Cuando a finales de 1994, y por error, llegó a mi buzón una revista «Ciclismo a Fondo» con Perico en la portada anunciando su retirada, supe que se cerraba un ciclo. Un ciclo que se había abierto años antes sin motivo aparente ni causa justificada.
Y es que para miles de chavales Perico había sido su ídolo indiscutible, aquel que había paralizado el Congreso durante el Tour de 1987 o nos había hecho llorar en Luxemburgo 1989.
Es muy difícil resumir una trayectoria como la de Perico Delgado en apenas unas líneas, líneas que, por otra parte, podrán contar sus victorias pero no su carisma, ese que le hizo ser durante años el deportista más seguido de España.
Hace 30 años, Perico, por primera vez en mucho tiempo, no iba a participar en el Tour, lo iba a ver por televisión. Las etapas de Bergerac o Hautacam, o el tramo final del Tour con Ugrumov y Pantani recuperando tiempo y posiciones, ya no le iban a afectar en la carretera. Él había decidido que su ciclo del Tour acababa en el 93.
Y es que Perico no había elegido el Tour para despedirse, sino la Vuelta a España, en su última edición primaveral. Una Vuelta a España en la que Rominger dominó de principio a fin y en la que su, en principio, duelo con Zulle quedaba en nada casi desde el inicio al no estar Zulle en la forma del año anterior.
Curiosamente, el duelo de Perico iba a ser con Zulle y con el descubrimiento de la Vuelta, el joven Mikel Zarrabeitia, que mostraba calidad y desparpajo siendo capaz de atacar a Rominger, si bien este estaba intratable.
Perico apuraba cada etapa, cada momento, tiraba de calculadora como jamás lo había hecho. Aun así, iba a necesitar de una última contrarreloj en su casa, por Segovia, en la que una afición enloquecida (hasta extremos casi ilegales como el lanzamiento de chinchetas a la carretera) le apoyaba y le llevaba en volandas para mantener la tercera posición mientras su rival Zulle se veía obligado a ceder entre problemas mecánicos, pinchazos y fatalidades varias.
Acababa la Vuelta en Madrid, con un Rominger imperial, con victoria al esprint de Jalabert, el otro gran protagonista de la carrera, pero los cánticos no iban dirigidos a ellos. Los “Perico, Perico, Perico” retumbaban en la capital.
Una mezcla de alegría por el podio y de pena por el adiós se entremezclaba con las celebraciones propias del final de la Vuelta.
Cambiaría las carreteras por el set de televisión, primero con el malogrado Pedro González con el que formaba un excelente tándem y posteriormente desde el año 2000 con Carlos de Andrés, con quien su carisma a raudales ha seguido dando grandes momentos televisivos. Una pareja que, sin duda, ha funcionado excelentemente.
30 años ya de su retirada como ciclista, 30 años del adiós de Perico, 30 años de aquellos demarrajes secos y letales, 30 años de sombras y luces de uno de los mayores fenómenos deportivos de la historia del deporte español, 30 años del adiós del “loco de los Pirineos”…
De Sevilla, Pedro García Redondo es una auténtica referencia en cuanto a historia del ciclismo se refiere. Una auténtica enciclopedia de la historia ciclista, es toda una autoridad en la materia, siendo uno de los historiadores de ciclismo más certeros y respetados. Ahora dirige la sección histórica en Le Puncheur, además de escribir artículos que nos hacen viajar a épocas pasadas y revivir las gestas de ciclistas que ya no están en activo.