Desfaso con el Tour du Faso (III): ¡Aúpa, Hamado Pafadnam!

Hamado – léase con tilde en la o – fue la razón que nos llevó a muchos a aficionarnos al Tour du Faso. En realidad, la “culpa” la tienen, a medias, los directores de documentales catalanes Oriol Gispert y Lluís Jené, quienes rodaron «El Tour de los hombres íntegros» sobre la edición de 1999 y “¡Aúpa, Pafadnam!” sobre la edición de 2002.

Pafadnam nació en torno a 1974 (las fechas de nacimiento en muchos países son aproximadas, ya sabemos). Provenía de Dablo, una zona rural del norte del país, a casi 200 kilómetros de la capital. Una zona que no visita ya el Tour du Faso porque está dentro de las más inseguras y con riesgo de terrorismo del país. A Ouaga llegó de la mano de Sayouba Zongo, su mentor, ex-ciclista que había sido campeón nacional y 3º en las dos primeras ediciones del Tour du Faso. En la edición de 1998, Hamado logró cuatro etapas y en 1999 fue 5º en la general, único burkinés en el top10, aunque protestó amargamente por las malas artes del ganador final, el egipcio Saïd Mosry, quien presuntamente provocó su caída en un sprint cuando iba 2º en la general.

El documental español Pafadnam se lamentaba no contar con los medios técnicos para pelear contra los ciclistas europeos y del norte de África. En las ediciones de 2000 y 2001 no destacó tanto, su rendimiento estuvo por detrás del de otros ciclistas locales como Jérémie Ouedraogo o Mahamadi Sawadogo. Pero fue en Hamado en quienes se fijaron en 2001 las hermanas Baqué, herederas de la fábrica de café vasca, mientras veían Canal Plus. El equipo amateur Café Baqué trajo a Pafadnam a Durango en marzo de 2002 y se forjó así el mito del “Durango Kid” original, nuestro Hamado.

A sus 28 años, Hamado Pafadnam, un tipo tímido, sencillo y a la vez carismático, nunca había subido ni bajado cuestas como las vascas, no conocía la nieve ni sabía mantenerse en el pelotón sin llevarse a nadie por delante; le costó acabar y solo lo logró en alguna carrera puntual. Un vasco nace donde le da la gana, en Bilbao o en Dablo, pero muy mala uva había que tener, Patxi, para llevarte a alguien de un país completamente plano a una zona de entrenamiento en la que cada día al bueno de Hamado le tocaba subir y bajar el Urkiola, 6 kilómetros con el 9 % de pendiente media. Con lo que le tocó pasar a Hamado, merecería una placa en alguna de estas rampas.

Muy pronto comprobaron en el equipo cafetero que era inviable plantearse que Pafadnam pudiese llegar a ser profesional e incluso el burkinés, muy consciente de ello, pidió trabajo en la fábrica Baqué, como ya cuenta el documental. En cualquier caso, el compromiso del equipo gestionado por Erkaitz Elkoroiribe se llevó hasta el final y en noviembre un grupo que incluía a ciclistas que luego fueron profesionales, como Aitor Galdós (Euskaltel), Ricardo Serrano (Fuji-Servetto, Kaiku) y Efrain Gutiérrez (Andalucía Paul Versán), acompañó a Pafadnam en su reto de ganar por fin el Tour du Faso.

Había una confianza plena en que lo lograría, pero en las dos primeras etapas Hamado perdió casi tres minutos, una diferencia insalvable en un terreno recto y plano como el de Burkina. Ni los equipos europeos ni los nacionales o regionales de Burkina Faso estaban por la labor de dejar a Pafadnam escaparse. Hamado logró, eso sí, acabar 3º en la general final, su único podio, tras el marroquí Abdelatif Saadoune y el francés Alexandre Lecocq. Los finales felices no siempre se pueden guionizar.

No cabe duda de que el documental fue un acierto y un éxito publicitario para Café Baqué, que además reconvirtió a Pafadnam en mecánico del equipo, trabajo que también realizó en 2003 y 2004 en las dos Vueltas a España que corrió el club en su breve etapa como equipo profesional.

Lo que no cuenta el documental es que el podio de Hamado Pafadnam en el Tour du Faso 2002 no forma parte de su palmarés porque en esa edición, la segunda organizada por ASO, los controles UCI fueron bastante más estrictos que otros años y Hamado dio positivo por usar hormona de crecimiento. Uno de esos positivos que es imposible justificar por un error o casualidad, Pafadnam no era una joven promesa, ya llegó «crecidito» a País Vasco. La sanción de la Federación Burkinesa, que criticó duramente al equipo español por no colaborar enviando informes médicos, fue de dos años, lo que directamente empujó a Pafadnam a colgar la bicicleta.

No dudo de las buenas intenciones del Café Baqué dando la oportunidad a un ciclista burkinés en Europa, pero el documental de 2002 envejece mal si conocemos todos los detalles de la historia. Te hace preguntarte qué papel tuvo o dejó de tener el equipo en el dopaje de Pafadnam. Estamos hablando de años muy convulsos, como explicaba en marzo de 2004 otro ciclista, Jesús Manzano, destapando mediáticamente la Operación Puerto. La hormona del crecimiento (hGH) formaba parte del cóctel dopante presuntamente utilizado por equipos profesionales como Kelme junto a la famosa eritropoyetina (EPO), nandrolona, testosterona, cortisona, corticosteroides, oxiglobina, actovegin…

Las farmacias españolas no daban abasto en esa época con las «recetas ciclistas.» Recientemente Manolo Saiz, ex-director de la ONCE, decía que en 2003 fue cuando por primera vez le propusieron institucionalizar el dopaje como equipo, sin necesidad de que cada ciclista se buscase la vida por su cuenta mientras los directores miraban para otro lado. El positivo de Pafadnam en octubre de 2002, casi olvidado en la prensa española, es parte de esa época tan triste cuando la revisitamos.

Por otro lado, hay demasiados tópicos en la prensa de esos años, deseosa de alimentar el mito del «Indurain negro» (sic). Porque Pafadnam tuvo un par de temporadas buenas, pero, si bien es cierto que tuvo muchos aficionados en su país que le apoyaban, no es ni siquiera el mejor ciclista burkinés de su generación: nunca fue campeón nacional y su palmarés está bastante por detrás de otros como Saidou Rouamba, Jérémie Ouedraogo o Abdul Wahb Sawadogo, representantes de Burkina Faso en el mundial de Austria en 2006. Aunque a todos nos hubiese encantado que Pafadnam hubiese triunfado tanto en el Tour du Faso como en Europa, nos «vendieron» una imagen que no se correspondía con la realidad.

Hay otras historias colaterales con las que me quedo viendo el documental «¡Aúpa Pafadnam!» veinte años después. Para mí, una de las más interesantes es la relación que se crea entre Hamado y su profesora de Francés en País Vasco, Gloria. Pafadnam proviene de una zona rural y apenas chapurrea el francés, por entonces lengua oficial de Burkina Faso. El equipo Baqué no tiene margen para que aprenda castellano o euskera y opta por contratar a Gloria para que mejore en francés y así poder comunicarse más con el equipo. El burkinés deja a su mujer en Ouagadougou y durante esos meses solo tiene con ella llamadas telefónicas, incluidas algunas subidas de tono que encajaban en el «Party-Line» de otros tiempos.

En el documental Hamado reconoce que algo ha cambiado en él en Durango, en gran parte gracias a Gloria, que no evita hacerle preguntas incómodas. Para Hamado, musulmán, si ganase más dinero lo lógico sería tener una segunda mujer, pero a la vez reconoce que es tímido y que en Burkina Faso no hubiese sido capaz de hablar con una mujer sobre cualquier cosa como lo hace con Gloria. Y no comento esta anécdota por «salseo», yo no veo más que una bonita amistad entre ambos en el documental, pero creo que es una de las partes más humanas del relato que nos hacen, una de las pocas que no cae en el cliché más fácil.

Porque en la relación con los directores de equipo, con el mánager, el dueño y los compañeros ciclistas, hay demasiados tópicos, muchas bromas y humor un tanto zafio. También se muestra por supuesto el aprecio y vínculo real que crean con el simpático Hamado, pero una y otra vez sea cae en el documental en demasiados estereotipos que parecieran extraídos del mito de Tarzán cuando va con Jane a una ciudad, sin detenerse en la persona, en el propio Hamado, quedándose en el personaje. Uno siente cierta vergüenza como espectador cuando en una escena un policía local agradece que el equipo le avisase de la presencia de alguien negro en el pueblo, porque si no hubiese pensado que Hamado había robado la bicicleta y equipación a alguien de Baqué.

En el plano deportivo, el equipo Café Baqué había vuelto a ser esa temporada 2002 el mejor equipo amateur del calendario español, con 91 victorias. No en vano, de Baqué, presente en el pelotón desde 1978, salieron ciclistas como Julián Gorospe, Igor Astarloa, David Etxebarria, Iban Mayo, Joseba Beloki, Íñigo Landaluze, Mikel Zarrabeitia, Unai Etxebarria o Pedro Horrillo. Hace pocas semanas este equipo ha sido noticia porque de cara a 2024 desaparecerá la estructura amateur Élite y sub23, aunque Baqué seguirá patrocinando al equipo juvenil de Elkar Kirolak, en colaboración con el WT de Movistar / Abarca.

Volviendo a 2002, el Café Baqué llevó a Burkina a una formación potente, como contábamos, con Ritxi Serrano, Aitor Galdós, Dani Aguado, Efraín Gutiérrez, más Mikel «Kotxarri» Aguirre, el mecánico del equipo, que se puso un dorsal para entrenarse en Burkina de cara a la temporada de ciclocrós. Obviando a Pafadnam, el Café Baqué pasó todas las penurias que otros europeos ya habían vivido con el calor en esas etapas planas con rectas interminables y unas condiciones complicadas.

La gastroenteritis afectó a varios miembros de la expedición. Desde mi punto de vista – es fácil hablar a toro pasado – si querían ayudar de verdad a Hamado, tendrían que haberse ido junto a él a Burkina Faso un mes antes de comenzar el Tour du Faso para aclimatarse, en lugar de llegar a Ouagadougou cuando faltaban apenas unos días para tomar la salida.

En la primera etapa, Aguirre se retiró y Serrano llegó a casi media hora. Durante la segunda etapa, Hamado, bien acompañado, volvió a perder tiempo. A lo largo de la tercera, Baqué controló la etapa para el sprint y lograron el segundo puesto con Pafadnam y el tercero con Galdós, pero les ganó el belga Lionel Syne (Marco Polo Cycling Club), que se llevó la primera de las 11 etapas que atesora en el Tour du Faso. Durante esa misma etapa, Efrain y Ritxi llegaron últimos, a tres cuartos de hora. En la cuarta etapa, solamente Dani pudo acompañar a Hamado hasta el final y Serrano siguió sufriendo, con otra media hora perdida. Al día siguiente, retirada de Efrain y otros 37 minutos perdidos por Ritxi, último en la quinta etapa.

En la sexta, retirada de Aguado y de nuevo Serrano entre los últimos en meta. De este modo, Pafadnam afrontó las últimas cinco etapas, las definitivas con solo dos compañeros, con Galdós en forma, incluso peleando por el maillot verde de puntos, y Serrano, este último algo tocado y con un rendimiento menor al que le hubiese gustado. En la novena etapa, estuvieron de nuevo cerca de la victoria, con Galdós 2º y Pafadnam 3º, de nuevo por detrás de Syne. Tampoco la décima y undécima etapa sirvieron para recortar los dos minutos y 40 segundos que perdió Hamado en las dos primeros días.

El balance final, muy escaso para las expectativas que se habían generado: Pafadnam 3º en la general, Galdós 6º y Serrano 59º (penúltimo, a más de dos horas y media del ganador final, el marroquí Abdelati Saadoune, cuya selección también ganó la clasificación por equipos). Syne ganó el prestigioso maillot verde de los puntos por delante de Aitor y Hamado. Pafadnam se tuvo que conformar con ser de nuevo, como en las ediciones de 1998, 1999 y 2000, el mejor ciclista de Burkina Faso en la general. Sin embargo, a pesar de tener todas las cámaras a su alrededor, ni siquiera fue el burkinabè con más protagonismo. En la meta de la última etapa, la mujer de Hamado se mostraba bastante decepcionada por el resultado de su marido.

Siete meses de duro entrenamiento en País Vasco para quedar de nuevo detrás de un norteafricano y un europeo. El milagro durangarra no fue posible.

El ciclista Pedro Horrillo, canterano del equipo Baqué y que se enroló en la aventura de Baqué en Burkina como auxiliar, mecánico, masajista y cronista, destacó en su artículo publicada en El País a Houdou «Hameero» Sawadogo, primo de Pafadnam. Hameero, con apenas 20 años, acompañó en los entrenamientos al equipo vasco y, ya en carrera, logró llevarse dos etapas seguidas, la sexta y la séptima, plantando cara a los ciclistas europeos del Marco Polo y de las selecciones regionales francesas.

Como curiosidad, Hameero lució en meta unos calcetines que Horrillo le dio como regalo. Ningún equipo español amateur ha vuelto a disputar el Tour du Faso desde aquella edición de 2002, pero podemos decir que el paso del equipo vasco por África sí dejó cierta huella: años después, en 2006, en el mundial en Salzburgo (Austria), los representantes de Burkina Faso también lucieron guantes de Café Baqué.

Resumiendo y simplificando, seguramente en exceso, Café Baqué se llevó a Hamado Pafadnam a Europa para ayudarle en su sueño de convertirse en profesional y precisamente su paso por el equipo fue una de sus últimas experiencias sobre la bici. Una vez cumplida su sanción por dopaje, Pafadnam aprovechó unas vacaciones de Navidad en Burkina Faso para ganar un critérium en la capital el 23 de diciembre de 2007 (Grand prix cycliste de la ville de Ouaga), oficialmente su última carrera, según dijo en los medios locales, pues ya le tocaba “colgar la bicicleta y dejar paso a los más jóvenes”; es este un resultado no profesional, pero al revisarlo años después, nos cuesta enmarcarlo dentro de “un ciclismo creíble”.

Da la sensación de que Hamado tenía que ganar sí o sí esta prueba para cerrar su historia como “hijo pródigo”. Participaron ciclistas locales en activo bastante destacados, pero Pafadnam se escapó muy pronto con un grupo de otros ocho ciclistas bastante modestos, sin ninguna figura que le pudiera hacer sombra, y evidentemente les ganó al sprint sin problemas. Tiendo a pensar, aunque no tengo pruebas para afirmarlo, que es muy probable que algún patrocinador (corrió con un maillot de la compañía telefónica ONITEL) o el propio Hamado “se pagaran” el capricho de lograr esta última victoria. No sería la primera ni la última vez que un triunfo se compra en ciclismo.

Hamado también se puso un dorsal, ya sí por última vez, el 22 de noviembre de 2008, en el Critérium de Durango que conmemoraba los 30 años de Café Baqué, una «pachanga entre amigos» en la que participaron viejas glorias como Miguel Indurain, Gorospe o Beloki y en la que a Hamado le cedieron el honor de ser el primero en escaparse en la primera vuelta. Una prueba de que Pafadnam seguía teniendo tirón entre el público. Lo raro es que la prensa no aprovechase para titular algo así como «compiten juntos por fin el Indurain blanco y el Indurain negro

¿Y qué pasó después? Sabemos que Hamado Pafadnam figuró como mecánico de Café Baqué al menos hasta la temporada 2009 y que también ha trabajado en la fábrica de tueste y envasado de Iurreta (Bizkaia), es donde dijo que iba a trabajar cuando dio por terminada definitivamente su carrera al final de 2007. Con los ahorros se hizo una casa en Ouagadougou, con la idea de volver. No sabemos si Hamado sigue en la comarca de la Durangaldea o ya no, hemos revisado la prensa local sin éxito y no hemos querido investigar ni preguntar mucho más para localizarle, porque intuimos que su anonimato desde entonces es elegido y preferimos respetarlo.

Pafadnam no ha vuelto a tener apariciones públicas desde hace ya casi 15 años y una entrevista con él sería muy enriquecedora para aclarar cómo vivió toda esta experiencia, pero nos quedaríamos con la sensación de volver a desplazar a Hamado de donde él haya decidido continuar su vida, como le ocurrió en 2002 cuando se presentaron en su casa unos simpáticos vascos dispuestos a convertirle en estrella. En cualquier caso, vaya por delante, ¡ojalá les vaya muy bien tanto a Hamado como a los protagonistas del documental de hace ya más de veinte años! Estoy convencido que, pese a los errores que pudieran cometer, a todos en Baqué les movían buenas intenciones.

Solo añado una anécdota: en su perfil real en Facebook, conectado aún con amigos del Café Baqué, Hamado Pafadnam, que tiene casi 50 años (aproximadamente, nunca se sabe), no tiene una foto propia, sino la de un todoterreno japonés de alta gama. Si algún compatriota entra a buscarle, podrá saber así que ha logrado triunfar en Europa en el sentido occidental del término, aunque no lograra alcanzar sus objetivos como ciclista.

No sé si podemos añadir alguna moraleja o no a esta historia. Tampoco sé si en España hemos aprendido algo con la historia de Hamado Pafadnam. Años después, en 2015, otro director vasco, Mikel Gurrutxaga, inició el proyecto Ethiopia Cycling Academy-Solidarity Cycling Project-Ner Group, y llevó a Euskadi durante apenas 4 meses a cinco ciclistas etíopes: Haile Melekot, Getachw Yowhanis, Goytom Mebrahtu, Kibrom Hailay y Temesgen Buru.

El último de ellos llegó a correr algunas pruebas en 2016 con el Burgos-BH, entonces UCI continental, y otros dos se quedaron en el equipo amateur de Manolo Saiz en la siguiente temporada. De nuevo hubo un documental sobre la experiencia, mucha promoción para un proyecto que volvió a quedar como “un eslabón en la nada”, para lucimiento de un patrocinador, sin que tuviera demasiada continuidad. Muchas buenos propósitos en estas acciones, pero también demasiado paternalismo y, sobre todo, poca sostenibilidad.

Por último, cierro el artículo con una dura paradoja sobre la presencia de una empresa cafetera vasca como Café Baqué en Burkina Faso. El café también esté asociado tristemente a momentos muy complejos de la historia reciente del país de los hombres íntegros. El restaurant Le Cappuccino en enero de 2016 y el Aziz Istanbul Cafe en agosto de 2017 sufrieron dos de los más graves atentados yihaidistas en Ougadougou contra lugares frecuentados por extranjeros, también habituales de los europeos participantes en el Tour du Faso.

A partir de esos años, Burkina Faso y su Tour dejaron de ser el lugar atractivo y acogedor para los occidentales, el país de los hombres íntegros de amplia sonrisa que recibieron a Pafadnam en 2002 como el Mesías en bicicleta, como el Étalon, Ouédraogo o caballo ganador del ciclismo burkinés… que solo algunas veces, muy a su pesar, consiguió ser.

Fotos: Panos Pictures, Documental Canal +, Diego Rodríguez Campos