En el Giro de Italia la volata está tan anclada a la esencia de la carrera como los tapponi alpinos y dolomíticos. La última década del pasado siglo fue dominada por todo un símbolo: il Re Leone, il Bello Mario Cipollini. En los estertores del siglo XX, muchos soñaban con recoger el testigo del gran rey de los sprints. Pero pocos pudieron siquiera asomarse al dominio del gigante toscano. En 1999, un potentísimo velocista lombardo, logró sorprender a todos vistiéndose de rosa y dando a los tiffosi razones para creer en el relevo.
Ivan Quaranta, nacido en 1974, ocupó un lugar preminente en los sprints masivos de la Corsa Rosa en el cambio de siglo. Un velocista puro, de esos que se decía que sufrían hasta en las cuestas de un puente, pero que tras pasar la flamme rouge, se transformaba en un bólido disparado a la victoria. Hablamos con Il Ghepardo, recordando con nostalgia tiempos tan cercanos y lejanos a la vez.
Empezamos con una pregunta tan clásica como obligada: ¿Cómo te inicias en el ciclismo?
IQ: Digamos que empecé por casualidad. En mi pueblo organizaban una carrera para niños por las fiestas patronales. Era la categoría que en Italia llamamos giovanissimi (de 6 a 12 años). Un año fui a ver la carrera como público, y al ver a todos esos niños en bicicleta, le pedí a mi padre que me comprara una.
Nadie me lo había sugerido antes. Vi esa carrera de niños y así comencé a aficionarme por la bicicleta.
¿Quiénes eran tus ídolos y referentes?
IQ: Cuando era joven, mi ídolo era sin duda Mario Cipollini. Por historia, por supuesto, Eddy Merckx, Jacques Anquetil… Pero Mario siempre fue el corredor en el que me fijaba al ser un velocista, porque yo desde muy joven ya era un sprinter.
Cipollini tiene nueve años más que yo, y cuando yo vencí el Campeonato del Mundo de velocidad en junior, él ya era profesional y ganaba etapas en las grandes.
Saltas a la fama mundial en 1999, pero ya llevabas unos años en profesionales. ¿Cómo fue tu salto a la élite?
IQ: Empecé como profesional en 1996 con la Polti, con Rebellin, Gianetti, Lombardi, Bugno… Estuve dos años allí y luego aterricé en la Telecom de Eslovenia, un equipo pequeño que me daba la posibilidad de continuar corriendo. Con ellos vencí dos etapas en el Tour de Serbia de 1998 y una etapa en el Tour de Normandia. Allí, llamé la atención de Stefano Giuliani, de la Mobilvetta, y firmamos un contrato para la temporada 99.
Háblanos de tu debut en el Giro de Italia. Llegas en un equipo pequeño, y ganas dos etapas. Te conviertes en una estrella. ¿Cómo viviste ese salto a la fama?
IQ: En aquella época había 12 equipos ProTour con invitación automática al Giro, por lo que quedaba ocho plazas para wild cards de la organización. Ese año yo había ganado tres etapas en la Vuelta a México, una etapa en los Tres Días de La Panne y otra etapa en el Giro del Abruzzo. Gracias a esas victorias, la RCS nos invitó al Giro de Italia.
Nos preparamos muy bien porque era un gran objetivo, y ya conseguí vencer en la primera etapa. Creo que me vino bien ser poco conocido en ese momento, porque Cipollini estaba más preocupado por otros rivales de más nombre y pude ponerme a su rueda sin muchos problemas. Conseguí pasarlo en los primeros 100 metros de volata.
Primera etapa, maglia rosa y venciendo a tu ídolo Cipollini…
IQ: Es una sensación increíble, la primera gran victoria siempre es muy especial. Pero al mismo tiempo me producía una sensación agridulce, porque Mario era mi ídolo y lo sentía por él. Cuando entré en la curva a su rueda, y sentí que tenía piernas para batirlo, hubo un momento fugaz en el que llegué a sentir algo de desazón por quitarle la victoria. Pero el instinto fue más fuerte y decidí lanzarme a por la victoria.
El año siguiente, vuelves a ganar dos etapas y se empieza a hablar de ti como el nuevo Cipollini.
IQ: Gané dos etapas en el 99, otras dos en el 2000, otras dos en 2001… En total logré terminar doce veces en el pódium, entre los tres primeros de la etapa.
Después, en 2002, me fui a Index-Alexia, pero caí enfermo antes del Giro y corrí fuera de forma. Fue un buen año para el equipo porque ganaron la general con Paolo Savoldelli, pero yo no estuve a mi nivel.
En 2003 llegas a Saeco y tomas la salida en la Vuelta a España. ¿Cómo te fue?
IQ: En la Vuelta duré 3 kilómetros (risas).
Ese año comencé ganando en la primera carrera del año, en Qatar, batiendo a Steels, Museeuw, Zabel, Lombardi… Luego me llevé etapas en Alemania y Países Bajos, así que estaba seguro de que correría el Giro de Italia.
Pero me dijeron que no iba a ser de la partida porque Gilberto Simoni quería todo el equipo a su servicio para luchar por la general. Tuve que asumirlo y seguir compitiendo, y entre Giro y Tour volví a ganar alguna carrera al resto de grandes velocistas.
Así que pensé que como no había estado en Italia, sería de la partida en el Tour de Francia. Sin embargo, más de lo mismo. Me quedé fuera por decisión de Simoni, que luego perdería veinte minutos en todas las etapas de aquel Tour. Fue muy frustrante.
Llevaba todo el año a tope para ser competitivo, y a final de año ya estaba muy cargado. Me ofrecieron correr la Vuelta y dije que no. Pero por aquel entonces, según los puntos de los corredores, había bonificaciones económicas para los equipos, así que me obligaron a correr. Tomé la salida y me retiré a los tres kilómetros de la primera etapa. Fue mi manera de protestar por dejarme fuera de Giro y de Tour.
¿Te habría gustado correr el Tour de Francia?
IQ: Sí, por supuesto. Ese año era mi única oportunidad de correrlo. Quedarme fuera me desmoralizó mucho. Llevaba desde noviembre entrenando para empezar el año a tope. Entre los esfuerzos y quedarme fuera de las grandes, en septiembre no podía más.
¿Cuál ha sido el momento más difícil de tu carrera?
IQ: Un mes antes del Giro 2002 tuve una caída en Bélgica y me rompí la muñeca. Tuve que ponerme una escayola, no podía entrenar bien y me perdí la temporada de clásicas belgas. Logré recuperarme a base de esfuerzo y alcancé un buen nivel de forma de cara al Giro; pero una semana antes del Giro cogí una gripe y me dejó sin fuerzas. Todos esperaban que volviera a hacer buenos sprints en la carrera de casa, y fue un momento difícil para mí porque sabía que no estaba en forma.
¿Qué hace hoy Ivan Quaranta?
IQ: Todavía ni siquiera yo mismo tengo muy claro qué estoy haciendo (risas).
Soy uno de los directores deportivos del equipo Colpack continental italiano. Además, soy técnico del Comité Regional de Lombardía de pista, con las escuelas y alevines; y entrenador en el velódromo de Dalmine, cerca de mi casa.
¿Cómo ves el ciclismo actual?
IQ: Es muy distinto al de mi época. Hay que estar siempre al 100% para poder correr. En mis tiempos podías correr carreras al 60% en modo de entrenamiento y gestionar tus picos de forma. Podías incluso llegar con algunos kilos de más en las pruebas en que no ibas a ser competitivo y lograr terminar las carreras. Ahora eso es imposible, hay que estar al máximo durante toda la temporada.
También veo que todo se ha adelantado. Los juniors ya tienen entrenadores específicos y pasan directamente a profesionales. Se da el salto demasiado pronto en mi opinión. Es una moda. Todos los equipos quieren tener su propio Remco Evenepoel. En cuanto ven un junior que va fuerte, le hacen firmar el contrato profesional.
Creo que eso es peligroso, porque el salto es demasiado grande y hay muchos que no pueden soportarlo y terminan quedándose por el camino. Sin embargo, hay otros ciclistas que en juniors pueden no sobresalir, y con un desarrollo adecuado podrían llegar a ser muy buenos en el campo profesional.
¿Los sprints han cambiado mucho?
IQ: Muchísimo. Ahora todos son muchos más correctos. Hay más cámaras y las imágenes son más netas, así que los jueces logran ver las irregularidades más fácilmente. Ahora es más normal que haya descalificaciones.
Yo he estado sprintando diez años y no recuerdo apenas descalificaciones, a parte de la de Baffi a Cipollini en la Vuelta, cuando le tiró contra las vallas.
Como no conseguían vernos, los sprints eran mucho más sucios. Era una jungla.
¿Quién es para ti el mejor velocista de la actualidad?
IQ: A mí me gusta mucho Caleb Ewan. Pero yo soy tiffoso de Giacomo Nizzolo, porque es mi amigo y lo he visto crecer, le he dado consejos desde que era un alevín
Y, por supuesto, todos los italianos somos de Elia Viviani. Aunque el año pasado haya tenido una temporada difícil, creo que este año recuperará sensaciones.
Foto: RCS
Nacido en Madrid el 2 de abril de 1986, Jorge Matesanz ha pasado por ser fundador y director de proyectos como Revista Desde la Cuneta, Tourmalet Magazine o High Cycling, además de colaborar en otros proyectos como Palco Deportivo, Plataforma Recorridos Ciclistas o Con el Plato Pequeño. Tras más de 15 años dentro del mundo del ciclismo, llega el momento de fundar Le Puncheur junto a Sergio Yustos y seguir acercando artículos de opinión, casi siempre sobre ciclismo profesional.