Laurent Jalabert fue, sin lugar a dudas, uno de los ciclistas más icónicos para aquellos que crecimos con el ciclismo de los años noventa. A pesar de haber formado parte de otras escuadras al principio y al final de su carrera, como Toshiba y CSC, siempre será recordado con el maillot del conjunto ONCE, corriendo a las órdenes de Manolo Saiz durante nada menos que nueve temporadas. En 1994, el corredor galo afrontaba su cuarta participación en el Tour de Francia, con un triunfo parcial en su haber, conseguido en Bruselas en la edición de 1992, después de rematar una prestigiosa escapada con Lemond y Chiappucci, entre otros. Ese mismo año, se adjudicó el maillot verde de la regularidad y ya contaba con una excepcional reputación como hombre rápido en las llegadas, como lo demuestran los cinco triunfos conseguidos unos meses antes en la Vuelta Ciclista a España, la última edición antes de su cambio a septiembre, doblegando a algunas de las grandes figuras del arte del sprint.
El Tour de Francia había salido de Lille con su habitual guion en aquellos años. Prólogo cronometrado de perfil urbano, para comenzar al día siguiente con la retahíla de etapas llanas, de gran kilometraje, con un más que presumible final en volata masiva. Unos días después se iba a producir un hecho significativo: el paso de la carrera a tierras británicas, pasando por el flamante Eurotúnel del Canal de la Mancha, inaugurado unos meses antes para orgullo del continente y que también iba a albergar la meta de la contrarreloj por equipos. La primera de estas jornadas, después del citado prólogo, llevó a la caravana de la ronda francesa desde Lille a Armentières, no muy lejos de la salida, dentro del departamento Norte, muy cerca de algunos de los célebres tramos de la París-Roubaix, en un recorrido que llevaría a los ciclistas a completar 234 kilómetros sin plantones ni cosas raras. Rotondas, cruces, pasos a nivel, un par de tachuelas de cuarta categoría, toda la población de las localidades de paso en la calle siendo domingo y en el mes de julio, y por supuesto calor, mucho calor, clásicos ingredientes de la primera semana del Tour, y más en aquella década de los noventa. Tan solo se produjo un movimiento para alterar el más que probable sprint masivo: una escapada de tres ciclistas, Van Poppel, Frison y Mulders, que finalizó su compleja aventura cuando restaban tan solo 7 kilómetros para el final. La oportunidad para los hombres rápidos estaba cantada.
Pero aquel final de etapa no será recordado como un embalaje más con victoria de algún especialista. Fue un desenlace marcado por el susto y casi por la tragedia. En ese entonces, los gendarmes de cada localidad de llegada eran los encargados de gestionar la seguridad en la línea de meta, y de forma negligente, algunas unidades de los mismos se encontraban en los bordes de la carretera pegados a las vallas donde estaba el público. De forma aún más negligente, a uno de esos gendarmes no se le ocurrió otra cosa que sacar su cámara de fotos para plasmar el momento en que los ciclistas pasaban por su lado, un error que pudo ser fatídico. El sprint estaba lanzado y el belga Wilfried Nelissen, ataviado con el maillot de campeón nacional, intentó ganar espacio y posiciones con su estilo característico de cabeza agachada cuando impactó en su camino con el gendarme fotógrafo, que también cayó al suelo. A partir de ahí, el caos: aparecen Jalabert y Fontanelli, que también impactan, el gendarme vuelve a levantarse y se golpea con otros ciclistas. Un verdadero desastre de final de etapa, salvo para Abdoujaparov, que se hace con el triunfo, que evidentemente pasa a segundo plano. Los más afectados del incidente fueron Nelissen y Jalabert, visiblemente aturdidos y con abundante sangre en el maillot y alrededor. El francés sufrió un severo traumatismo facial y la pérdida de varios dientes, lo cual le obligó a abandonar la carrera. El campeón belga corrió una suerte parecida, con un traumatismo craneal, aunque afortunadamente no perdió el conocimiento. Ambos corredores, junto al italiano Fontanelli, fueron inmediatamente hospitalizados después de la aparatosa caída.
Después de este desafortunado incidente, que probablemente marcó un punto de inflexión en su exitosa trayectoria profesional, Laurent Jalabert se prodigó muy poco en las llegadas masivas, transformándose en un ciclista completo que iba a brillar en la alta montaña y en la contrarreloj dentro de la clasificación general de algunas grandes vueltas, proclamándose vencedor de la Vuelta Ciclista a España un año más tarde, su mayor éxito en esta modalidad.
Alberto Díaz Caballero es madrileño y uno de los puntales de Le Puncheur. Anteriormente, había participado también en High-Cycling, así como en otros proyectos como Road & Mud y Planeta Ciclismo. Sobre historia, sobre actualidad o sobre cualquier tema. Un todoterreno del ciclismo que transmite conocimiento y pasión en cada texto.