Pogacar, Rey de reyes

En el ciclismo, hay días que se graban en la memoria colectiva, jornadas en las que la épica se mezcla con la realidad, y lo que sucede en la carretera se convierte en historia. El 29 de septiembre de 2024 fue uno de esos días. Bajo el sol de Zúrich, Tadej Pogacar se elevó por encima del resto, en una exhibición que pocos podrán olvidar. No fue simplemente una victoria, fue una demostración de poderío, inteligencia y valentía, como solo los más grandes saben hacer.

Ya desde el inicio, se sabía que el esloveno sería el hombre a seguir, el gran favorito. Sin embargo, lo que nadie esperaba era la magnitud de su ataque. A 100 kilómetros de la meta, en un gesto que solo los más atrevidos se atreven a realizar, Pogacar lanzó un ataque lejano que hizo añicos cualquier estrategia que sus rivales pudieran haber planeado. En ese momento, el Mundial dejó de ser una carrera para convertirse en una persecución infructuosa. Remco Evenepoel y Mathieu van der Poel, dos de los nombres más destacados, se quedaron sin respuesta, sin la capacidad de seguirle, mientras el esloveno volaba por las carreteras suizas.

El pelotón, desarmado y sin la organización suficiente, nunca pudo recortar la ventaja que Pogacar fue ampliando kilómetro a kilómetro. Por momentos, parecía casi sobrehumano. Ni Bélgica, ni Países Bajos, con todo su poderío, pudieron detener lo que parecía inevitable: la victoria en solitario de Pogacar. Fue una demostración de fuerza que recordó a las grandes gestas de este deporte, cuando los campeones no esperan al sprint, sino que toman el control de la carrera mucho antes de lo previsto.

Con su triunfo en Zúrich, Tadej Pogacar no solo se colgó el maillot arcoíris, sino que cerró una temporada que difícilmente se repetirá. Tour de Francia, Giro de Italia, y ahora el Campeonato del Mundo. Tres títulos que le coronan como uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos. Solo dos leyendas del ciclismo, Eddy Merckx en 1974 y Stephen Roche en 1987, habían logrado esta triple corona antes que él.

Este año, Pogacar ha demostrado que no se trata solo de talento, sino de valentía y ambición. No solo gana, lo hace de una manera que impresiona, con ese instinto que define a los más grandes. En una temporada marcada por su dominio absoluto, lo ocurrido en Zúrich es la culminación de un ciclo perfecto. El esloveno no solo ha ganado, ha dejado su huella en la historia del ciclismo.

Mientras cruzaba la meta en solitario, con suficiente margen para saborear lo que acababa de hacer, quedó claro que esta victoria no será una más. Será recordada como una de esas gestas que se cuentan durante años, un hito que consolidó a Pogacar en el olimpo del ciclismo. Porque lo que ha hecho en 2024, culminando con su ataque de leyenda en el Mundial, es algo que quedará grabado en la memoria de todos aquellos que aman este deporte