Como ya mencionamos en el primer capítulo de este serial, la posibilidad de llevar a cabo una ronda ciclista vasca por etapas era algo que iba a contar con un gran apoyo social e institucional. Era necesaria una simple chispa. Algo que lograra vehicular ese respaldo latente.
De eso se encargaría el periódico ‘Excelsior’, bajo la dirección de Jacinto Miquelarena. ‘Excelsior’ era por entonces un periódico que trataba sobre cultura e información social del País Vasco en general. Pero su temática fundamental era la deportiva.
Sin embargo, la persona que en mayor medida iba a hacer posible que la Vuelta al País Vasco fuera una realidad fue el conde de Villalonga, a la sazón ex presidente de una institución tan arraigada en el pueblo vasco como lo es el Athletic Club.
Un paso fundamental de los organizadores fue presentar su idea al periódico galo ‘L’Auto’, que por entonces ya organizaba el Tour de Francia. Que el propio Henri Desgrange apoyara la idea y se ofreciera como intermediario para organizar la carrera fue determinante en el éxito de la Vuelta al País Vasco. Por dos razones: la primera, por la experiencia del periodista francés en estas lides organizativas. La segunda, porque suponía la puerta de acceso de los más importantes ciclistas y equipos galos a la ronda vasca. Así, ya en su primera edición, la afición al ciclismo vasco iba a poder ver en liza a los hermanos Pelissier, Fontan, Brunier… recorriendo sus carreteras. E incluso al belga Marcel Buysse. Ciclistas reconocidos en Euskadi por sus hazañas en el Tour y otras carreras gracias a las crónicas deportivas de la prensa escrita.
Estos afamados ciclistas quedaron a su vez sorprendidos por ese reconocimiento de la afición vasca. El hecho de que la carrera abarcara un territorio relativamente poco extenso, con pocas etapas y de kilometraje reducido, también atrajo a la élite del ciclismo europeo.
Otro factor importante para que aquella primera edición de la ronda vasca fuera un gran éxito lo constituyó el hecho de que la organización de la carrera consiguiera implicar a las instituciones forales vascas, los clubes deportivos y la afición en general. Tarea que resultó muy sencilla, como ya hemos visto, por el respaldo social latente que ya existía de antemano. De esta manera, la carrera contó con numerosas personas que desinteresadamente se presentaron voluntarias para señalizar la ruta y proteger a los corredores.
Las instituciones públicas (Diputaciones Forales y Ayuntamientos) jugaron un doble papel determinante en la organización. Por un lado, dotaron a la carrera de unos premios con suficiente atractivo para las grandes figuras que acudieron a la ronda. Y por otro, y por supuesto mucho más importante, acondicionaron las carreteras por las que iba a discurrir la competencia.
En el capítulo de los premios, además de los reseñados donados por las instituciones públicas, hay que sumar los donados por personas privadas y clubes deportivos.
Otro sector que también se implicó en cierta medida en el éxito de la carrera fue el industrial, con referencia a los fabricantes de bicicletas. La empresa eibartarra Beistegi Hermanos (BH) ya estaba operativa en esas fechas. Y faltaba muy poco para que Orbea comenzara a dedicarse también a fabricar bicicletas.
El acercamiento de parte de la élite del ciclismo mundial a las carreteras vascas supuso un salto cualitativo en la formación de los corredores vascos y nacionales en general. Tanto en el aspecto técnico y mecánico de las monturas como en el táctico de la competición en sí. Con ellos también llegaron las primeras nociones en cuanto a alimentación específica deportiva ciclista, así como la organización y tecnificación de los entrenamientos.
El desarrollo de aquella primera edición de la Vuelta al País Vasco tuvo amplio eco en la prensa de la época. Se destacó el gran seguimiento que tuvo la carrera desde las cunetas por parte de la afición. Fue un público ya muy animoso, encantado de poder ver a sus ciclistas batirse, aunque fuera a distancia, contra parte de la flor y nata de la élite ciclista de aquel momento. El éxito de aquella primera edición, que a través de la prensa de toda España obtuvo gran repercusión, se tomó como ejemplo para que, en años sucesivos, en otras regiones como Andalucía, Asturias, Cantabria y Levante se imitara el modelo.
Continuará…
Raúl Ansó es pamplonés y cumple más de una década en proyectos como Road & Mud, Urtekaria, Desde la Cuneta, Planeta Ciclismo, High-Cycling y ahora Le Puncheur. El espíritu crítico y una visión siempre interesante sobre la actualidad, además de gran historiador del ciclismo.