Se cumplen seis décadas desde que el primero de los cuatro grandes del ciclismo, Jacques Anquetil, imponía su ley en la Vuelta a España. A la segunda iría la vencida, tras el abandono del ciclista de Mont-Saint-Agnan en 1962 y en la que se impuso su compañero en el Saint Raphael, el mítico Rudi Altig. Estaba favoreciendo su victoria el francés, pero una afección intestinal le empujó al abandono a pocos días de finalizar cuando era segundo en la clasificación general. Regresó en 1963 ya como jefe de filas unitario del equipo y le bastaron dos días para elevarse en el maillot amarillo de líder.
Ya nadie le tosería hasta Madrid, ni siquiera el segundo clasificado, un sorprendente José Martín Colmenarejo, corredor del Faema, que pasó de ganar dos etapas de la Vuelta a Colombia a ser la gran oposición al campeón del momento. Anquetil se convertiría en el primer ciclista que lograse triunfar en las tres grandes vueltas por etapas. La Vuelta comenzaba con un doble sector entre Gijón y Mieres, con ida en una etapa en línea y regreso en el formato contrarreloj. 52 kilómetros donde Monsieur Chrono era sin lugar a dudas el favorito.
El galo hizo buen uso del apodo y no dejó que terminase el primer día de carrera para estar ya al frente de la general. Había corredores muy buenos en liza como Pérez-Francés, líder del Ferrys, o Francisco Gabica, ídem en el poderosísimo KAS. En esa misma contrarreloj terminó la carrera, puesto que el favoritísimo le asestó al segundo clasificado, el italiano Aldo Moser, 2’40». Quedaba otra contrarreloj en un formato parecido, esta vez en costa mediterránea, entre Sitges y Tarragona, en la 12ª etapa, apenas a tres días de finalizar la carrera. Había terreno para que pasaran cosas, sobre todo por el avispero que era el pelotón.
Pero la lógica decía que Anquetil sería de nuevo imbatible en la segunda crono, de idéntica distancia a la primera. Allí saltó la sorpresa y no sería el francés quien se llevase el triunfo, sino el español Miguel Pacheco, del KAS, que a la postre gracias a ese gran resultado sería tercero en el podio de Madrid por segunda vez en su carrera. El catalán ya había ganado una etapa en el 58, el año que vio triunfar a Stablinski, que también se llevó etapa en esta edición.
Compañero del líder y futuro ganador de la Vuelta, aquella fue una demostración de poderío y de aviso a navegantes, ya que le ganó la etapa en un mano a mano al segundo clasificado final, Colmenarejo. Fue curioso que Anquetil no se llevase ningún parcial más, pero tampoco le haría falta. El Saint Raphael se llevó más etapas, como la que finalizaba en Bilbao a cargo del holandés Bas Maliepaard, que ganaría la clasificación de los puntos a la postre. Guy Ignolin se llevó dos parciales, las etapas que finalizaban en Éibar y Madrid. Un ciclista que triunfaría en el Tour de ese mismo año.
El malogrado irlandés Seamus Elliott, capaz de vencer etapas en las tres grandes, y también compañero de Anquetil, logró levantar los brazos en Valencia. El periplo español de Anquetil terminaba para no regresar. Obtuvo el premio que deseaba, que era introducirse en la historia del ciclismo y convertirse en el mejor corredor de la historia. En ese momento lo era. En julio se impondría en su cuarto Tour, récord absoluto, lo que elevó a los altares del ciclismo de forma definitiva. Mucho más cuando en 1964 batió de nuevo a Poulidor para cambiar la historia de ambos.
Foto de portada: tomada Biciclismo / Bodegas // Fotos interiores: Sirotti
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