Óscar Rodríguez es un excelente ciclista. De su época en Murias se recordará su triunfo en lo alto de La Campeona, en León. Resolver una escapada de ese modo y en una cima tan empinada resalta dos cualidades, que son visión de carrera y piernas, más en una Vuelta a España, donde el nivel es siempre elevado. Se podría decir que aquel fue el mejor día de su carrera hasta la fecha. Peores será más fácil de recordar para un ciclista, puesto que el sufrimiento, las caídas y las circunstancias complicadas son el día a día de un deporte de esfuerzo agónico casi a diario.
Uno de los peores será al final de su carrera el que vivió en el Giro de Italia. Corría la undécima etapa y la lluvia y los accidentes estaban sucediendo a toda velocidad. Su choque contra una casa se vio en directo para todo el mundo. Un accidente que le envió contra el suelo de forma dramática, con consecuencias terribles, con entre otras lesiones una contusión renal que le obligó a estar ingresado durante dos semanas en un hospital de Novi Ligure, en Italia.
Tres meses alejado de la competición, con una recuperación que no ha debido ser sencilla y un ciclista que por fin ha visto la luz. Su regreso a las carreras se ha saldado con unas inmejorables sensaciones, finalizando segundo en una de las etapas más difíciles del Tour du Limousin y sólo batido por Romain Grégoire, una de las jóvenes promesas del Groupama francés. Ese resultado, más allá de que es señal inequívoca de la clase de este ciclista que en muchos momentos ha estado olvidado en Movistar para las grandes citas.
Llama poderosamente la atención que el ciclista no aparezca como renovado de forma oficial para la temporada 2024, lo cual sería lo normal en un corredor que siempre responde a lo encomendado sin un solo ruido. Termina contrato con los telefónicos y se abre un hilo de esperanza con ese último resultado, pero es también llamativo que en las dos temporadas que el navarro de Burlada, paisano de Koldo Gil, lleva en Movistar únicamente se le haya presentado la posibilidad de acudir a una grande, que es el Giro en el que sufrió el accidente.
En sus redes sociales agradece y dedica públicamente su regreso al ciclismo de competición a las personas que estuvieron con él en todo momento. Menciona a su madre y a su pareja, «sin más», palabras textuales. Ese silencio a la hora de mencionar a su equipo en los agradecimientos puede sonar a divorcio con él. O no, a lo mejor es una interpretación equivocada. Tras el buen resultado de su primera carrera sí dedicó un buen mensaje a su equipo, al que le «hubiese gustado dedicar la victoria». Sea como fuere, el tiempo dirá cómo es esta relación, si es que continúa más allá del 2023, que aún está por confirmar.
En estas dos temporadas, el navarro no ha recibido la confianza del staff de Movistar a la hora de ser seleccionado para carreras de primer nivel para ellos. En Grandes Vueltas, sólo ha se ha puesto un dorsal en el pasado Giro, pero en clásicas o rondas de una semana en las que el equipo tenga históricamente especial interés, sólo la Itzulia de 2022 le ha visto tomar la salida. Quizá erróneamente de nuevo, pero da la sensación de que Óscar es un ciclista de relleno y que no se confía en él para grandes empresas.
Una pena porque si bien en Astana enlazó varias lesiones, cuando ha tenido ocasión ha podido rendir a buen nivel, como el segundo puesto en el Tour de Hungría en 2022. Así como el segundo puesto en una de las etapas reina del Tour de Suiza, perdiendo únicamente ante Pinot y en lucha con corredores tan célebres como Lutsenko, Masnada, Izagirre, etc. Un ciclista que da para mucho más que completar alineaciones y que se merece una oportunidad de demostrar su valía.
Fotos: Getty Sport / Movistar