Milan-San Remo histórica: Van der Poel entra en la leyenda

En una Milán - San Remo histórica: Van der Poel entra en la leyenda

Ha acabado la carrera y he dicho: «¡Por favor, quiero escribir de esto!» Absolutamente histórico lo vivido hoy en Milán-San Remo. Debo pedir perdón a Jorge Matesanz, porque el año pasado le dije que no veía posible romper la carrera en la Cipressa, y Tadej me ha dejado claro que con él no hay nada imposible.

Milán-San Remo es una de mis carreras preferidas por muchas razones: por su longitud, por las panorámicas que nos ofrece, por ser la carrera más táctica que existe (el más fuerte no suele ganar) y porque su final la convierte en la más emocionante del año. Mi pareja, que ahora disfruta del ciclismo pero no es una fanática, es la única carrera (bueno, y Flandes) que no se quiere perder. Esos seis minutos de subida, más otros tantos de bajada, son una de las experiencias más electrizantes que se pueden ver en este deporte. Sí, hay otros finales como el de Huy, pero no es lo mismo. No lo es porque el Poggio no tiene dureza por sí mismo, y la opción de los no sprinters pasa por endurecer hasta el límite y romper la cuerda, lo que nos ha dejado momentos memorables.

Pero luego llega esa parte en la que mi pareja aparta la mirada y me dice que no querría ser la madre de los corredores. Una bajada preciosa, muy bien asfaltada, en la que el peligro lo ponen ellos. Matej Mohorič ganó una Milán-San Remo en la que era victoria o enfermería… y estuvo muy cerca de la segunda.

Reconozco que, desde que están estos corredores, la carrera ha cobrado otra dimensión. Antes, los no sprinters luchaban por romper a los sprinters y sus equipos, pero ahora tenemos a Tadej Pogačar tratando por todos los medios de reventar a los que son más rápidos que él. Y cuando entre ellos está Mathieu van der Poel, eso se torna poco menos que épico. Es la tormenta perfecta.

Hemos tenido años muy buenos, memorables, auténticas obras de arte. Pero en 2025 llegó la que, para mí (y con el permiso de la sección de historia), ha sido la mejor edición de todos los tiempos. La que pasará a la memoria colectiva. Lo ha tenido todo: Tadej Pogačar a todo o nada, reventando la carrera en Cipressa y llevándose consigo a los dos siguientes favoritos. Luego, Ganna y Van der Poel relevando con el esloveno. Al neerlandés se le veía como loco por la música. Y hasta el Poggio no mostró ni una sola señal de sufrimiento.

Y en el Poggio… se desató la tormenta. Desde abajo lo intentó y hasta cuatro ataques lanzó el esloveno. Todos ellos fueron respondidos brillantemente por Van der Poel, que solo sufrió en el tercero, cuando perdió un par de metros. Pero ¡cómo iría Pogačar, que lo vio y no pudo acelerar más! Iba al límite. Pocas veces le vemos sufrir como en el último de los ataques: boca abierta, cuerpo descompuesto, pedaleaba con el alma.

En una Milán - San Remo histórica: Van der Poel entra en la leyenda
En una Milán – San Remo histórica: Van der Poel entra en la leyenda

Y después, en el mismo punto de hace dos años, llegó el -para mí- sorprendente ataque de Van der Poel. Obviamente, sé que es capaz de atacar y que la valentía es una de sus señas de identidad, pero realmente creía que no lo intentaría. Pero lo intentó. Y Tadej sufrió como pocas veces le hemos visto sufrir. Perdió unos metros y parecía que se iba, pero no: justo arriba le alcanzó. Luego, en la bajada, un dos contra uno contra Filippo Ganna, que se ganó el derecho a esprintar por la gloria con cada pedalada impregnada en ácido láctico del gigante de Verbania.

El sprint siguió el guion más lógico: Van der Poel liderando el lanzamiento, como le gusta, así que el resultado era el esperado. Llama la atención que Tadej no pareció tener ningún interés en disputar el sprint. Empezó varios metros por detrás. Siendo dos corredores que se conocen tan bien, incluso de entrenar juntos, creo que sabía que no tenía ninguna posibilidad (ni le quedaban fuerzas). Para la próxima: Mathieu, siempre que le lanzan el sprint desde lejos, pierde; siempre que lo lanza él, gana. (Qué fácil se habla desde el sofá).

No os voy a engañar: quería que ganase Mathieu. Hay algo en él que me engancha y no puedo no ir con él. Pero en este caso, el resultado daba igual. Tres de mis ciclistas preferidos nos habían dado la posibilidad de ser parte de la historia. Podré decirle a mi hijo que, mientras él dormía, yo presencié esta Milán-San Remo.

Y mientras todo esto ocurría, Wout van Aert dando paseos por el Teide. Ya le puede salir bien la apuesta que esté haciendo, porque, de momento, se ha perdido una cita con la historia. Y se pierde demasiadas.

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