Marino Alonso, el ‘Sancho Panza’ del ciclismo

Cuando el ciclista zamorano Marino Alonso, afincado en Cantabria, debutó en el Banesto el efecto Perico estaba en pleno apogeo. La ‘delgadomanía’ era la que se apoderaba de los aficionados españoles, que sentían auténtica adoración por el segoviano. Marino no formó parte de ese bloque en el Tour, más centrado en el calendario español, donde no le fue muy mal. Victorias de etapa, muchas en el norte, y alguna general final como la de la Vuelta a Murcia. Por el camino, aseguraba su presencia en cada Vuelta a España.

Con esta carrera tuvo buen feeling. No faltó a ninguna edición entre 1988 y 1997, es decir, todas sus temporadas como profesional a excepción de la que suponía su debut. Si bien en la general nunca llegó a alcanzar el top-20 (fue 21º en 1993), sí pudo ser un elemento de importancia dentro de Banesto. Dando dos victorias de etapa a la formación en sendas escapadas. Ambas con las montañas del sistema Central implicadas: Ávila y DYC, dos de los más clásicos finales de la Vuelta.

En lo que sí estuvo desde el principio fue en la guardia pretoriana que Miguel Indurain eligió de cara a su reto en el Tour de Francia. No faltó ni siquiera en 1990, cuando el poderío del navarro ya era muy evidente. Estuvo durante cinco años junto a su jefe de filas, siendo escudero fiel en todo momento, sin ningún tipo de lucimiento individual. En 1996, como no podía ser de otra forma, también fue de la partida, sufriendo los delirios de un Don Quijote que ya no pudo lograr la sexta corona.

La lanza fue entregada a Abraham Olano, el nombrado de forma unánime por prensa y equipo como sucesor de Indurain. El vasco heredó gran parte de la fiable pléyade de ayudantes que Miguel tuvo a su cargo. Marino tomó el relevo, cambió el chip y ayudó en todo lo que pudo a un Abraham que hizo un buen Tour en 1997 y que no pudo firmar un mismo resultado en el de 1998. Marino abandonó en los Alpes, como todo el pelotón español, como protesta.  Todo debido a los registros que la gendarmería estaba realizando a los equipos con ocasión del escándalo Festina.

Ése fue el final profesional de Marino. Una lástima porque este ciclista merecía otro tipo de despedida después de doce temporadas en la élite siendo fiel gregario de tres de los mejores corredores del pelotón español y Mundial. Como fueron Delgado, Indurain y Olano. En su palmarés siempre contarán las cinco victorias de Miguel en Francia, la Vuelta de Perico en 1989 y el segundo puesto en esta carrera del propio Indurain en 1991.

Foto: Sirotti