¿Se está “futbolizando” el ciclismo?

París-Roubaix 2025. Arengado por el público, Mathieu Van der Poel va camino de ganar su tercera edición consecutiva tras un nuevo duelo para la historia del ciclismo. Entre el gentío, sale disparado un bidón que le impacta en la cara. A pesar del golpe, el holandés continúa sin aparentes problemas y levanta los brazos en el velódromo de Roubaix. Al mismo tiempo, el vídeo del lanzamiento comienza a difundirse como la pólvora en internet. Son múltiples los comentarios que condenan el suceso, y el propio Mathieu anuncia en la línea de meta que tomará acciones legales contra el responsable. Ha sido la última agresión que ha recibido un corredor que ya ha tenido que vivir situaciones muy similares anteriormente.

Vasos con orina por encima, escupitajos, constantes abucheos… Son solo algunas de las prácticas que se están convirtiendo en un suceso cada vez más habitual en el ciclismo. Malas actitudes que pueden encontrar su origen en fuertes rivalidades entre las grandes estrellas de este deporte: figuras muy mediáticas tanto dentro de la carretera como fuera de ella. Una nueva realidad que está haciendo que se llegue a un público más generalista. Un espectador que desconoce tanto este deporte como su historia, y que, en su falsa creencia de que, al igual que en el fútbol o el baloncesto, se debe ser de un único bando, hace lo que sea con tal de beneficiar a su “favorito”.

Siempre ha existido alguna excepción del estilo a lo largo de los últimos años: el vaso de orina que se le tiró a Froome, el aficionado con una jeringuilla gigante que persiguió a Contador… Sin embargo, parece que el futuro de este deporte va camino de acercarse más hacia la toxicidad que muchas veces se ha presumido no tener. Una toxicidad ante la que se debe actuar con dureza si se quiere mantener uno de los pilares fundamentales de este deporte.

Una modalidad en la que no tiene cabida la violencia y que une a todo aficionado bajo una misma pasión. Una forma de entender el ciclismo que, quien no comprenda, es mejor que ni se moleste en comenzar a seguirlo. Si ese es el precio que hay que pagar para que, de una vez, se valore este deporte como se merece, yo prefiero no pagarlo. Ya vivimos en un mundo suficientemente polarizado, en el que hay que estar constantemente eligiendo un bando. O eres del Barça o del Madrid, de Messi o Cristiano, de Stephen Curry o LeBron James, y ahora también, ¿de Pogacar o Van der Poel?

Es evidente que existan ciertas preferencias hacia un deportista u otro, pero de ahí a tratar de alcanzar semejantes niveles de toxicidad, hay un mundo. El ciclismo vive de esos duelos mágicos en los que todo aficionado, independientemente de sus preferencias, anima a todo ciclista que se cruza en su camino. Un modo de entender el deporte que ha permitido vivir momentos para la historia que serían impensables de experimentar, por ejemplo, en un partido de Champions. ¿Quién se imaginaría que los jugadores del Borussia Dortmund pudieran entrar por su propio pie y a través de la afición del Barcelona al Camp Nou? Si sucediera, seguramente acabaría en desgracia. Tan solo hay que ver cómo fueron recibidos la semana pasada en la capital catalana.

Quien quiera entenderlo, será recibido con los brazos abiertos. Sin embargo, quien vea el ciclismo solo como un medio para buscar la confrontación y pagar sus frustraciones con los demás, es mejor que se quede en su casa. Ya están suficientemente manchados otros deportes como para que ahora también se haga lo mismo con este.

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