La Volta de Mikel Landa y del landismo

La superioridad de Pogačar no es ni siquiera noticia. Etapa aquí, escapada para visitar unos matorrales por allá, ramo de flores, saludo a cámara y fin. La gran noticia de la Volta Catalunya 2024 tiene nombre (Mikel) y apellido (Landa). No porque el vasco haya mostrado alguna opción de poderse hacer con el título, sino por encabezar la resistencia al esloveno, en la distancia. El segundo hombre más fuerte, la segunda bicicleta en cruzar las cimas más duras. Se sabe que las lecturas no son extrapolables, pero basta una gota de gasolina para relanzar la ilusión por el landismo. Casi se comentó más en redes sociales el surgimiento de Landa en una imagen aún inédita, atacando con el maillot del Soudal-Quick Step. Y empezó la imaginación a volar, con escenas sobre el próximo Tour e hipótesis sobre el enésimo conflicto de intereses en su carrera.

Pronto para aventurarse, tarde para desilusionarse. El landismo es así. Con un poco de cariño, como los niños y los perros, hay tendencia a creer. Entre bromas, suspiros y embarazos por foto de Mikel comiéndose un bizcocho repanchingado en el butacón del bus sucedió todo. Mikel Landa se erige en la civilización humana más próxima a la eslovena. Cuando Pogačar ascendió Vallter 2000 se debió dejar de oír la persecución. El silencio interrumpido por las gotas caer, la soledad del éxito. En Port Ainé sería Landa quien osaría a desenvainar la espada en primer lugar, hábil para conocer que ese gesto valió por la repercusión completa de la temporada entera de algunos otros. Tampoco había mucho que hacer, el partido estaba desequilibrado. Tadej le dio alcance y dejó tirado al mismo tiempo, con una facilidad exagerada. El resto, un reguero.

El mal tiempo hizo aflorar Álava en el Pirineo catalán. La dimensión landista de la vida hizo lo demás. El desvarío fue una constante. El delirio, el punto de partida para memes, comentarios e ilusión. Aún a sabiendas de que Landa era el número dos en la carrera, y que también lo será en su equipo cuando Evenepoel pida su dorsal y la alineación sea completa en el Soudal de Lefevere. Pero ilusiona. Aunque la última vez que se le viera con opción de pelear por algo importante vaya a cumplir una década en medio pestañeo. El buen estreno con los colores del nuevo equipo es un hecho. Trabajando para un líder o siendo el líder para el que se trabaja. En sendos papeles, más que cumplidos, el escalador ha podido elevarse. A base de ascensiones agarrado abajo, su fortaleza y respeto en el seno de su nueva familia crece.

Crece porque viene de haber completado una buena Vuelta, sí. Pero el estreno, con todas las dudas y prebendas que este tipo de fichajes produce de primeras, ha sido satisfactorio. Se ha visto al ciclista atacar, ilusionar, mover y ayudar: todos los cometidos por los que un conjunto belga se interesó en él. De ser Evenepoel, dormiría más tranquilo al saber que lo más probable es que en la montaña del Tour no camine solo, sino acompañado del ángel de la guarda que le trajeron por casting en invierno. Para todo esto era importante un gesto, un mero buen día. Con dos minutos de cuota de pantalla, bastó. La ilusión bascula fácil y está en las puertas. No habrá nada ni nadie que pueda restar ilusión de ver un Tour de Francia con Mikel Landa en un papel indefinido, pero con una consigna clara: la presión es para otros.

Fotos: Soudal / MD / Marca