Koldo Fernández de Larrea, el último gran sprinter vasco

Nos remontamos a los años dorados del Euskaltel Euskadi para recordar las gestas del último gran sprinter que el ciclismo vasco ha dado a luz. Koldo Fernández de Larrea nació en septiembre de 1981, coincidiendo con los años en los que Marino Lejarreta encandiló a los aficionados. En un mundo de escaladores, se nutrió de la punta de velocidad de otros nombres como Perurena, Olano o Lasa, hombres todo terreno que compartían la afición por llevar la contraria a la tradición. Koldo llevó el término más allá, especializándose exclusivamente en llegadas masivas.

Tomó una decisión clave en su carrera, que fue elegir entre escuchar los cantos de sirena que le llegaron desde Italia o apostar por una cantera en la que se había formado (Olarra) y que le iba a proporcionar tarde o temprano un hueco en el Euskaltel Euskadi. Fueron buenos tiempos para el ciclismo vasco, con el maillot naranja estrenándose por todo lo alto en el Tour de Francia e inundando los Pirineos de aficionados que convirtieron un color en una tradición. Tras las exhibiciones de Mayo y Zubeldia por carreteras francesas en 2003 llegó el anuncio del pase a profesionales de Fernández de Larrea. Que así se aseguraba aportar un enfoque diferente a un equipo que principalmente pensaba en montañas.

En el equipo había gente como Isasi que tenían cierta punta de velocidad. Pero sus roles en favor de los líderes le impedían centrarse en exclusiva en las volatas. Koldo no encontraría ese problema. Ya desde el primer año (2004) fue dejando su impronta. Tanto en metas volantes de la Challenge de Mallorca, que las ganó, como en el Tour del Porvenir, donde sería segundo en una etapa. Ser sprinter en un ciclismo como el vasco y como el español, donde precisamente es un perfil que no abunda, abre puertas al protagonismo. Ese rara avis en un mundo de cuestas y premios de montaña. Su primer triunfo llegaría en un marco incomparable, en la Tirreno Adriático.

Esa cuna de velocistas que es Italia le bautizaría ante gente como O’Grady, McEwen y Hushovd, además en la etapa final. Sin embargo, su mejor año pudo ser 2008. Obtuvo victorias en Vuelta a Burgos y la extinta Euskal Bizikleta, y repitió experiencia en el Giro de Italia, la que iba a ser su tercera participación.

No lo pudo terminar en esta ocasión, pero sus actuaciones en las llegadas masivas fueron mucho mejores, coleccionando puestos de honor (tercero, cuarto, quinto, sexto, décimo) en sendas volatas. Se estaba consolidando como un ciclista regular, de estar en la pelea. Que no es poco en un campo tan complicado como los sprints, más aún en un equipo que no era especialista en la materia como Euskaltel.

En 2012 prefirió probar suerte fuera del equipo vasco. Garmin-Sharp apostó por él como lanzador de Tyler Farrar y ocasional sprinter principal. El nivel de Koldo había bajado tras sus años de máximo apogeo, algo que confirmó en el conjunto norteamericano. Se mantuvo en la estructura de Jonathan Vaughters durante tres temporadas y decidió colgar la bicicleta. Corredor once, no por coincidir con Manolo Saiz, que daba sus últimos coletazos en el ciclismo cuando el sprinter de Vitoria arrancaba su carrera profesional. Tampoco por ser un ciclista superior a un diez. Sino por acumular once participaciones en grandes vueltas y once victorias a lo largo de sus once temporadas como profesional.

Una vez se bajó de la bicicleta, sigue ligado al ciclismo a través de la representación de ciclistas. El vitoriano deja tras de sí un buen recuerdo por aportar un territorio nuevo a Euskaltel y ver a una camiseta naranja batirse en duelo con los mejores velocistas del momento, en una época de muchísimo nivel. De haber gozado con ayuda más especializada y un poco más de confianza, sus cotas hubiesen sido mayores. Aún así, victorias de nivel como las ya mencionadas o el Tour de Vendée, el Circuito de Getxo o etapas en Murcia, Algarve y Castilla y León, que también cuentan.

Foto portada: Iban Gorriti