Las 8 Vueltas de Miguel Induráin

A Miguel Induráin nunca se le dio muy bien la Vuelta a España. Era la carrera de casa, pero la que menos condiciones le ofrecía. Ni alta montaña y sí un par de cronos, en recorridos que le hubiesen ido muy bien. Ni el clima de primavera, donde rendía peor por las alergias que sufría, ni el hecho de que se ausentase durante su periodo de dominio terminaron de explicar por qué Miguelón no tiene una Vuelta en su palmarés. Todos los grandes completaron calendario y victorias con ella, aún cuando era una carrera joven y sin el valor histórico ni el peso que tiene hoy día después de 78 ediciones y casi 90 años de historia.

Induráin tomó la salida en ocho de las once Vueltas que se disputaron en su trayectoria. Únicamente se dejó en el tintero las de 1992, 1993, 1994 y 1995. En los tres primeros casos porque en su lugar disputó el Giro de Italia. En el caso del último de ellos, su ausencia, además del notable desinterés en la carrera, se justificó con los entrenamientos en altitud en Colorado (EEUU) con el fin de preparar el Mundial de Duitama, también en altitud. Fue segundo en ruta y primero en contrarreloj, por lo que el resultado no estuvo nada mal, pero ganar el Mundial contra el crono no compensa la ausencia de la tercera grande en su palmarés.

Si su debut como profesional se produjo en 1985, su primera participación en la Vuelta no esperó demasiado. Tras ser segundo en el prólogo de Valladolid por detrás del neerlandés Oosterbosch, cogió el liderato al tercer día, camino de Ourense. Sería el líder más joven de la historia de la carrera, dato que ha resistido hasta que el francés Lenny Martínez coronase con el maillot rojo la cima de Javalambre en la edición de 2023. En cuanto apareció la montaña con los Lagos de Covadonga, una etapa con la que no iba a tener feeling, perdió el liderato y sus opciones en la general. Pudo finalizar la carrera, aunque en una discreta 84ª posición.

En 1986 regresó y repetiría una actuación similar en el prólogo, esta vez con la tercera posición. Se estaba revelando como un buen contrarrelojista el navarro, especialista en prólogos, ganando también el de la Vuelta Murcia y el del Tour de la CEE. Participó en las Vueltas de 1987 y 1988, aunque su actuación no fue nada del otro mundo. Más protagonista fue la de 1989, cuando fue un buen gregario de Pedro Delgado. El segoviano ganaría la carrera, pero perdió a su mejor gregario en la etapa de los Lagos de Covadonga. En la bajada del Mirador del Fito, una caída provocó a Induráin una rotura de clavícula que terminó con su aportación.

Un año más tarde fue otro de los gregarios clave en la montaña. La escapada bidón de Giovanetti puso en apuros el título de Pedro Delgado, quien intentó remontar toda la carrera una ventaja que apenas descendería. Induráin fue el último hombre en preparar sus ataques, aunque con poca efectividad. Tras las dos victorias de etapa en alta montaña que Miguel había conseguido en el Tour de Francia, era el momento para el español de ser líder del equipo Banesto (antes Reynolds) por primera vez. Iba a ser en 1991, aprovechando que Perico había acudido al Giro de Italia.

En la salida de Mérida su gran rival iba a ser la ONCE de Lejarreta, el dorsal número uno de Giovanetti o el colombiano Parra, que puso en apuros a Delgado un par de años antes. Sin embargo, iba a ser la figura de otro ciclista de la ONCE quien impediría su primera victoria en una gran vuelta. Melchor Mauri se impuso en las contrarrelojes, terreno predilecto de Miguel, y en montaña sufrió para que el de Banesto apenas le restara unos segundos. Se habló mucho de que la suspensión de la etapa de Pla de Beret afectó las opciones de victoria del navarro, pero no sería justo admitir que eso es verdad.

Mauri estaba muy fuerte y en ese momento era imbatible para Induráin, quien tuvo que conformarse con la segunda posición, que ya le ubicaba bastante en el mapa de las grandes vueltas, y con firmar una temporada 1991 magnífica. Ganaría el Tour unos meses antes y ahí comenzarían los años de esplendor de este espigado ciclista. Cinco victorias en el Tour, dos en el Giro y toda la ristra de éxitos que se conocen de uno de los mejores ciclistas de la historia. En cambio, durante ese reinado sobre el ciclismo internacional iba a faltar la guinda al pastel, la victoria en la Vuelta, carrera en la que no conseguiría victoria alguna de etapa.

Regresaría a la Vuelta, ya celebrándose en el mes de septiembre, en 1996. No era su año, venía del batacazo del sexto Tour, donde había sufrido una humillante derrota incluso en su propia casa. El equipo, empujado por el mal resultado del mes de julio, le empujó a correr. Ese sentimiento de obligación no resultó y el navarro, pese a intentarlo en la durísima contrarreloj de El Tiemblo – Ávila en la que fue tercero tras los suizos Rominger y Zulle, sucumbió ante el poderío de la ONCE y la enfermedad, que le hicieron abandonar ya abandonado a la suerte en la fatídica etapa de Los Lagos de Covadonga.

Finalizado el descenso del Mirador del Fito, su abandono al paso por el Hotel Capitán es parte de la historia del ciclismo español. Induráin jamás volvería a lucir un dorsal, mientras que la Vuelta se despedía así del gigantón navarro. El balance en la Vuelta sería aquel segundo puesto de 1991, un séptimo en 1990 y los cuatro días de líder en 1985. El resto, un aquelarre de infortunios y momentos desagradables que contrastarían con las alegrías que viviría en el Tour y en el Giro. La Vuelta no era su carrera, desde luego.

Foto de portada: EFE