ASO fue poco a poco devorando el queso al completo. El gran gigante de los eventos deportivos, que es la empresa con sede en Issy-les-Moulineaux, en los alrededores de París, adquirió el 49% del accionariado de Unipublic en 2008 y el 100% seis años más tarde. La jugada por parte de los propietarios del Tour de Francia, la París Niza, la Dauphiné y alguna otra del calendario francés fue evidente: tener en su poder dos de las tres grandes, porque de ese modo terminaría por dominar las tres, que son los tres grandes eventos del ciclismo junto con los Monumentos, lo que la UCI consideraba no hace tanto como ‘calendario histórico’.
El poder del Tour de Francia es enorme, todo el mundo lo sabe. En unas épocas convulsas donde la guerra con la UCI era más que evidente. La creación del Pro-Tour en 2005 generó muchas incertidumbres y un sistema cerrado que a las carreras que ya tenían un buen cartel de por sí les perjudicaba. Obligar a las carreras pertenecientes a este sistema a aceptar a los equipos que la UCI y su sistema dictase no fue plato de buen gusto para el organizador, que buscó formas de presión y de rebeldía para marcar la pauta, una vez más, del ciclismo. Si de ese calendario exclusivo amputas todas las pruebas de ASO, esa liga cerrada acaba por ser un fiasco.
El sistema fue mutando hasta el World Tour de hoy, donde con sus imperfecciones al menos se valoran criterios deportivos y no sólo económicos, y el agua no está totalmente estancada como en esa propuesta beta del año 2005, sino que fluye, hay ascensos, descensos y una serie de beneficios que están dotando de cierta estabilidad al ciclismo internacional, aspecto que a ASO le interesa, así como globalizando calendarios y abriendo a más continentes y países a este deporte, que interesa todavía más a una multinacional con pulpos tan poderosos a su alrededor.
Italia tiene su propia ASO, de menores dimensiones y que aunque ya ha empezado a mirar al exterior, tiene más arraigo en su propio país. Se trata de RCS, la empresa que gestiona los derechos del Giro de Italia y varias carreras a su rededor como la Tirreno Adriático, la Milán San Remo, la Strade Bianche o el Giro de Lombardía, entre otras. Todas ellas conformarían un calendario potente de por sí. Podríamos decir que es la gran barrera entre ASO y el monopolio, porque con Roubaix y Lieja en el saco una gran parte del ‘gran ciclismo’ está en sus manos. El contrapoder de RCS se basa en la tradición y el peso histórico del Giro.
Con la compra de la Vuelta por parte del Tour, la contienda se convierte en un dos contra uno. El Giro, que ha experimentado en los últimos años un retroceso en varios aspectos dignos de analizar, sólo atrae estrellas a base de talonario, lo cual habla por sí solo de la pinza que Tour y Vuelta ejercen sobre la carrera italiana. Celebrándose antes del Tour, los ciclistas importantes tienden a saltarse el mes de mayo debido al desgaste que les supone, también por climatología.
RCS lleva años intentando contrarrestar este efecto. Pero si aún alguna estrella decide dejarse caer por el Giro, es bien fácil que acabe por saltarse el Tour y recalar en la Vuelta, que es también territorio ASO. Victoria segura. RCS ha propuesto muchas fórmulas, como la alternancia de fechas, que la Vuelta regrese a abril, la reducción de días de las Grandes Vueltas… dada la situación tan complicada que tienen en el calendario. El Tour lo sabía cuando incorporó la Vuelta al catálogo, una pieza muy valiosa no ya en sí como carrera, sino como ariete estratégico.
El carácter napoleónico de ASO no se queda ahí. La Volta Catalunya ya está en su catálogo, si bien no se ha aclarado el formato. El Deutschland Tour (Vuelta a Alemania), el Tour de Yorkshire, Saitama, Singapur, Shanghai, las versiones femeninas del Tour, la Vuelta y la Roubaix. Carreras, ampliación del espectro de influencia y mucha actitud de agradar al gigante organizativo a través de los pequeños detalles. Nadie se imagina el plantón al Giro de Italia en Crans Montana en el Tour, que a su vez ha abrazado en los últimos años la agenda de recorridos cortos y menos traslados. Lo que es el mal llamado ciclismo moderno.
Y es ahí donde la Vuelta puede congratularse por estar alineada en el lado provechoso de la línea. Una semana tan caótica como la primera celebrada en este 2023, coronada por el interminable traslado entre Murcia y Valladolid, hubiese generado protestas y huelgas por parte de los ciclistas de otras épocas. Es cierto que la Vuelta ha sabido entender su posición en el ciclismo y ha aprovechado todas las ventajas que la fecha y sacado provecho al antagonismo de su rival directo, que es el Giro. Etapas cortas, en general buenas carreteras, buenos hoteles, hora de inicio de las etapas bastante favorable al sueño amplio de los ciclistas… Pero es cierto que el factor ASO ha tenido su influencia.
Los comentarios negativos sobre la carrera cuesta encontrarlos. La prensa, benévola en general y poco analítica, la representación de los corredores, en una actitud muy diferente a la que se puede vivir en otras carreras. Una situación muy diferente a la que nos encontrábamos en los periodos pre-ASO, donde lo extraño era la alabanza hacia la carrera y el despellejamiento el día a día: falta de grandes corredores, falta de grandes montañas, comparación constante con el Giro y con el Tour… El vaso medio vacío que en la actualidad se ve medio lleno. Y no es mala cosa, hay que cuidar la salud de las carreras. Pero caer en la complacencia hueca y absurda no hace ningún favor a nadie.
Más bien al contrario, genera conformismos que, a lo mejor y sin ánimo de ser injustos ni hacer leña del árbol caído de forma oportunista, han podido derivar en los errores de esta edición 2023. La figura de Javier Guillén ha sido muy importante en ese aspecto, en aunar todas las voces que antes estaban en contra y posicionarlas a favor. Ha sabido ver cuál era la dirección correcta, le dio una personalidad a la carrera y posteriormente con el apoyo de ASO ha moldeado una locomotora capaz de discutirle de tú a tú el título de segunda grande al Giro de Italia, con muchísima menos historia y bagaje que la corsa rosa.
El problema es que después de más de una década, hacen falta revulsivos. Las carreras son seres vivos que necesitan estar en la punta de la silla. Sobre todo, en el cuidado de la imagen. Ya no sólo en qué se ve por la pantalla o en qué sucede en carrera, sino en lo difícil que es seguir la carrera por la televisión pública, con constantes cambios de canal, una realización cuestionable, etc. Aún con todo eso, las críticas a la carrera no afloran como sí hubiesen aparecido en décadas pasadas, cuando el diario oficial de la carrera firmaba un editorial llamado ‘La Vuelta sin norte’.
El gran debe de la carrera era que no pasaba por el norte en una edición. Porque ese es el nivel de análisis. La crítica es que no se ha incluido un territorio u otro, cuando eso es algo circunstancial. Pero en problemas de fondo o trasfondos nadie entra por falta de interés, o precisamente por exceso de interés. Y ahí es donde la alineación con ASO ha traído muchos beneficios a un ciclismo como el español que en tendencia deambula entre lo cainita y la complicidad absurda (véase el trato que se le da al Team Movistar, por ejemplo). Se echa de menos la independencia en un efecto que recuerda al cuento del elefante y la estaca.
Pero ése no es un problema de la Vuelta, ni lo es de ASO. Sí para el ciclismo, que tiene algunas patas que no empujan hacia un buen futuro. El árbol debe crecer recto y sano, sino será pan para hoy y hambre para mañana. Para el ciclismo lo mejor sería que las tres grandes tuviesen independencia, sus propias carreras satélite, como sucedía antes. Y que las tres estuviesen en la punta de la silla buscando fórmulas para mejorar constantemente el ciclismo y proponer escenarios alternativos. La competencia redunda en un mejor servicio, en este caso al espectador.
Imaginemos que la Premier League adquiriese La Liga y el Scudetto. Y que la intentase gestionar bien, pero al final formase una entente tan poderosa que dejase fuera todo lo que no fuese una de esas tres ligas. Ahora que todo va encaminado a una Superliga, ya vemos los efectos que se producen en el ‘deporte rey’, con fuga de talentos a Arabia mientras proliferan los estadios semivacíos en el fútbol de élite. El ciclismo está viviendo esa Superliga en forma de World Tour, con dos equipos arremolinando el talento y dominando el calendario a su antojo. Ya vemos que Jumbo puede ganar las tres grandes en 2023. Si alguien piensa que esto es casual en lugar de causal…
ASO ha traído, por tanto, beneficios a la Vuelta. En 2008, cuando acometió la primera aproximación, la carrera estaba en una situación muy delicada. Mediáticamente, hundida. Las audiencias y los titulares fueron buena prueba de ello. Con el periodo de Javier Guillén, con sus altibajos, el prestigio de la Vuelta ha alcanzado cotas que eran impensables en los años 90 o en los 2000. Que el campeón del Tour en ejercicio se plantease pelear la carrera era una quimera. En eso, la Vuelta ha sabido gestionar su propio patrimonio, su propia personalidad y exportarla al resto del ciclismo. Etapas cortas, finales explosivos, reducción de la contrarreloj y de las etapas intrascendentes, etc.
El problema de todo esto viene por otros derroteros. Imaginemos que la situación económica en España termina por quebrar y los entes públicos de los que emanan una buena parte de los presupuestos para invertir en la presencia de la Vuelta en sus territorios empieza a meter la tijera hasta tal punto que la Vuelta deja de ser rentable. Al tiempo que el ciclismo y la economía crecen en otros países, que ahora con la globalización en general y del ciclismo en concreto es un escenario más que posible. Imaginemos que una empresa como ASO tomase la decisión legítima de invertir su tiempo y sus recursos en otro lugar del planeta.
Concretando, que la empresa que posee los derechos de la carrera celebrase La Vuelta (que ya no es Vuelta a España, nótese) en Escocia, o en Alemania, en China o en Australia. O en países itinerantes y cambiantes. Del mismo modo que deslocalizaron el París-Dakar para llamarlo Rally Dakar y celebrarlo en Sudamérica, Oriente Medio o donde toque. La titularidad de ciertas carreras en Italia que son patrimonio histórico del ciclismo italiano no corresponden a las empresas, sino al ente público del país. Cuestión aparte es el derecho de explotación, que es asignado en concurso. No hubiese sido mala idea gestionar de esa forma la Vuelta a España.
No consta un interés inmediato por un escenario similar, pero en un mundo tan cambiante como el actual, a lo mejor lo que no se contempla es lo que sucedió con las Guerras Mundiales, que era suspender esos eventos hasta la resolución de la situación. Si hay una circunstancia que afecta a un territorio concreto, deslocalizar el evento es la mejor forma de poder flexibilizar su arraigo puntual o circunstancial y aprovechar en unos lugares lo que no se puede hacer en otros. Movimiento empresarial totalmente legítimo, pero peligrosos para un deporte que vive en gran medida, y aunque a muchos no les entre en la cabeza, de la tradición. Y la Vuelta a España lo es.
Vuelta a España a la que siempre se ha achacado esa falta de arraigo entre el público español. Ahí cabe la pregunta de saber cómo sería ese arraigo si las instituciones hubiesen cuidado la carrera como debían, no quedando en manos del mejor postor, que ahora mismo es legítimamente ASO. Pensamientos desde dentro de una sociedad distraída y sobreestimulada, o al revés, como se prefiera. Ese no trato institucional se intuye desde el trato de televisión, en este caso la pública, con un retroceso en el orden de prioridad, parece, en este 2023. Dos o tres cambios de canal hoy día suponen una gran barrera para generar audiencia.
La Vuelta es el emblema del ciclismo español, y como tal debería recibir más protección para que el castillo de naipes asegure el pegamento entre las cartas. Si la titularidad recae sobre entes franceses o internacionales es lo de menos en estos momentos, aunque no deja de ser una pena al tiempo que un mal síntoma. Por desgracia, ni el primero ni el último caso. La función y la actitud de las instituciones ciclistas en este caso deberían ser más proactiva, buscando proteger a su propio deporte, como siempre se debe y nunca se hace, a largo plazo.
Fotos: © Unipublic / Luis Angel Gomez / SprintCyclingAgency
Nacido en Madrid el 2 de abril de 1986, Jorge Matesanz ha pasado por ser fundador y director de proyectos como Revista Desde la Cuneta, Tourmalet Magazine o High Cycling, además de colaborar en otros proyectos como Palco Deportivo, Plataforma Recorridos Ciclistas o Con el Plato Pequeño. Tras más de 15 años dentro del mundo del ciclismo, llega el momento de fundar Le Puncheur junto a Sergio Yustos y seguir acercando artículos de opinión, casi siempre sobre ciclismo profesional.