El peor año de Colombia en las Grandes Vueltas desde 2011
El título alternativo a este artículo podría ser algo así como «¿Qué está pasando en el ciclismo colombiano?». Y es una muy buena pregunta, porque cuando el talento se marchita, con casos como el de Rigoberto Urán, Nairo Quintana o el del propio Egan Bernal, se observa el trabajo, la estructuras, la base. Un análisis similar se podría hacer del ciclismo español, sin victorias en generales de Grandes Vueltas desde 2015, algo inédito celebrándose las tres. Pero el caso colombiano preocupa y no deja de ser una auténtica lástima por todo el candor que despiertan en las carreras de las que son protagonistas.
Como tras toda época de gran éxito viene lo que se conoce como ‘las vacas flacas’, que no deja de ser la cara oculta de la luna, la sombra de la noche, que tarde o temprano termina por llegar. Al final, en la vida como en el deporte, todo se mide en ciclos. Colombia colonizó las tres grandes confirmando el potencial que Lucho Herrera, Fabio Parra y tantos y tantos otros enseñaron. Ese día se temía que llegara y llegó. Pero cuando se está arriba se debe ser consciente de que todo lo que sube debe bajar. Y ahora es el momento de vivir un momento de pausa, esperemos que también de reflexión.
Coincide que los ciclistas colombianos top han militado en equipos que no han tenido su mejor temporada en 2024. Ni el Bahrain de Santiago Buitrago, ni el Movistar de Einer Rubio, ni el Astana de Santiago Umba y Harold Tejada, ni el Ineos del admirado Egan Bernal. Todos ellos han naufragado de un modo u otro y a diferentes alturas incluso con sus líderes de equipo, casualmente en su mayoría españoles: Enric Mas, Pello Bilbao, Carlos Rodríguez… Sobre todo, en Grandes Vueltas, donde por primera vez desde 2011 Colombia no se lleva a la boca ni siquiera una victoria de etapa.
Entonces las opciones de un jovencísimo Carlos Betancur en el Giro no estaban maduras. Tampoco las de Rigoberto Urán, único representante colombiano en el Tour 2011 y que aún así cosechó un cuarto puesto en el Mur de Bretagne por detrás de Cadel Evans, Alberto Contador y Alexandr Vinokourov. Fabio Duarte se quedó como único representante cuando Mauricio Ardila se bajó en la quinta etapa de la Vuelta. Al menos el Geox ganó aquella general con Juanjo Cobo, que fue lo más cerca que un colombiano estuvo de celebrar en las carreras de tres semanas de aquella temporada.
Después, con la irrupción de Nairo Quintana como un candidatable para llevarse un Tour de Francia, la tendencia de cada equipo era de fichar ciclistas de Colombia. Si se tenía sospecha de que era buen escalador, había que probar. ¿Y si se tenía una estrella en ciernes? Parecía que se había puesto de moda tener un ciclista de este país, y también se hizo visible y normal lo que en años anteriores no lo era, que fue contar con los colombianos como candidatos reales a las victorias más importantes. Ahí estuvo Esteban Chaves, demostrando que el poderío de ese ciclismo llegaba más allá de las cuestas. O Fernando Gaviria de forma más actual, centrándose en las volatas, territorio antagonista del clásico escarabajo.
Ahora toca sufrir, apretar los dientes y esperar a que la generación espontánea produzca un gran talento que oculte las deficiencias estructurales que se denotan. Cuando el talento se va, se ve el trabajo. Pero es que no se ve. Sí, viene Diego Pescador, hay algún otro talento que late, pero lo hace de forma aislada y sin ninguna garantía de brillo a una altura si quiera parecida al que mostraron algunas estrellas del concierto internacional. Fue muy interesante el encadenado entre tan buenos ciclistas que llegaron a cotas inimaginables.
También ha coincidido esta época de bajón con la presunta persecución a dos ciclistas clave de los últimos años, como son Nairo Quintana y Supermán López. El primero sin ser sancionado, pero sí apartado de facto, con los World Tour esquivando la ocasión de tener a un gran escalador a precio de saldo. El segundo siendo perseguido por la UCI para ocultar los déficits de sus propios sistemas. Llegó a ser el pichichi de la temporada, pero no se le permitió subir de peldaño. Se llegó a rumorear su regreso a Europa, pero ese era un riesgo que los organismos no estaban dispuestos a tolerar. ¿Tiene que ver esa manía persecutoria algo con el bajón de los ciclistas colombianos en este curso? Seguro que alguna mente paranoide tiene algún pensamiento al respecto.
Mientras tanto, queda poner el contador a cero y esperar que 2025 sea diferente. Y que Buitrago encabece una generación que tiene talento, pero al que le pesan más las comparaciones con tiempos pasados que las propias montañas a escalar. De su éxito se podrá marcar tendencia, pero también la presión que soportarán estos ciclistas durante los próximos años. Si no terminan de cuajar los talentos, la paciencia empezará a caer al tiempo que la desilusión imperará entre sus aficionados. Y sería una lástima con el color tan bonito que aportan a las carreras y a las cunetas.
Nacido en Madrid el 2 de abril de 1986, Jorge Matesanz ha pasado por ser fundador y director de proyectos como Revista Desde la Cuneta, Tourmalet Magazine o High Cycling, además de colaborar en otros proyectos como Palco Deportivo, Plataforma Recorridos Ciclistas o Con el Plato Pequeño. Tras más de 15 años dentro del mundo del ciclismo, llega el momento de fundar Le Puncheur junto a Sergio Yustos y seguir acercando artículos de opinión, casi siempre sobre ciclismo profesional.