El escenario ha sido extraño por inédito. Sepp Kuss se lleva su primera victoria de tres semanas, pese a que a otros se les han hecho nueve meses, un parto que para el maillot rojo es un sueño hecho realidad al tiempo que para otros ha sido una pesadilla. El ciclismo comenzó en segundo plano y ha acabado de igual modo, con la polémica actuación de Jonas Vingegaard y Primoz Roglič. Se pensaban que era la Vuelta a España cuando en verdad la dieron al mundo las imágenes, pelín feas, del líder abandonado a su suerte. El Angliru convertido en una especie de prueba clasificatoria para decidir para quién trabajaría el Jumbo Visma desde la cima hasta Madrid.
Lo que pareció es que la presión mediática en redes sociales afeando el gesto, la fotografía, se alineó con la necesidad de encontrar nuevo sponsor para un futuro no tan lejano. La mala prensa nunca gusta a alguien que va a sufrir memes con su marca insertada. «Team Judas Visma» sólo un breve ejemplo de lo que las cabezas y el tiempo libre pueden ser capaces de crear. Como lema y principio de marketing, impecable. Puede valer, además, en casi todos los idiomas. La ética estaba dentro de la estética. Fueron aliadas para convencer a los directores primero y a los corredores después de parar esa guerra fratricida.
Las aguas bajaron en paz camino de la Cruz de Linares. Los tres Jumbo parecían en una partida de Fortnite, en comunicación constante. Ahí se acabó la Vuelta y no el día anterior. Los regalos que Kuss no quería, llegaron. Como cuando no te cae ni una colonia por Navidad y en Reyes te caen tres. Han pasado tres semanas y podía haber cantado Julio en septiembre aquello de ‘La vida sigue igual’. Los Jumbo pensaban hacer historia y lo han conseguido, una historia que atormentará a más de uno. Las consecuencias vendrán después, cuando las piernas descansen y la sangre regrese a los cerebros.
La partida de ajedrez que describía Adrián González Blanco no fue necesaria. Fue como el partido de los domingos sin que el equipo rival se presentase. Tres puntitos, o puestitos en el podio, y a casa sin casi haber sudado. Si dejamos de lado Javalambre y el último kilómetro y medio del Angliru, no se ha vivido a los favoritos darlo absolutamente todo en las etapas de montaña. Miradas atrás, ataques trampa de uno y de otro Jumbo, como si Enric, Mikel y Juan fuesen la versión torremolinense de Indiana Jones y por el camino en lugar de rampas fuesen a caer rocas rodantes y gigantescas. O auxiliares de los equipos presuntamente lanzados.
Ha sido una Vuelta surrealista, sin más ciclismo que el regalado por Evenepoel y poco más. Hasta en su único día malo fue protagonista, con lo mal que le viene eso a su ego. Esta Vuelta ha sido una cura de humildad para el belga, que pasó de vestir de rojo a lucir el arco iris para más tarde vestirse de campeón belga. Todo eso quedó desterrado por el enigmático maillot de la montaña, que ha tenido la misma disputa y emoción que la carrera. Es decir, ninguna. En descargo de la Vuelta, es como si Tadej y Jonas fuesen del mismo equipo. El Tour no sería igual.
La Vuelta fue de Kuss. La moral, que es lo que cuenta, la ovación del público. La gente empatiza con las injusticias, y es cierto que debido a la pésima gestión de egos y coincidencias astrales de sus dos teóricos líderes se vivieron varias a lo largo de las tres semanas. En las guerras hay dos batallas: una por el terreno físico y otra por el relato, la verdadera victoria, la que empuja a la historia. En este caso, a nuestros nietos les hubiésemos contado que dos hombres malos le robaron a un fiel escudero su momento de gloria. Se puede ver por el lado del populismo, del ventajismo.
También por el lado de que Sepp se ha ganado a la afición. El ciclismo tiene un nuevo ídolo, se ha comprobado. De no haber sido real esa victoria moral, hubiese equiparado a Froome con Jonas y Primoz. ¿Ganando las tres grandes vueltas? No, recibiendo abucheos del público en ciclismo, algo que no se daba desde la era Armstrong. Situación extraña en un deporte donde se anima hasta a los aficionados ocurrentes. Con el fin de evitar esa escena, Kuss ganador. De los creadores de «Chiquito es pequeño persona» llega «Soy un humano, soy un globero, soy más ciclista que corredor».
Dos estadounidenses al poder. Uno fan de las hamburguesas como Chris Horner, otro de los recorridos. Ya que cae tan simpático, podía ser el relevo de Escartín al frente de la dirección técnica de la Vuelta cuando llegase el momento. Vamos, de diseñar las etapas. Los americanos son muy de banderas, así que da el perfil (jaja). Además, cae simpático a todo el mundo. Dan ganas de invitarle a unas cervezas de no ser porque se sospecharía que se vendrían con él los otros dos Jumbo.
La Vuelta va a parar a quien más se la merece, no al más fuerte. A ver qué se hace ahora con todos esos mantras clásicos en el ciclismo. Y con los esquemas. La Vuelta de las estrellas la va a ganar uno cuya bandera añadirá 49 más cuando ice en Madrid, que al final no deja de ser irónico. «¿Qué querrías ver en el podio de Madrid?», le preguntaban a Javier Guillén antes de arrancar en Barcelona. «Muchas estrellas, cuantas más mejor». Dicho y hecho. Hay que tener cuidado con lo que se desea.
Recordemos que era la Vuelta del Tourmalet y el Angliru, el titular pre-escrito (que no prescrito, que ahí siguen) de tantos y tantos reportajes en prensa. Pues bien, lo ha sido, otra premonición. Como la canción de Ricky Martin y algún que otro éxito del verano, el 1-2-3 se ha producido en ambas etapas como hito histórico, porque al menos en los últimos treinta años ninguna gran vuelta ha vivido nada semejante. Un Mapei 1996 en cada una de las cimas. Jumbo mató la carrera. Y la revivió con una guerra cainita que en realidad nunca existió.
En qué hora pensaron en poner en liza la nave en Javalambre. A la larga les ha planteado más problemas que soluciones. Como los charlatanes nocturnos, esos que adivinan tu pasado si se lo cuentas tú antes. De saber que la oposición se iba a volar como una pelusa del desierto al mínimo envite, se hubiesen evitado muchos líos. Pero hubiesen sufrido otros, como por ejemplo cuál de los dos líderes se hubiese postulado para ganar la Vuelta. Porque de la alineación de dos gallos en un mismo corral surgen los problemas. Casi mejor la victoria de un neutral que sonría todo el rato.
Si ya hay malas caras, mejor no imaginarse los puñales entre dos capos del nivel del ganador del Giro y el del Tour. Las heridas del futuro han sido las que han gestionado la crisis del Jumbo Visma en el mejor momento de su dilatada historia hasta la fecha. Vingegaard pierde una Vuelta y gana un gregario, tal vez gane también un rival en Roglič. El mal menor ha ido dictando qué hacer, en lugar de marcar las jerarquías de forma clara desde el principio. Culpa de los diseñadores de este ocho diabólico y de quienes tomaron la decisión de no tomar ninguna decisión.
Sí, como suena. Como en la primera película de Saw, como en aquella serie coreana mitad Gran Hermano mitad Juego de la Oca. Vingegaard va a perder su balón de oro por un puñado de segundos. De haber sido él el elegido, su temporada hubiese sido incomparable. De haber ganado Roglič, lo mismo. No se recuerda un pleno en generales como este. Faltará la última tirada. La rabia que sentirá el esloveno la sentirán muchos aficionados que esperaban verle dar el máximo, verle en su máximo apogeo, algo que sólo consigue en la Vuelta.
En 2022 tuvo que hincar la rodilla (literalmente) ante Evenepoel, en 2023 ante su gregario. Empieza a ponerse feo dar alcance al récord de Roberto Heras. Se adjudica uno curioso e interesante, siendo el único ciclista en la historia en haber conquistado la cima del Angliru y la de los Lagos de Covadonga. Empata a doce victorias con Alejandro Valverde, el murciano en 16 participaciones, el esloveno en 5, nótese la diferencia.
Kuss ha desmontado otro mito, que es el de correr las tres grandes en un mismo año dando un rendimiento más que decente en todas ellas. Lo hacía Marino Lejarreta, lo hizo una vez Alejandro Valverde con ese bonito reto de conseguir tres top ten. Le fallaron dos posiciones en la Vuelta (12º), pero anduvo competitivo en todas. Sepp ha sido un gran apoyo en todas. La victoria de su vida, con la sensación de que ha habido pasteleo y en el último momento se le ha perdonado. O al menos esa sensación da.
Y con ello, peor sensación deja la Vuelta. Y de ese modo parece que se desmerece la victoria de Sepp Giovanetti Kuss. El equipo de Van Aert Noel. De grandeza también se muere. Y Jumbo gana, sí. Pero pierde en la victoria. Veremos si lo que no sale ganando es una división interna cuanto menos o un rival fiero y con rencor en el próximo Tour. Dos eslovenos contra un danés podría ser una historia muy digna de contar.
Fotos: Unipublic / Sprint Cycling Agency
Nacido en Madrid el 2 de abril de 1986, Jorge Matesanz ha pasado por ser fundador y director de proyectos como Revista Desde la Cuneta, Tourmalet Magazine o High Cycling, además de colaborar en otros proyectos como Palco Deportivo, Plataforma Recorridos Ciclistas o Con el Plato Pequeño. Tras más de 15 años dentro del mundo del ciclismo, llega el momento de fundar Le Puncheur junto a Sergio Yustos y seguir acercando artículos de opinión, casi siempre sobre ciclismo profesional.