Joaquim Rodríguez, más conocido como ‘Purito’, ha sido un gigante en las carreteras a lo largo de sus dieciséis temporadas como profesional, un verdadero titán que ha conseguido cerca de medio centenar de victorias. Y no cualquier victoria, sino que muchas de ellas llegaron en los escenarios más prestigiosos del ciclismo mundial, donde solo los más grandes logran brillar. Ganó etapas en las tres grandes vueltas y dejó su huella en clásicas de primer orden como Lombardía y Flecha Valona. En las clasificaciones generales tampoco se quedó corto, sumando a su palmarés la Volta a Catalunya y la Itzulia, las dos carreras por etapas más prestigiosas de España. Además, pisó el podio en las tres grandes vueltas, un logro impresionante, aunque el triunfo absoluto se le escapara en sus veinticuatro participaciones. En 2012, estuvo a un suspiro de coronarse en el Giro y la Vuelta, pero el destino, en forma de Hesjedal y Contador, tuvo otros planes.
Su actuación en el Tour de Francia no fue menos destacada, con tres victorias de etapa y un tercer puesto en la general, solo superado por Froome y Quintana. En la montaña, se erigió como uno de los corredores más sólidos, demostrando que las grandes vueltas eran su hábitat natural. Sus catorce victorias de etapa entre Giro, Tour y Vuelta son una prueba irrefutable de su dominio, y quienes creían que estas carreras estaban hechas para él no se equivocaban. Conseguir cinco podios en las grandes vueltas es un mérito que pocos pueden reclamar.
Pero si hay una carrera que definió su carrera, esa fue la Vuelta a España. Fue la competición que lo catapultó a la fama y la que, tras años de trabajo incansable como gregario, le permitió soñar y brillar como líder indiscutible. En 2010, con Katusha, dejó atrás la sombra de otros grandes y se reveló como un competidor de tres semanas. Hasta entonces, su única victoria en la Vuelta había sido en Pla de Beret, luciendo el maillot de la ONCE. Ese año marcó un antes y un después en su trayectoria.
Antes de unirse a Katusha, el catalán ya había vivido experiencias importantes en la Vuelta. En Saunier-Duval, dio muestras de su talento y ganó la confianza de sus directores, aunque las victorias y los buenos puestos en la general se le resistieron. Sin embargo, esos años fueron clave para consolidarse como ciclista de élite. Luego, en Caisse d’Epargne, fue reclutado como escudero de lujo para Alejandro Valverde, quien atravesaba el mejor momento de su carrera. Con su habilidad en las cotas cortas, el catalán fue pieza clave en las dos primeras victorias de Valverde en Lieja.
En la Vuelta, también jugó un papel crucial. Aunque no pudo evitar la derrota ante Vinokourov en Granada ni mantenerse en el podio en 2008, dejó destellos de su calidad con una subida memorable al Angliru junto a su líder. En 2009, su protagonismo creció al colarse en una escapada camino de Sierra Nevada, en la etapa reina, y aunque su papel seguía siendo secundario, era evidente que estaba listo para algo más grande. Ese «algo» llegaría con un cambio de equipo, buscando en el extranjero lo que en casa no terminaba de encontrar.
El 2010 fue el punto de inflexión. La victoria en el Tour le dio la confianza necesaria para enfrentarse a los mejores. En la Vuelta, fue más allá. Tomó el liderato en Vilanova i la Geltrú tras una dura etapa en el Rat Penat, aunque perdió el maillot rojo al día siguiente. Sin embargo, cuando Igor Antón cayó en Peña Cabarga, el ciclista de Parets del Vallés no solo ganó la etapa, sino que quedó a un paso del liderato. Un desfallecimiento de Nibali le devolvió la prenda roja antes de la decisiva contrarreloj de Peñafiel, donde un mal día le hizo perder seis minutos y, con ellos, la posibilidad de un podio. Aun así, el público finalmente lo reconoció como uno de los grandes, y su nombre comenzó a resonar entre los favoritos.
El recorrido de 2011 parecía diseñado para él, pero los grandes puertos le jugaron una mala pasada. Aun así, logró dos victorias espectaculares en repechos tan exigentes como Valdepeñas de Jaén y El Escorial, vistió el maillot de líder y, aunque no pudo mantenerlo, demostró que seguía siendo un contendiente de primer nivel. En ese momento, Katusha apostó por Dani Moreno, y el catalán, con su característico espíritu de equipo, se dedicó a apoyar esa causa.
El año 2012 fue, sin duda, el momento cumbre de su carrera. En el Giro, quedó a solo 16 segundos del rosa, una distancia mínima que dejó un sabor agridulce. La Vuelta era su gran oportunidad de revancha, y lo hizo con creces. Ganó tres etapas memorables: Fuerte Rapitán, en Jaca; Mirador de Ézaro, en Galicia; y Ancares, en la frontera entre León y Galicia. Llevó el maillot rojo durante doce días, desde Valdezcaray hasta Fuente Dé, enfrentándose a gigantes como Contador y Valverde. La distancia en la general se agrandaba poco a poco, y ni siquiera la contrarreloj permitió a Contador recortar lo suficiente.
Pero Fuente Dé cambió todo. Tras un día de descanso, el catalán parecía tener la Vuelta bajo control, habiendo resistido todos los ataques de Contador. Sin embargo, la estrategia del madrileño en esa etapa fue devastadora, y el sueño de Purito se desvaneció de nuevo, a pesar de haberse mostrado como el más fuerte en la subida final a la Bola del Mundo.
Los dos años siguientes fueron más difíciles. Cuarto en 2013 y 2014, compensó con una victoria de etapa en Naranco en la primera de esas temporadas. En ambas ocasiones, perdió el tercer puesto ante un Valverde que se mostró imbatible en los momentos decisivos. En 2015, sin embargo, las cosas cambiaron. Ese año, Purito logró un segundo puesto en la Vuelta, su mejor resultado hasta entonces, después de que el hundimiento de Dumoulin en la etapa de la Sierra de Guadarrama lo catapultara al segundo lugar. Así se despidió de la Vuelta, desde un segundo puesto que sabía a gloria.
En total, consiguió nueve victorias de etapa en la Vuelta, una de ellas en su última temporada completa, en Sotres, donde alzó los brazos en señal de triunfo. Al día siguiente, en la Ermita del Alba, se vistió de rojo una vez más, aunque perdió el maillot en la contrarreloj final ante Tom Dumoulin. Su regularidad en la Vuelta es innegable: desde 2010, cuando asumió el liderazgo absoluto por primera vez, solo en 2011 quedó fuera de los primeros cuatro puestos. En el resto de sus participaciones, acumuló dos cuartos, un segundo y dos terceros puestos (o tres cuartos y un tercero, según la interpretación). Joaquim Rodríguez, sin duda, fue el alma de la Vuelta.
Alberto aterriza en Le Puncheur por elección propia después de haber dirigido durante 6 años otro proyecto relacionado con el atletismo. Deportivamente dedicado a la marcha atlética, pero apasionado de ciclismo desde que tiene uso de razón, este Toledano viene a darnos su punto de vista siempre desde el lado mas objetivo posible.