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El hijo pródigo volvía a casa, al equipo Reynolds, y como no podía ser de otra manera, lo hacía envuelto en polémica. No solo porque en un principio parecía haber alcanzado un acuerdo con Kelme antes de volver a fichar por Echávarri y Reynolds, sino también porque decidió no correr la Vuelta a España (participaría en el Giro y el Tour), lo que generó fuertes discusiones con el periodista José María García. Estas tensiones se intensificaron exponencialmente porque Perico sería comentarista de la Vuelta para la Cadena Ser, y no con García… Así comenzaba, o mejor dicho, se recrudecía, otro duelo que daría mucho que hablar durante esas temporadas.
Esta controvertida decisión de no correr la Vuelta lo llevaría a protagonizar una de las etapas más míticas de la historia, con la ascensión al Gavia y la llegada a Bormio, donde todos se convertirían en héroes. Fue un día en el que muchos lloraron, todos sufrieron y ninguno olvidará.
Aunque el segoviano no brilló especialmente en la Corsa Rosa, su séptima posición y su capacidad para sobrevivir a una dura carrera en la que Andy Hampsten se coronó vencedor, le permitieron llegar al Tour en gran forma.
El Tour de 1988, aunque de menor dureza y longitud total en comparación con el del año anterior, sería triunfal para el segoviano. Con la ausencia de Roche y LeMond, Perico se encontró casi sin rivales al llegar a los Alpes. Bernard, Fignon, Kelly y Mottet cedieron, mientras que Herrera no estuvo tan fino como se esperaba. Las llegadas a Morzine y Alpe d’Huez encumbraron a Parra y Rooks, mientras que Perico volvió a vestirse de líder en Alpe d’Huez (aunque en 1987 esta hazaña no le dio el Tour), y al día siguiente sentenció la carrera con una exhibición en la cronoescalada a uno de sus lugares fetiche, Villard de Lans.
En los Pirineos, Perico controló cómodamente, atacando en los últimos kilómetros para aumentar su ventaja. En Guzet Neige, Ghirotto ganó tras un despiste de Millar y Bouvatier, quienes tomaron el camino de los coches. Este episodio es uno de los más recordados del «periquismo» (en el Tour del 89 tendría otro momento similar en la subida final a Superbagneres), especialmente durante la subida final a Luz Ardiden, donde Cubino se llevó la victoria. En una subida aparentemente sufrida, Perico fue rociado con agua por un espectador, y tras increparle, atacó dejando a sus rivales atrás.
De ahí al final del Tour hubo poco ciclismo y muchos nervios. Un presunto positivo por probenecid puso en jaque a Perico y al Tour (ese año le habían predicho que ganaría, pero que le sucedería algo «grave»). Finalmente, intervino el presidente de la UCI, Luis Puig, para resolver la situación. Perico ganó su Tour en París, sucediendo a Ocaña y Bahamontes… hasta la carrera más plácida tenía sobresaltos.
En 1989, Perico volvió a su doblete clásico, Vuelta y Tour, en un año que marcaría la «resurrección» de dos rivales generacionales, Laurent Fignon y Greg LeMond. Fignon fue el mejor ciclista del año, y LeMond se llevó los mejores triunfos… Perico fue más Perico que nunca.
Poco antes de la Vuelta, Perico tuvo su mejor actuación en una carrera de un día, en Lieja, donde quedó cuarto en un grupo de cuatro, tras haber sufrido un incidente mecánico. Quién sabe si, de no haber ocurrido, podría haber ganado Kelly.
En una Vuelta que para el equipo Reynolds era un test para Miguel Indurain, Perico tuvo que dar la cara desde el principio en una carrera en la que los colombianos, liderados por el Kelme de Parra, serían sus principales rivales. Ganó en Cerler y posteriormente en la cronoescalada a Valdezcaray, arrebatando el maillot amarillo a Martín Farfán. Sin embargo, los fantasmas volvieron tras una mala subida a los Lagos de Covadonga, donde Pino ganó y Parra le recortó tiempo.
Al día siguiente, Perico se defendió en la subida final a Brañilín, ganada por Ivan Ivanov, a quien luego le entregó un sobre con su ¿dirección? por su ayuda en la etapa de la sierra. Ganó su tercera etapa en la contrarreloj de Medina del Campo y parecía sentenciar la carrera… o no. Una gran estrategia del Kelme y un ataque demoledor de Parra en Navacerrada dejaron a Perico casi noqueado. Por momentos parecía que perdería la Vuelta, pero en el llano hacia meta, la ayuda de Ivanov y Suickerbuyck, entre otros, le permitió salvar su segunda Vuelta a España por apenas 35 segundos. El Kelme además se quedó sin etapa al cederla a Alberto Camargo, quien había colaborado con ellos para ampliar la ventaja sobre Delgado.
Y llegó el Tour, el de Luxemburgo (Perico no pudo dormir aquella noche, al igual que muchos de sus seguidores, quienes quedaron profundamente impactados por esa tarde de verano francesa), el de los 8 segundos, el del histórico duelo entre Fignon y LeMond. Un Tour que Perico terminó perdiendo más por su pájara en la CRE (había atacado por la mañana, y los nervios del día anterior junto al esfuerzo matutino lo «mataron» por la tarde), que por los 2’40» que llegó tarde al prólogo (y pudo ser peor, ya que Fons de Wolf fue descalificado 4 años antes por lo mismo y se cambió la norma).
Perico quedó último, a 8 minutos del renacido Fignon, mientras LeMond iba ganando confianza hasta ganar la contrarreloj larga de Dinard a Rennes. Perico fue segundo, beneficiado por unas condiciones meteorológicas favorables (comenzó a llover durante la contrarreloj, afectando a los últimos en salir). Esto, junto a la recuperación de algunas posiciones el día anterior en el pavé de Wasquehal, hizo que el segoviano retomara su buena sintonía con la carrera.
En los Pirineos, dos llegadas en alto, Cauterets y Superbagneres (última vez que fue llegada en la historia del Tour), dejaron un claro sabor español en Cauterets (Indurain, Anselmo Fuerte y Perico ocuparon los tres primeros puestos) con LeMond aguantando en su primera etapa de montaña en tres años. Sin embargo, la locura se desató al día siguiente con Tourmalet, Aspin, Peyresourde y Superbagneres. La estrategia del Reynolds situó a Pedro Delgado junto a Gorospe en el descenso del Tourmalet y la aproximación al Aspin. Gorospe cumplió y dejó a Perico junto a Millar y Mottet en una fuga de alto calibre, en la que el más favorecido fue Mottet (líder virtual por momentos), pero en la que Perico volvió a ilusionar a una legión de aficionados deseosos de revancha tras el inicio del Tour.
La subida final dictó sentencia con Perico lanzando un bidón a un aficionado, haciendo ceder a Mottet y en principio a Millar, pero el escocés lo cazó para ganarle al esprint. Mottet fue tercero a 19 segundos, y por detrás, Fignon consiguió soltar a LeMond, recuperando el maillot amarillo por segundos en medio de la polémica (LeMond acusó a Fignon de haberse agarrado a una moto de la organización durante la subida al Tourmalet).
Perico se colocó cuarto en la general, a menos de 3 minutos… había Tour. Un Tour que regresaba a Marsella por primera vez desde 1971, enfrentando otro lugar histórico, Orcières-Merlette, en una cronoescalada. Pedro Delgado era el favorito, y en el pelotón se daba por hecho que ganaría la etapa, pero un día discreto apenas le permitió aventajar a LeMond (nuevo líder tras una mala crono de Fignon).
Lo que quedaba de Tour fue un «quiero y no puedo» para Perico, reflejado en la etapa de Villard de Lans, con un Fignon desatado y un Perico esperando que LeMond colaborara en la persecución.
Histórica fue también la etapa de Aix-les-Bains, resuelta en un esprint de cinco, ganada por LeMond, con Fignon segundo (quien felicitó a LeMond por su lucha y su Tour tras cruzar la meta, dando por hecha su victoria). El orden de llegada en la etapa sería el mismo que en la clasificación final del Tour. En el esprint del grupo, apareció Kelly para seguir sumando puntos en la clasificación por regularidad, pero de repente, un joven del Chateau Dax, Gianni Bugno, esprintó con una elegancia pocas veces vista, quedando sexto y relegando al irlandés.
El Tour terminó con Perico tercero, sin poder consumar la remontada, pero siendo testigo de excepción del triunfo de LeMond y las lágrimas de Fignon tras la contrarreloj final… 8 segundos y las imágenes de LeMond con el manillar de triatleta…
Ya en el podio, Perico les dijo a ambos que el año siguiente le tocaría a él ganar para igualarles con dos Tours. La siguiente temporada, el equipo se llamaría Reynolds Banesto, y en esa temporada de 1990, Perico vería cómo su jerarquía entre los aficionados seguía muy alta, pero en el equipo, poco a poco, el protagonismo se iría trasladando al ganador de las Nizas del 89 y 90… Miguel Indurain.
Este es un breve resumen de aquel Perico ochentero que ilusionó a todo un país y que sirvió de lanzadera para muchos aficionados que luego disfrutarían con el gran Miguel Indurain en los 90. Sin embargo, aún viviríamos, disfrutaríamos y sufriríamos con Perico hasta 1994, porque Pedro Delgado trascendía el ciclismo; su figura iba más allá de la lógica… Para los que fuimos periquistas, él era el único y mejor de todos, con sus luces y sus sombras… ¡SIEMPRE PERICO!
De Sevilla, Pedro García Redondo es una auténtica referencia en cuanto a historia del ciclismo se refiere. Una auténtica enciclopedia de la historia ciclista, es toda una autoridad en la materia, siendo uno de los historiadores de ciclismo más certeros y respetados. Ahora dirige la sección histórica en Le Puncheur, además de escribir artículos que nos hacen viajar a épocas pasadas y revivir las gestas de ciclistas que ya no están en activo.