A veces la homofonía ayuda a camuflar lo que viene. Es el caso de Jack Haig, al que más de uno confundirá con Haga y afirmará que es un campeón completo por rendir en las etapas contra el crono. Le llamaremos Jack para no confundir ni confundirnos. Y es un ciclista que viene de lejos, del que se lleva hablando un tiempo, incluso al que en el incierto Tour de Bahrain-Victorious se esperaba como una de las revelaciones. Como suele pasar, un abandono tempranero llevó a un gran rendimiento en la Vuelta, coronado por un tercer puesto merecido por regularidad. Con algún ataque quizás estuviésemos hablando de algún apellido de mayor contundencia, clásico en el tabloide británico. Un ‘next best thing’ o algo por el estilo.
Haig ha venido para quedarse. Hay que ser cautos, es cierto, con los ciclistas procedentes de islas lejanas. Ninguna relación con esos otros cantos de sirena que asoman para ocultarse para siempre en la ausencia de recuerdo. La sospecha de inconsistencia e irregularidad pesará sobre los hombros de Jack hasta que concatene hitos en una carrera que promete. Como lo ha hecho en los de otros ciclistas que parecían iban a marcar una época y se marcharon por la puerta de atrás sin hacer ni la milésima parte del ruido que hicieron al entrar. Tantos casos de ese tipo…
Siendo justos, la misma afirmación la podríamos realizar de su teórico jefe de filas, un Mikel Landa al que se sigue esperando pese a habernos plantado recurrentemente en la cita anual con el podio de las grandes vueltas. Haig ha alcanzado una cota que el vasco no ha vislumbrado desde 2015, su gran año, hace ya casi noventa meses. Así que, Jack, bienvenido al mundo de los medio buenos y los medio malos, a los criticados con razón o sin ella, a ser motivo de opinión en Twitter y las redes sociales que ahora te encumbran. Disfrutar el momento, lo llaman. A sabiendas de que el momento pasará y la presión que ejercerá el que dirán pesará tanto en las piernas como los kilómetros corridos a fuego.
La pandemia ha borrado recuerdos. Uno de los últimos pre-coronavirus es el de Haig llegando a la meta de Granada en plena Ruta del Sol junto a Jakob Fuglsang y precisamente Mikel Landa. A ambos batió en la llegada tras superar una etapa durísima con paso por las crueles montañas granadinas. En un gran estado de forma, fue séptimo en la contrarreloj posterior. De no haber pinchado en la primera etapa, quizá tendría en Andalucía su primera gran victoria. La advertencia está dada. Confirmada en Santiago de Compostela. Una merecida recompensa a unas sólidas tres semanas. En la vigésima etapa forzó el abandono de su máximo rival por el tercer peldaño del podio. Un movimiento suyo a dúo con su compañero de equipo Gino Mader dejó fuera de juego al Movistar, consiguiendo hacer a sus 28 años un sueño realidad.
El vislumbre de techo será la siguiente estación. El Tour, el objetivo. Con las miradas y la presión puestas a modo de diana sobre su pecho, París será el próximo destino a soñar. Si bien su equipo, el Bahrain, cuenta con numerosas balas para acompañarle o hacerle competencia, parece el momento de que este australiano vuelva a probar suerte. Si se permite el lujo de perder el miedo y ser algo más descarado, hay talento que explotar. Ganar ante semejantes bestias que tendrá por rivales será difícil. Pero hay más botín que repartir y lograr. Para él sobre todo sería importante confirmar que ha venido para quedarse y que hay aspirante a las grandes vueltas durante los próximos años.
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