¿Para cuándo una Vuelta a España del porvenir?

Con el pistoletazo de salida del Tour de l’Avenir y la Vuelta a España a unos días de distancia de dar el suyo propio, es imposible no permitir a la imaginación la mezcla de ambas pruebas en una sola. Lo que recientemente ha sucedido con la versión femenina de la Vuelta, cuya creación, evolución e incorporación al calendario ha completado el puzle de las tres grandes para las ciclistas, aún está por completar en el mundillo sub 23, ese paso intermedio para los jóvenes que parece estar en solfa en estos días de vertiginosas carreras de la cuna a las estrellas.

Conociendo el gusto de la organización por innovar y dar pasos para abrir nuevos frentes, no sería de extrañar que Javier Guillén y los suyos, con la complicidad de ASO, sume a la Vuelta una versión amateur de sí misma con la que equiparar la realidad de la carrera a la de sus dos compañeras de viaje, con sendas carreras bastante asentadas en el tiempo y en el contexto ciclista. Son espacios donde los grandes equipos observan la pesca, la ven crecer o directamente en la que tiran la caña y recogen el futuro alimento de sus escuadras.

Es también una forma de muscular y promocionar ese tejido anterior al profesionalismo que con la tiranía inconsciente del mundo World Tour y sus megaestrellas del rock&roll ha dado dos pasos atrás en la fila de la importancia mediática. Muchas carreras míticas de dicha categoría que en los 80, los 90 y los 2000 eran la referencia para ver a las nuevas figuras en el panorama ciclista español bien no se celebran o, de hacerlo, han perdido atención. El ciclismo evoluciona, los poderes mediáticos fluctúan. El ciclismo, como casi todo en una sociedad del vértigo como es la nuestra, es un ser vivo que cambia a velocidades asombrosas.

El Baby Giro (creo que lo llaman Giro Next Gen en estos momentos), que recientemente ha pasado a manos de RCS, y el tradicional Tour del Porvenir (ahora Tour de l’Avenir también en España) han sido durante décadas el lugar de ojear a los nuevos talentos. Resta, por tanto, esa pata que además dé cabida, esperanza y escaparate para todos esos jóvenes en España que no terminan de encontrar un lugar adecuado para comenzar a mostrar sus cualidades y a dar motivos a los grandes equipos para que se postulen a ficharles.

Aunque no sea responsabilidad (ni culpa) de la Vuelta, en estos momentos donde la zozobra se ha hecho cada vez más presente e intensa y parece imparable por múltiples factores, una Vuelta del Porvenir (ahora que el término parece haberse quedado libre) podría incentivar la resurrección de todos esos ciclismos de base tan necesarios en sentar los pilares de un ciclismo como el español y que en la actualidad lo único que encuentran son muros cada vez más altos. Si se mantiene la filosofía Vuelta, se trataría, si se me permite el chiste, de cambiar unos muros por otros, los de grandes porcentajes que la grande española tan bien ha sabido explotar en su historia reciente.

Además, permite observar las evoluciones de ciertos corredores no sólo a futuro, sino con carácter retroactivo. Nadie reparaba en las victorias de Simoni sobre Pantani en el entonces llamado Girobio hasta que Marco fue el ‘Pirata’ que todos conocimos y admiramos sobre la carretera. Con parches o sin ellos, el ciclismo de élite hoy día tiene el problema de la acumulación de talento. La mayoría de corredores top se concentran en tres equipos, y muchos de esos jóvenes que empujan fuerte la puerta la encuentran cerrada a cal y canto por tener que supeditarse a sus capitanes.

Por eso es importante ampliar el catálogo de lugares en el que esos ciclistas puedan hacerse un nombre e ir completando palmarés. También ponerse delante del espejo y ver hasta dónde pueden llegar en comparación con sus iguales. Eso no solucionaría los grandes problemas que existen en el tránsito de las categorías sub 23 a élite. Uno de ellos, que esta categoría cada vez queda más obsoleta por el salto directo desde juniors, una locura moderna que tendrá sus consecuencias (buenas y malas) a largo plazo. ¿A corto? La forma de las etapas ya se ha visto modificada y adaptada a los nuevos tiempos. O esa es la excusa que nos han dado.

Esa es otra guerra, desde luego, en la que nada tiene que ver la Vuelta. Pero sí es cierto que en este panorama serviría como un cambio de tendencia. Todo lo que sea la marca Vuelta funcionaría y con el marketing correcto podría simular incluso un campo de pruebas organizativo para la Vuelta ‘de mayores’. Pruebas de recorrido, de logística, de mover ciclismo durante más parte del año, que al final hace que un evento que está localizado en un mes determinado cobre más presencia durante la temporada. Ideas, simplemente. Y que seguro que han sido tenidas en cuenta antes por muchas personas, entre ellas las de la organización.

Fotos: Unipublic / López