Alpecin Fenix y Jasper Philipsen están demostrando un crecimiento fuera de toda duda esta temporada. La mejora de su calendario en nada ha pesado a un rendimiento que gracias a su gran líder y leitmotiv, Matthieu Van der Poel, ha cobrado dimensión internacional. Porque, además, las victorias de éste han llegado en los mejores escenarios del ciclismo y se han conseguido muchas de ellas de una forma absolutamente espectacular. En la retina de todos está y estará la forma de ganar una etapa en Tirreno-Adriático cruzado de brazos en la línea de meta, u otra en la que atacó a cien kilómetros de meta porque se aburría y hacía frío. O aquella arrancada en el repecho final de Siena para coronarse como campeón de la siempre interesante Strade Bianche.
Por no hablar de su participación y debut en el Tour de Francia. Victoria en la segunda jornada con exhibición por lograr el maillot amarillo, rememorando lo que su abuelo, Raymond Poulidor, jamás pudo lograr. La consiguiente emoción no eclipsa el tamaño de la gesta, con ataque en el primer paso por el Mur de Bretagne para obtener los segundos de bonificación para llegar destacado a meta en el segundo y definitivo. Jugada maestra ejecutada a la perfección. Aquello le dio protagonismo toda la semana, que dedicó más a ayudar a los velocistas de su equipo. Por si fuera poco, fue protagonista de una larga fuga camino de Le Creusot, en la séptima etapa. Cedió la preciada prenda en los Alpes tras dar buenas sensaciones. Eso sí, su gran triunfo fue rendir en la contrarreloj pese a haber reconocido no haber trabajado en la disciplina.
El proyecto de Alpecin gira en torno a él. La evolución de este ciclista es extraordinaria y así parece continuar. La lucha por centrarle en la carretera, donde tiene un presente y un futuro absolutamente arrollador, será clave, por aquello de no caer en el dicho de quien mucho abarca, poco aprieta. De momento, VdP abarca y aprieta. Pero nunca se sabe durante cuánto tiempo es posible.
Pero no sólo del holandés vive el conjunto alemán. El crecimiento de Jasper Philipsen y de Tim Merlier como velocistas de primera fila hace que sean una garantía en las mejores carreras del mundo. Sus triunfos en Giro de Italia y Vuelta a España así lo atestiguan. En terreno de rodadores el equipo responde a las mil maravillas, con ciclistas de gran fortaleza en el llano y otros que han llegado a ganar etapas en llegadas masivas como Sbaragli, Planckaert o Modolo.
Si le añadimos la veteranía de Petr Vakoc, Louis Vervaeke y Dries De Bondt, tenemos un bloque muy compensado, también salpicado con jóvenes talentos. Es en esa combinación donde parece que Alpecin cosecha un buen futuro, no sólo presente. A los destellos de Tobias Bayer, un joven austriaco que ha comenzado a destacar este verano, hay que unir a Jay Vine, otro de los ases a seguir en los próximos años, si bien este último es bastante más experimentado.
Un equipo que tiene las ideas claras. En la categoría continental no sólo se desenvuelven perfectamente, sino que son un equipo a batir. Esa predominancia hace que tengan acceso a participar en las mejores carreras por defecto, por lo que los cánones World Tour, con todas las obligaciones que ello requiere, se aleja de su interés por el momento. La inversión mejor dedicarla a otros menesteres. Y no sólo en lo administrativo lo tienen claro. Son muy determinados. Si tienen un objetivo entre ceja y ceja, todo el equipo lucha unido por lograrlo. Sin fisuras. Así vemos los resultados que están logrando y las cotas de crecimiento de una de las cunas del futuro del ciclismo.
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