El Tour de la siesta

Como habréis notado, estos días estamos publicando crónicas del Tour cada tres días. Creímos que era lo mejor para reunir suficiente material que contar. Sin embargo, el Tour está presentando jornadas muy «extremistas». Algunas nos hacen exclamar «¡Qué bonito es el ciclismo!» mientras que otras nos llevan a preguntarnos «¿Por qué pierdo el tiempo viendo esto?». Aunque, pensándolo bien… estamos viviendo días en los que Pogacar decide sorprendernos y otros en los que los ciclistas parecen estar de vacaciones. Por eso, hoy he decidido no esperar tres días y escribir sobre el esperpento vivido en la décima etapa.

En las vueltas de tres semanas siempre hay días más tranquilos, algunos en los que se permite a la escapada llegar y otros directamente insulsos. El Giro de Italia ha sido históricamente campeón en estos días aburridos, como cuando Van der Poel declaró que había sido el día más fácil subido a una bicicleta. Pero lo de este año en el Tour de Francia es absolutamente impresionante.

No soy sospechoso de criticar la actitud de los ciclistas, más bien todo lo contrario. Aunque no me gusten ciertas cosas, suelo defender sus decisiones, pero este año me lo están poniendo dificilísimo. Entre las etapas suspendidas este año que luego se podrían haber corrido y la falta de competitividad en la mayoría de las etapas intrascendentes del Tour, la situación es desalentadora. Incluso en las dos primeras etapas, la falta de emoción solo se salvó gracias a Romain Bardet y, como siempre, a Pogacar. Pero en general, no ha habido ni en el pelotón ni en la búsqueda de las escapadas una mínima muestra de tensión; parecía que había una decisión premeditada para que todo acabara en un sprint.

Esto ha llevado a situaciones tremendamente absurdas (y vergonzosas, en mi opinión) como la de los dos ciclistas del equipo UNO-X que se escaparon y luego se pararon en una cuneta a esperar al pelotón, o el día que Abrahamsen hizo toda la etapa escapado absolutamente solo porque nadie le acompañó en esos momentos de televisión que anteriormente eran tan importantes para los equipos modestos. Hoy, en la décima etapa, hemos llegado al colmo de la falta de competitividad. Hubo únicamente un ataque en toda la jornada y, al ver que no era secundado, los ciclistas se detuvieron para ser reabsorbidos por el pelotón (al menos Abrahamsen dignificó la etapa con su esfuerzo solitario).

No alcanzo a comprender esta actitud del pelotón. Se me ocurre pensar que han llegado a un acuerdo para no generar tensiones a los favoritos en las etapas llanas, o algo similar, pero el resultado es que seguir una etapa llana se ha vuelto absolutamente insoportable, ya que el único aliciente es ver el sprint final. Personalmente, me encanta ver la pelea por la escapada, que además, con nuestro particular PREDICTOR en el cual pronosticamos las escapadas, se hace más interesante. Pero en este Tour, está resultando vergonzoso. Esperemos que recapaciten, o al menos lo expliquen. Porque oye, igual es que hay que replantear estas etapas y que sean traslados en bicicleta no retransmitidos. Entra la televisión en el momento del sprint y ya está. Así ahorramos a los profesionales del periodismo el mal rato de intentar sacar algo de interés de la nada.

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Recuerdo otra época en la que Erik Zabel decía que en el Tour se disputaba hasta quedar el 73º en vez del 74º. Ahora, desde luego, eso no pasa, con corredores que al mínimo esfuerzo desconectan y llegan a meta en la grupeta, aprovechándose del generoso margen del fuera de control. O que directamente se fuman las cronos (Bernard… ejem, ejem…). Ya hemos hablado de esta falta de competitividad anteriormente.

Pero bueno, esperemos que recapaciten en las próximas etapas, veamos un cambio de actitud y que los meritorios dignifiquen su presencia en el Tour. Si no, pues nos encomendaremos a Tadej Pogacar y a Remco Evenepoel, para que al menos haya un mínimo de etapas que no sean absolutamente soporíferas. ¡Estáis a tiempo, confiamos en vosotros!