¿Debe Primoz Roglič seguir en Jumbo Visma?

Se acaba la Vuelta y hay un veredicto popular claro: es la Vuelta de Kuss y el norteamericano es el justo ganador. Roglič ha sufrido en sus carnes la ironía de tener detrás de sí al mejor equipo del mundo, al menos en ese tipo de escenarios. La apuesta de Jumbo Visma por asegurar el tiro para lograr la victoria en las tres grandes acabó por ser certero, pero a largo plazo haber salido por la culata. La molestia de Primoz con su propio equipo debería provocar su marcha, movimiento que de producirse debería estar en ebullición entre bambalinas.

Lo que ha sucedido a lo largo de las dos últimas semanas de la Vuelta ha gustado más bien poco al esloveno, que parafraseando el soldado John Rambo disputó una carrera «que no podía ganar». De primeras, sus directores alinearon al enemigo en casa, abrieron la puerta a Jonas Vingegaard en una fiesta que no era la suya. El ganador de tres ediciones renunció al Tour, en el que el danés fue el líder absoluto e indiscutible, no hubo cuestión alguna, y se centró en un reto bonito y no tan común como el doblete Giro – Vuelta. Sin protestar, aceptando el paso atrás que suponía en el rol dentro del Jumbo Visma. Y con profesionalidad, llevándose la maglia rosa.

En 2023 no ha hecho otra cosa que ofrecer buenos resultados, con un pleno de victorias en las vueltas en las que ha participado. Estadística truncada con la Vuelta del triplete, la que le permitió estar por delante de todos los rivales con suficiencia y que le impuso no ofrecer todo lo que llevaba dentro. Ahí viene lo grave del asunto y gran parte de la incomprensión por parte de Primoz, quien acepta con deportividad los fracasos en forma de caída o derrota sobre la carretera, como aquel duro revés de perder el maillot amarillo a manos de su compatriota Pogačar el último día de forma tan cruel.

Perder así es otra cuestión. La escapada de Sepp Kuss, hasta ahora su gregario fiel y más de su camarilla que de la de Vingegaard, tenía como fin favorecer el desgaste de los equipos rivales. Lo mismo que las arrancadas tempraneras del campeón del Tour de Francia. El líder, en teoría, era el esloveno. O al menos esa era la táctica de salida en Barcelona e incluso pasados los Pirineos, como ellos mismos reconocieron, por ejemplo, tras la etapa de Bejes. Todo para Roglič, quien ya habría manifestado su desacuerdo con la táctica empleada. Con la forma y efectividad mostradas por Vingegaard, el plan cambió, ahora consistía en ubicar en lo alto de la clasificación al más fuerte.

De ahí su ataque en el último tramo de L’Angliru. El Jumbo había establecido la particular ley de la selva entre sus líderes, con el apoyo del equipo para llevarles sanos y salvos hasta esos últimos kilómetros donde ellos mismos decidirían quién era el más fuerte. Kuss salvó el liderato por un puñado de segundos. De haber sido adelantado por Vingegaard, la jornada de Cruz de Linares hubiese sido bien diferente. Las críticas en las redes se hubiesen multiplicado y puede que sus directores determinasen «devolver» el maillot al a la postre ganador de la Vuelta. Que dé la sensación de que todo se haya decidido en las redes sociales es otro de los aspectos con los que Primoz discrepa.

El que se suponía líder de este dream team quedaba en una situación extraña. La dirección de su equipo había decidido que Kuss sería el candidato del equipo, por el bien del prestigio social de la marca, en busca de relevo, con Vingegaard y Roglič compitiendo con el freno echado. Una situación anormal para un ciclista altamente competitivo como el campeón en ejercicio del Giro. Resignado a aceptar las instrucciones y dado el trato de amistad con Sepp, el revólver pasó al estuche y la posición de las cejas varió mucho en esos últimos días. La relajación llegó al grupo, no era plan de aguar una fiesta inevitable y un logro histórico.

A efectos prácticos, de no haber tenido problema con el maillot rojo de Kuss, lo hubiera tenido con Vingegaard. El problema venía con ellos en la maleta desde antes de llegar a Barcelona, y es que estas tricefalias no funcionan nunca. Que le pregunten a Movistar. La cuestión importante es que Primoz Roglič ha dejado de ver futuro en Jumbo Visma. Ha dejado de creer que permanecer en el mismo lugar en el que lo ha hecho durante ya ocho temporadas sea lo más productivo para él, que sigue teniendo entre ceja y ceja un último intento en el Tour de Francia. Con su determinación, no hay quién sea capaz de afirmar que no tendría al menos opciones de lucharlo.

Todas las opciones pasan por tener el permiso del equipo para resolver su contrato, con duración hasta final de 2025. Pero, claro, Jumbo no va a permitir armar a un equipo rival como Ineos Grenadiers con un ciclista tan capaz de ponerles en dificultades. Se hablaba de Lidl Trek como otra posibilidad, veríamos en qué condiciones, que el presupuesto tendrá límites tras todo lo fichado. Lo que parece claro es que el tiempo de Roglič en su actual casa ha llegado a su fin, y que ante la posibilidad de un último gran contrato y sus últimas grandes balas en el Tour. El timing marca que el momento del cambio es ahora o nunca.

Fotos: Unipublic / Sprint Cycling Agency