos lodos. Sí rotundo a la seguridad de los ciclistas. No rotundo a que ciertos colectivos con mucho poder en este deporte aprovechen la seguridad del ciclismo para colarnos de rondón otras cuestiones relativas a la dureza de este deporte. Una dureza que supimos reconocer desde niños, y que fue la que nos enganchó a este deporte.
Raúl Ansó es pamplonés y cumple más de una década en proyectos como Road & Mud, Urtekaria, Desde la Cuneta, Planeta Ciclismo, High-Cycling y ahora Le Puncheur. El espíritu crítico y una visión siempre interesante sobre la actualidad, además de gran historiador del ciclismo.