¡Cómo nos gustan las analogías! Esto es como el típico restaurante que abre en un lugar paradisiaco a orillas del mar, que está en un gran destino vacacional, que contrata a los mejores chefs y cocineros del mundo y que utiliza materia prima de primera calidad… pero, tras su apertura, no acaban de llenar, no acaban de dejar plenamente complacidos a sus comensales y las reseñas en Google y Tripadvisor se quedan en un quiero y no puedo.
Algo así ha sucedido con la Vuelta a España 2023, que levantaba el telón con elevadas expectativas pero que, una vez finalizada, ha dejado más tintes de decepción que de éxito en el mundo del ciclismo. Y ojo, nada tiene que ver la hegemonía de Jumbo Visma que tanto ha dominado y bloqueado la carrera… esto va mucho más allá y tiene que ver con el equilibrio entre expectativa y realidad.
El escenario perfecto… ¡pero poco y mal aprovechado!
Por un lado, La Vuelta arrancaba con un escenario sin igual, Barcelona: ciudad en la que siempre se ha respirado ciclismo, en una comunidad que ha forjado grandes campeones y, con los Pirineos y el mar tan cerca, se convierten en uno de los numerosos paraísos que tiene nuestro país para el ciclismo. Es más, la carrera se enmarca en uno de los grandes paraísos para el ciclismo como es España. Pero el escenario, por sí solo, no funciona.
Y no lo hace porque el recorrido de la Vuelta a España se queda en ese ‘quiero y no puedo’ o ‘puedo y no quiero’ del que antes hablábamos. Está bien alejarse de la tradicional estructura de gran vuelta que dicta que la primera semana tiene que ser propicia para llegadas al sprint y alguna etapa tipo clásica, pero de ahí a ‘desorganizar’ la carrera de esta forma va un trecho.
Empezando por una atractiva crono por equipos cuyas circunstancias empañaron la competición y siguiendo con etapas sin mucho sentido que, lejos de alimentar la batalla por la general, lo único que generaron fueron nervios, caídas, quejas… y poca pelea de tú a tú entre los gallos. Aunque, paradójicamente, fue una etapa en la primera semana con final en alto y prácticamente unipuerto la que decantó la general y bloqueó la carrera, por mucho que nos encante que el ganador de en Javalambre, Sepp Kuss, haya triunfado finalmente en Madrid.
Obviando esto, apenas hubo batalla entre los favoritos como buscaba la organización con un inicio con varias llegadas en alto. La carrera quedaba hipotecada hasta los Pirineos donde, es cierto, el nivel del recorrido subía para volver a descender estrepitosamente en la cornisa cantábrica, con una etapa con final en Bejes que nadie entendía.
Y es que en pleno territorio comanche, en pleno reino de la media montaña como es Cantabria, un perfil unipuerto nos impedía ver una bonita lucha por la victoria de etapa en la fuga y tampoco hacía saltar chispas entre los grandes favoritos. Con lo bonitas que habían sido siempre las jornadas con puertos múltiples en la comunidad montañesa: Fuente De, Peña Cabarga…
Y todo ello para rematar la carrera en Asturias, con un Angliru que, pese a su entidad, suele crear pocas diferencias y otra etapa, esta sí, muy bien tirada, que se vio eclipsada por el dominio de Jumbo-Visma. El mismo que imperó en la clásica de la Sierra de Madrid, también bonita por recorrido, pero bloqueada por las circunstancias de carrera.
En este sentido, el escenario era idílico pero la organización no supo aprovecharlo al máximo, tanto por estructura como a la hora de extraer el máximo rendimiento al territorio tan variado que tiene nuestro país, algo que nos ha impedido ver tanto grandes batallas entre los gallos de la general como una mayor lucha por triunfar en las fugas.
La participación, ¿de verdad era la mejor de la historia?
Probablemente me lluevan palos por no estar de acuerdo con que la participación era la mejor de la historia. Pero, en mi opinión no, no lo era. Y ello pese a que el nivel de candidatos a la victoria final, la terna de vueltómanos, sí que era la mejor posible, con el ganador y el segundo del Giro de Italia, el ganador del Tour y el campeón de la carrera en 2022, acompañado por el segundo y el tercero de aquella edición. En este sentido, la mejor de la historia.
Pero si hablamos en términos globales, la ‘startlist’ dejaba mucho que desear en cuanto a sprinters, clasicómanos y cazadores de etapas.
Empezando por los primeros, si comparamos la lista de velocistas presentes en 2022 con la que ha habido en 2023, el bajón es considerable: hemos pasado de los Merlier, Bennett, Ackermann y Pedersen a los Groves, Dainese, Molano o Cortina. Que ojo, no es por desmerecer, pero están uno o dos escalones por debajo de los otros, todos ellos ganadores de etapa en el Tour de Francia, por ejemplo. Además, salvo Groves, ninguno de los grandes sprinters traía un equipo 100% para disputar las ‘volatas’.
Y eso de que no hay tantas jornadas llanas en La Vuelta como en el Tour no es del todo cierto. De hecho, en la presente edición de la carrera gala se decidieron al sprint el mismo número de etapas que en la ronda hispana, seis en concreto. Sea como sea, La Vuelta no ha sido capaz de atraer a los mejores velocistas del momento, a ninguno de ellos.
Y esto es un aliciente perdido de cara a esas jornadas más ‘aburridas’ pero necesarias con un final vibrante entre los hombres más rápidos del pelotón mundial, contando además con preciosas luchas entre trenos y lanzadores.
Siguiendo con la participación, la ausencia de etapas aptas para clasicómanos y rematadores ha impedido verlos más en acción en la Vuelta a España. En este sentido, más allá de las circunstancias provocadas por la pérdida de tiempo de Remco Evenepoel, que han hecho que el belga haya tiranizado las grandes escapadas de la carrera, nos han faltado ciclistas del nivel de Rafal Majka, Magnus Cort Nielsen, Louis Meintjes, Micheal Woods o Jakob Fulgsang que han ganado en escapadas de gran entidad en ediciones anteriores.
Además, los cazaetapas con los que ha contado la ronda española no han estado al nivel esperado, caso por ejemplo de Storer, Buitrago, Higuita o Elissonde; e incluso otros como Arensman, Vine o De Plus tuvieron que dejar la carrera antes de tiempo por culpa de las caídas. Esto también ha provocado que la carrera tampoco tuviese un gran aliciente en las fugas, más allá del sobresaliente desempeño de Evenepoel tras desconectar de la general y de figuras como Rui Costa, Kamna, Poels o Jesús Herrada.
En este sentido, no es que esperemos tener a todos y cada uno de los Van der Poel, Van Aert, Alaphilippe, Pedersen o Laporte, pero, al final, la ausencia de etapas propicias para este tipo de ciclista hace que ni siquiera se planteen acudir a la ronda española.
El cortocircuito nacional apaga la euforia
Por último, otro de los factores que ha provocado que La Vuelta haya finalizado con un sabor agridulce es la decepcionante actuación del ciclismo español. Yendo más allá de las estadísticas, que ya son evidentemente malas, con un solo triunfo parcial y ningún ciclista ni en el podio ni cerca de él, las sensaciones tampoco han sido nada buenas. Y más si cabe viniendo de un Tour de Francia tan exitoso para los españoles que llenaba de euforia a todos los aficionados nacionales.
Si hablamos a nivel de etapas, La Vuelta acabó con la sensación de que no hemos estado ni siquiera ‘cerca’ de poder conseguir más éxitos parciales, más allá del triunfo de Herrada en Laguna Negra. Únicamente podríamos decir que Pelayo Sánchez tuvo una oportunidad de cantar victoria en la penúltima etapa con final en Guadarrama. El asturiano se la jugó en el sprint final, pero no pudo con dos superclases como Poels y Evenepooel. Por lo demás, nada de nada, ni siquiera peleando por maillots secundarios… Un desierto de ilusión, agua para la eufórica llama encendida durante el mes de julio.
En este sentido, el argumento contra esto es sencillo: “También ha habido años con pocas o ninguna victoria parcial de los ciclistas nacionales”. Sí, pero siempre había otro aliciente, con ciclistas como Enric Más, Juan Ayuso o Alejandro Valverde coqueteando con la victoria y peleando por el podio final. Este año, ni una cosa ni la otra.
Y es que precisamente si hablamos a nivel de la clasificación general, pese a colocar a tres ciclistas en el top 6, lo cierto es que fue lo máximo a lo que han podido optar. De nuevo, como al inicio, querer y no poder. La sensación fue que los Jumbo ni siquiera pensaron en los vueltómanos españoles. Los miraban como águilas acechando a ratones, desde las alturas, seguros, confiados, dominantes y esperando una ligera debilidad para atacar.
En este sentido, tampoco el resto de vueltómanos han inquietado a los ciclistas amarillos, pero la imagen de los ciclistas ‘de casa’ no ha sido buena y esto también agudiza la sensación de decepción de la Vuelta a España.
En definitiva, la sensación de decepción es clara. Más allá de ser testigos de un hecho histórico, como es el triplete de Jumbo Visma, y las exhibiciones de Remco Evenepoel, demostrando una capacidad de recuperación gigantesca, el problema viene de la expectativa, con una Vuelta que vendió ‘la mejor Vuelta de la historia’ y que, al final, básicamente pasará al recuerdo gracias a la supremacía del color amarillo sobre el rojo en el podio final de Madrid. ¿Será que el Tour siempre intenta marcar su terreno?
Fotos: Unipublic / Sprint Cycling Agency
Adrián González Blanco es cántabro, periodista, y amante del ciclismo. No, no tiene relación con el mítico ex-futbolista del Real Madrid. Sí tiene que ver con unos análisis audaces e infalibles sobre la actualidad ciclista a través de radiografías exactas y siempre interesantes.